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La crisis climática también causa olas de frío como la que afronta España y que provocan mayor mortalidad que el calor

Dos personas avanzan entre la nieve llevando maletas este domingo en Madrid, tras el paso del temporal Filomena. EFE/Ballesteros

Raúl Rejón

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El cambio climático es una cuestión de extremos. De dientes de sierra. Un planeta recalentado conlleva picos de calor, sí. Pero también olas de frío como la que afronta esta semana España y que provocan, además, una mayor mortalidad que la asociada al exceso de temperatura.

El calentamiento global de la Tierra está detrás de episodios extremos como tormentas, huracanes, sequías y picos de frío. Es decir, un globo cada vez más cálido, experimenta un clima alterado en el que se producen extremos gélidos.

La relación hay que buscarla en la subida de temperaturas en el Ártico que en los últimos 30 años se ha recalentando el doble que el resto del planeta. Según pierde hielo y nieve, su superficie es más oscura y absorbe todavía más calor. Esto está alterando la corriente de aire de chorro que regula buena parte del clima en el hemisferio norte, lo que se conecta con una mayor probabilidad de padecer olas de frío como han evidenciado las investigaciones de la doctora Jennifer Francis del Centro de Investigación Climática de Woodwell en EEUU.

En España ocurre esto mismo. Tras las observaciones de la series temporales que abarcan 34 años de temperaturas en Castilla-La Mancha se ha comprobado que el calentamiento global no ha dado lugar a “una disminución del número de días con ola de frío ni en su intensidad”, según ha comprobado la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto Carlos III al estudiar la mortalidad de estos fenómenos. Es decir, una ola de frío no desmiente la realidad de que la temperatura global del mundo no para de subir. 2020 ha empatado como el año más cálido registrado junto a 2016 y, al arrancar 2021, ha entrado una corriente de aire polar con la borrasca Filomena, su temporal de nieve y ahora este pico de frío.  

Así que la crisis climática no elimina los episodios gélidos que, además en España tienen un precio más alto para la salud pública. Que haya calentamiento no significa “que las olas de frío vayan a desaparecer”, avisa el científico principal del ISCIII, Julio Díaz. Pero esos picos van a llegar cuando “nos estamos desadaptando a las temperaturas más bajas”. Por eso, las olas gélidas tienen “un mayor impacto en la mortalidad atribuible a la caída de temperaturas que la de los picos de calor”.

“La gente está acostumbrada a vivir en un rango de temperaturas y se dan adaptaciones fisiológicas y socioeconómicas”, abunda Díaz. “Puede que vayamos a un escenario de menos olas, pero, al mismo tiempo, con más impacto. El frío no suele producir en España una muerte directa, es decir, por congelación, sino que es un efecto indirecto porque agrava patologías”, cuenta Díaz. De hecho, los fallecimientos asociados al exceso de frío se producen entre 5 y 15 días después del episodio, lo que “rebaja la alerta”, explica el investigador. Según los trabajos de Díaz y Cristina Linares en el ISCIII, por cada día de ola cálida se produce una media de tres fallecimientos relacionados con el exceso térmico. Por cada día de frío extremo, se han contabilizado 3,5 fallecimientos. Por esta razón, aunque las muertes totales por calor son más (unas 1.300 atribuidas al año frente a 1.100), al producirse durante más días, la mortalidad de las olas de calor está por debajo de la asociada a las de frío.

Este pico alcanzará muchas temperaturas de disparo

Lo que han acreditado estos científicos, es que, en España, el umbral de alerta por frío varía según la zona en la que haga mella. No es lo mismo en la Región de Murcia o Sevilla que en Madrid o Ávila. Cada una tiene una temperatura mínima a partir de la cual “se dispara la mortalidad”, analizan. En Almería, está en 6ºC, en Murcia en 4ºC. En Madrid es -2ºC . En Ávila es -10ºC y en Barcelona es 0 ºC.

La ola de frío en la que está metida España en enero de 2021 trae desplomes de la temperatura en ese umbral o incluso por debajo en muchas provincias. En Almería van a estar sobre los 5 o 6ºC de mínima toda la semana; en Murcia las mínimas rondarán entre 1 y 3 grados. En Madrid se bajará a -4 y -5 grados. En Castellón tocarán los -1 y -3º C cuando su temperatura de disparo está en 2 ºC. En Sevilla, van a caer hasta 0 y -1ºC varios días y su umbral es de 2ºC. Toledo se desplomará a -9, tres grados menos que la temperatura a partir de la cual se multiplica la mortalidad por frío.

El episodio va afectar a localidades acostumbradas al termómetro en negativo. Teruel, cuyo umbral de alarma es ya de por sí bajo: -8ºC, va a superar ese límite y alcanzar -11ºC en la capital. Las ciudades de Cáceres, Badajoz, Guadalajara, Soria, Valencia, Albacete, Ciudad Real, Cuenca o Salamanca tienen previsiones de caer por debajo de sus temperaturas de disparo, según los cálculos de la Aemet.

Sin embargo, la preparación ante el frío decae mientras la desarrollada contra el calor ha aumentado. “Los planes de calor comenzaron a activarse en 2004 tras la tremenda ola de 2003. Y han funcionado. Se ha pasado de un incremento de mortalidad del 14% por grado centígrado a un 2% por cada grado excesivo”, ilustra Julio Díaz. “Ahora es normal ver salir en verano a las personas mayores con una botella de agua y pantalones cortos. Hace 30 años era impensable”, recuerda el investigador.

En el mismo periodo de tiempo, con las mismas mejoras socioeconómicas y del sistema sanitario, el impacto del frío se ha mantenido estable en torno al 4% por grado. “Hacer planes para el frío es más complicado porque entran en juego enfermedades infecciosas que hace que sea mucho más difícil, pero eso no quita que se haga porque podemos disminuir esa mortalidad”, pide Díaz.

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