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González y Cebrián nos quieren gobernar

Felipe González y Juan Luis Cebrián, en la entrega de los premios de periodismo Ortega y Gasset en mayo de 2015. Foto: Paco Campos/EFE

Gumersindo Lafuente

Defendamos, claro que sí, la libertad de expresión de González y Cebrián. El que ellos disfruten de tribunas privilegiadas para expresar sus opiniones cuando les place no menoscaba ni un ápice ese derecho. Incluso me atrevo a decir que estratégicamente es un error concederles la posibilidad de hacerse las víctimas. Siempre es mucho más práctico escuchar, preguntar y debatir, que silenciar. Sobre todo cuando el discurso es tan endeble, tan prepotente, tan alejado de los problemas cotidianos de millones de españoles.

Puede ser comprensible la algarada juvenil, pero es una equivocación. Los mismos derechos que reclamamos para nosotros, debemos concedérselos a los demás, por muy mentirosos que sean sus argumentos. Ahora bien, eso no significa que cualquier protesta deba ser acallada. Vivimos en un país, parece que los señores González y Cebrián no se han enterado, en el que desde la aprobación de la 'Ley Mordaza' por el PP las restricciones a la libertad son agobiantes.

Y no caigamos en la trampa de enredarnos en debates estériles. Lo más preocupante ahora no está en el terreno de esta extraña pareja que quiere dictarnos lo que debemos pensar y lo que debemos hacer desde la burbuja de su privilegiada realidad. Mientras a ellos, que son el pasado, les vale con tener un mal gobierno, encabezado por un partido (el PP) atravesado de lado a lado por la corrupción y consentido por otro (el PSOE) dinamitado por el debate entre la decencia y el colaboracionismo, a una gran mayoría de los ciudadanos, que deberían ser el futuro, lo que de verdad les preocupa es su agobiante presente de desigualdad, precariedad y exclusión.

Apoyemos, claro que sí, que González y Cebrián puedan hablar en la universidad. Pero pongamos al menos el mismo empeño en recuperar un sistema que permita a cualquier joven estudiar en ella independientemente de la situación económica de su familia. Defendamos la sanidad del acoso neoliberal de un gobierno que quiere dinamitarla para regalarle el negocio a las empresas privadas. Luchemos por unas televisiones públicas al servicio de los intereses de todos y que no dilapiden el dinero de nuestros impuestos. Trabajemos por una sociedad solidaria que no cierre los ojos ante la tragedia de los refugiados o la injustificable situación de los CIEs, verdaderas islas de desprotección de los mínimos derechos de las personas.

Puestos a elegir, empleemos nuestro tiempo y nuestra energía para estar junto a los más débiles, que los fuertes, lo vemos todos los días, siempre tienen al dinero y al poder cerca para protegerlos.

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