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La OCDE, o los economistas como gurús de la educación

¿Debe la escuela educar en valores o sólo en conocimientos?

Daniel Sánchez Caballero

PISA, PIACC, Education at a Glance, Education Policy Outlook... en los últimos años la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) inunda regularmente los sistemas educativos con informes de todo tipo. Se miden los resultados de los alumnos de 15 años, se observan los números, se comparan las políticas de unas y otras naciones, se analizan fortalezas y debilidades de la educación de los países miembros de la organización.

En España la OCDE se ha convertido en el referente educativo, al menos para el Gobierno del PP. Desde que configuró su gabinete, el ministro de Educación, José Ignacio Wert, manda señales a todo el que quiera escuchar citando los informes y recomendaciones que realiza la organización para justificar y respaldar sus políticas. El último caso se dio hace un par de semanas, cuando el Ministerio mandó una nota que se titulaba: “Los primeros resultados y la OCDE dan un espaldarazo a las estrategias políticas y las medidas de la LOMCE”.

“No es casualidad. Sabemos qué es la OCDE”, resume el sentir de buena parte de la comunidad educativa Mario Bedera, portavoz de Educación del PSOE en el Congreso, en alusión al carácter económico de la organización. “Todos los informes están hechos por economistas y tienen un sesgo de partida muy marcado, están hechos desde el punto de vista economicista”, argumenta.

El Ministerio confirma y desmiente al tiempo. Según Ismael Sanz, director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, la OCDE es una referencia más para España, no la única. “Hay varios ejemplos de buen hacer educativo, varios países como Canadá, Finlandia o Japón que han logrado combinar la excelencia en la educación y la equidad, y que constituyen un buen referente de políticas y programas a llevar a cabo”, explica. Sanz añade que también “hay organismos internacionales y supranacionales como la UE, la OCDE y la IEA que llevan a cabo pruebas en las que participa España”, aunque admite que “los estudios e informes de la OCDE son de gran utilidad también para el Ministerio”.

Entre unos y otros se encuentran los que, como José Antonio Martínez, presidente de honor de la Federación de Directivos de Centros Educativos Públicos Fedadi, opinan que si la OCDE se ha hecho el referente “es porque no hay otro, ni más ni menos”. Según la opinión de Martínez, “todo el mundo quiere explicaciones cuantitativas, números... La OCDE tiene unos datos que, independientemente de las interpretaciones que se hagan después, son incuestionables en cuanto a su solvencia, la seriedad con los que los tratan, etcétera”. Pero este director de instituto reconoce que la OCDE “es una organización para el desarrollo y ven las cosas desde el punto de vista de la empleabilidad”.

“Una estrategia deliberada”

Pero donde el Ministerio ve una suma de evaluaciones e informes la Marea Verde, el colectivo educativo que lucha contra la LOMCE, ve “una estrategia deliberada de una parte de la sociedad, la que gobierna ahora, de poner en valor una visión neoliberal de la vida, y la OCDE forma parte de esto”, sostiene José Luis Pazos, portavoz de la Confederación de Asociaciones de Padres CEAPA, integrada en la Plataforma en defensa de la escuela pública.

Bedera coincide con esta tesis de la estrategia deliberada. “Todo lo que tiene que ver con la educación se entiende en términos de oferta y demanda, se va haciendo que la educación pierda el perfil de derecho para pasar a ser un bien de consumo”, analiza.

Dentro de los informes y evaluaciones que realiza la OCDE el buque insignia es PISA, un examen trianual que realizan los alumnos de 15 años de los países miembros –y otros que no lo son, en la última edición participaron más de 60 países–. La OCDE utiliza los resultados de este examen, que evalúa las competencias de los estudiantes en matemáticas, ciencias y lengua. La tendencia en educación es que ya no interesan los conocimientos sino saber aplicarlos, lo que se conoce como competencias. Con los resultados, realiza clasificaciones por países y evalúa qué políticas funcionan y cuáles no.

En los últimos años PISA se ha convertido en el referente educativo mundial. PISA da y PISA quita. Pero cada vez hay más voces que se levantan contra esa referencia. Pocos días antes de que se publicaran los resultados de la última prueba en diciembre, el diario británico The Guardian publicó una carta abierta firmada por 50 académicos del mundo anglosajón alertando de los daños de PISA y del enfoque economicista del examen dado la organización que lo auspicia.

“Si todo lo medimos en parámetros económicos vamos a perder una parte esencial de lo que algunos pensamos que es la educación”, afirma el diputado Bedera. “El objetivo de la educación es hacer ciudadanos. Si además hacemos buenos técnicos que rindan en el trabajo, perfecto. Ellos [dice en alusión a los que gobiernan] piensan que en la escuela se aprende a multiplicar y dividir y los valores se traen de casa. Otros pensamos que la escuela socializa, te obliga a ser tolerante y pone sobre la mesa otros valores que no tienen por qué ser los de tu familia”, ahonda.

“Las políticas consideran la evidencia”

Sanz, director del INEE, niega la mayor. “No creo que haya tal enfoque. Las políticas educativas tienen que tener en cuenta todos los aspectos y facetas. Cualquier investigador que aporte una idea basada en rigurosa evidencia empírica tiene las puertas abiertas en INEE”, afirma.

Y con carácter general, añade: “La educación tiene muchos objetivos: algunos de ellos son la realización de la persona, su formación como ciudadano o la adquisición de competencias”, argumenta. Además, Sanz defiende que “las políticas educativas del Ministerio tienen en consideración la evidencia empírica y las buenas prácticas de los países que han logrado alcanzar la excelencia y la equidad educativa. La UE se ha marcado para 2020 una serie de objetivos en materia de educación y formación –relativos a la tasa de abandono temprano, población con estudios superiores, escolarización infantil, etcétera– que constituyen una guía para las políticas educativas”, añade. Y defiende la validez de los programas de la OCDE como PISA: “Son el resultado del consenso entre expertos educativos de 65 países y sus informes contienen información relevante sobre aspectos que funcionan bien –y mal– en otros sistemas”, argumenta.

Para los opositores a este modo de enfocar la educación el problema, además, es que la OCDE engloba países muy diferentes entre sí y con realidades muy variadas, no comparables entre sí. “Los países de la OCDE no son los mismos que los de la UE. Incluye países de Latinoamérica, Asia..”, explica Carlos López, secretario general de FETE-UGT, la sección educativa del sindicato. Y según él, el Gobierno utiliza esta disparidad “con una clara intención política. Cuando hace referencias a las ratios de alumnos por aula o los sueldos, habla de países que pueden estar desde los 600 o 700 euros hasta los que llegan a los 3.000, por lo que desvirtúa la media”, afirma en alusión a la última andanada de Educación contra los maestros.

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