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La hegemonía de la izquierda

El futuro secretario general del PSOE, Pedro Sánchez

Rosa Paz

A la vista de lo mal que le ha sentado a la derecha la decisión del recién elegido -y aún no ratificado- secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de que sus eurodiputados votaran en contra de lo pactado por el Partido Socialista Europeo y, por tanto, en contra de la elección del exprimer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea, se podría decir que Sánchez ha estado acertado. Porque la derecha, que hasta el domingo se deshacía en elogios al entonces candidato a liderar el PSOE, ha sentido que trastabillaba. De repente, el moderado se les había convertido en radical. Y todo por el voto de catorce de los 751 diputados del Parlamento Europeo.

Lo importante no es, con todo, esa reacción de los conservadores. Ni siquiera las críticas de quienes desde las filas socialistas le reprochan que haya roto un pacto y una tradición o los que le dicen que estas cosas precisan más reflexión. Lo importante es que Sánchez ha demostrado con un golpe de efecto que sabe que el PSOE se está jugando la hegemonía de la izquierda y la posibilidad de volver a gobernar, capacidades ambas que quedaron en entredicho en las elecciones de 2011, primero en las municipales y autonómicas, en las que perdió casi todo el poder territorial, y después en las generales, que le supusieron la mayor derrota desde la recuperación de la democracia. Su posición empeoró en las elecciones europeas del 25 de mayo, no solo porque Podemos irrumpió con fuerza en el espacio de la izquierda, sino porque una porción elevada de las papeletas que le dieron sus cinco diputados provenían directamente del PSOE.

Parece que el nuevo líder del socialismo español baraja esos datos y está decidido a cambiarlos. Con gestos como el rechazo a Juncker, que no tienen ningún coste inmediato y que, sin embargo, marcan distancia del PP y dejan con el pie cambiado a sus rivales de la izquierda. Principalmente a Podemos, que es la fuerza política que compite directamente con el PSOE y con IU.

Ahora bien, para recuperar la confianza de la sociedad, para reconectar con los cuatro millones y medio de votantes que abandonaron a los socialistas en los últimos comicios generales, para cortar la sangría de desafección, Sánchez tendrá que hacer algo más que gestos para la galería. Tendrá que llevar a la práctica su apuesta por la democratización y la apertura del partido y por la regeneración de la democracia española. Pero deberá también precisar cuáles son sus propuestas en política económica para acabar con el paro, con la desigualdad social y con el empobrecimiento de tantísimos ciudadanos que sufren las consecuencias del austericidio.

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