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Noticias y cuentos sobre la muerte de una niña

Portada de La Voz de Galicia dedicada a las investigaciones sobre la muerte de la niña

Luís Villamor

El uso de las fuentes en el periodismo es un factor clave. Su utilización deficiente, frívola o folletinesca puede convertir una publicación seria en un «fanzine» si se producen intoxicaciones o imprecisiones de grueso calibre. Los rumores, todos sabemos, no son noticia, aunque, es cierto, que muchas veces constituyen su espectacular antesala. En el caso de la niña asesinada en Santiago, todas las alarmas sobre periodismo serio han saltado por los aires.

Asunta Basterra lleva muerta apenas una semana y ya se han escrito océanos de tinta sobre un hecho que ha conmocionado a la sociedad gallega, no solo por tratarse del asesinato de una menor adoptada sino por las circunstancias sociales y el entorno del caso. La mayoría de las cabeceras en Galicia han apostado por darle páginas y páginas al suceso como si la extensión representase necesariamente más información, en una suerte de impropia pero habitual «fiebre amarilla», cuando los datos eran escasos y la especulación volcánica.

Los lectores se encuentran sumergidos estos días en un océano de dudas. Tienen pocas certezas y alimentan muchos rumores, algunos emanados directamente de la prensa que consumen, más adicta, a lo que se ve, a trabajar con sugerentes hipótesis que con datos contrastados. «Facts are sacred, opinions are free».

Una mirada al periodismo anglosajón, no a los tabloides y digitales sensacionalistas, nos permitirá comprobar este aserto elemental, que nos ha de llevar necesariamente a colocar los hechos en un lugar del periódico, y las opiniones en otro, y hasta con distinto alarde tipográfico.

A la noticia de la aparición del cadáver de Asunta han seguido una serie de titulares tan atractivos como contradictorios, sin que medie, de un día para otro, explicación alguna al público y mucho menos fe de errores por quien publica y difunde las informaciones falsas. El lector, ante los cambios en cada información, ha tenido que conformarse con que las investigaciones «han dado un giro inesperado». Ese recurso o triquiñuela periodística ha servido para justificar lo desajustado del titular del día anterior.

El pasado 25 de septiembre La Voz de Galicia publicaba que la niña era «heredera universal» del patrimonio de sus abuelos, hipótesis ampliamente manejada después, a modo de efecto arrastre, por tertulianos, enviados especiales y demás hordas periodísticas. Cuarenta y ocho horas más tarde este mismo rotativo le contaba a sus lectores que «Asunta no aparece en el testamento de sus abuelos pero recibió bienes en vida». O sea, todo lo contrario.

También se dio por cierto que a los padres de la pequeña se les investigaba por el asesinato de los abuelos. Horas más tarde, ni una palabra del asunto, ni un desmentido, ni una disculpa.

Es norma publicar al menos cuando un par de fuentes avalan la información, y no precipitarla antes, lo que al parecer, con algunas excepciones mediáticas, ha dejado de estar de moda. El público también ha podido leer, en este caso, en El Correo Gallego, que Rosario Porto, la madre de la niña, era igualmente hija adoptada para, horas después, el rotativo compostelano convenir en titulares que en realidad se trató de «un embarazo de riesgo». ¿Qué importancia tenía ese dato? ¿Qué justificación para ese error?

No es lícito suscribir que la realidad no te estropee una buena crónica. Los periodistas, máxime cuando se trata de un suceso, debemos presentar en titulares un enfoque de los hechos lo más esencial posible.

Aventurar las hipótesis y comentarios convenientes, si lo requiere el caso, pero ya no como noticia, a no ser que simplemente queramos hacer del periodismo un cuento. «Stories», en inglés,se aplica a las noticias, pero también significa cuentos.

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