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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

El obispo de Astorga se compromete a “resolver de una vez por todas” la pederastia en su diócesis

Pintada en la parroquia de Granada del padre Román, acusado de pederastia

Jesús Bastante

“Manifiesto mi firme voluntad de resolver de una vez por todas este grave problema y de poner todos los medios para que nunca más se repitan”. El obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, ha comparecido este mediodía ante los medios de comunicación para asegurar “severidad y rigor” contra los abusos a menores, y comprometerse a “investigar con celeridad y prontitud” cualquier otra denuncia que surja. Se refiere al caso de un párroco de su diócesis que abusó de varios seminaristas en los años 80, por lo que fue condenado. 

Tras el tratamiento del caso de José Manuel Ramos Gordón, el sacerdote condenado por “un delito de tocamientos a menores con fin libidinoso” en el Seminario de la Bañeza, el obispo reiteró que “lamenta profundamente estos hechos tan deplorables, moralmente inaceptables e intolerables, pues no solo repercuten de manera negativa en la imagen de la Iglesia sino que, sobre todo, causan un gravísimo daño en el desarrollo humano y cristiano de las víctimas”.

“Humildemente, en nombre de esta comunidad diocesana, reitero la petición de perdón por el daño causado y una vez más expreso mi apoyo y cercanía a cuantos son víctimas de los abusos sexuales”. Ante las nuevas denuncias surgidas, y la convocatoria de una manifestación de exseminaristas el próximo sábado ante el Obispado, Menéndez adujo que ese día es imposible recibirles “por problemas de agenda”, pero propuso otra fecha: el 28 de febrero.

Sobre el homenaje que se hizo al expárroco de Tábara después de su condena, y que motivó una nueva carta de F.J.L, el primer denunciante, al Papa Francisco, el obispo subrayó que “no lo autoricé”.

En cuanto a las medidas de futuro, el obispo anunció que “no solo se implementaran nuevos protocolos de actuación con menores y de prevención dirigidos a todos los agentes de pastoral diocesanos, sino que se colaborará siempre con las autoridades civiles, aplicando además con severidad y rigor la propia normativa canónica para tratar con equidad y justicia estos delitos”, unos de los más graves del Código de Derecho Canónico y para los que el Papa Francisco ha exigido “tolerancia cero”.

“Del mismo modo, también quiero comunicar a todos que cualquier otra denuncia que se reciba se investigará con celeridad y prontitud”, incidió Menéndez, quien recordó que ya ha recibido a dos exalumnos del Colegio Juan XXIIII de Puebla de Sanabria, y ha invitado a denunciar. “Aunque sean delitos que hayan prescrito civil y canónicamente, dichas denuncias son un acicate para tutelar mejor a nuestros menores y para garantizar a todos que las instituciones eclesiales de Astorga son un lugar seguro para la infancia y la juventud”, señaló.

Otro denunciante de abusos

La comparecencia del prelado se produjo después de que otra víctima denunciara públicamente haber sufrido abusos en el seminario de La Bañeza, en este caso durante la década de los 70. “Tu silencio es permitir que se siga haciendo. Ya que lo has sufrido, da el paso para que nadie más lo vuelva a sufrir”, apuntó ayer a Onda Cero Emiliano Álvarez, ex seminarista que ha dado un paso adelante y ha denunciado ante el Obispado de Astorga un nuevo caso de abusos.

Álvarez señaló que sufrió los abusos cuando tenía 10 años, en 1978, por parte de su entonces profesor y tutor en el centro, que en la actualidad continúa ejerciendo como sacerdote sin que se haya incoado expediente.

Esta experiencia, recalcó, “ha marcado mi vida” y reconoció que “no era el único que sufría estos abusos, pero ninguno de los niños decía nada por vergüenza”. Aunque se trata del mismo centro que el de la primera víctima de Astorga, cuyo abusador fue condenado a un año de privación del ejercicio público de su ministerio después de que el Papa Francisco activara el caso, no es el abusador.

“Te ponía la linterna en los ojos, te bajaba el pijama...”, ha recordado el exseminarista, quien insiste en que él no era la única víctima de quien por aquel entonces llamaban 'cola-cao'.

“La noche que te tocaba a ti era toda una vergüenza y no levantabas la cabeza al día siguiente”, apunta la presunta víctima, que suma a esa situación las “hostias que te llevabas encima, cómo ibas a decir nada entonces”.

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