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Rockberto, marioneta entre la leyenda y los botellines

Néstor Cenizo

Rockberto es el icono de la Málaga underground o verdadera (según se vea), referente generacional y cantante de Tabletom, que murió en 2011. Se acaba de estrenar una obra de teatro en su recuerdo que no es un homenaje al uso. En Rockberto, er penúrtimo consierto hay música en vivo, crónica social, ensoñaciones, costumbrismo malaguita y una marioneta que habla y siente como Roberto González, Rockberto. En la obra también se reparten cervezas. Rockberto, claro, se pide una para desayunar y la acompaña con un pitufo. “De mitomanía hay poco; hay más cercanía y espontaneidad”, explica Gonzalo Cano, el encargado de hacer que Rockberto la marioneta se mueva como Rockberto la persona.

Cada jueves y viernes hasta el 18 de diciembre, el cantante se encarna en el cuerpo de trapo que le dio Ángel Calvente y habla por la voz áspera de Alejandro Sierra Bola en el Teatro Cánovas de Málaga. Cuenta Sergio Rubio, director, que cuando lo vio en otra obra comprendió que aquel títere merecía su propia historia. Han pasado tantos años de aquello que el Málaga jugaba la Liga de Campeones. En este tiempo ha pulido la idea original con los otros seis integrantes del proyecto, hasta que ha salido algo inspirado en Rockberto, la persona.

La marioneta sobrevuela la obra pero no la monopoliza. No es un recorrido por la vida de Roberto González, sino un “viaje por su universo”, con cerveza, bastante guasa y canciones (suenan en acústico El Vampiro o No Tengo Ná, entre otras). El libreto es un intento de traer su ideario a lo que nos pasa hoy. “Me han ofrecido el éxito a cambio de renunciar a mí mismo. Debería perder 10 kilos, depilarme las cejas (que dicen que da puntos), afeitarme y buscar un trabajo estable… ¿Qué hace que una persona cambie su forma de vida a costa de sí mismo?”, se pregunta un personaje que busca trabajo. Justo lo que no hizo Rockberto, a quien Jesús Quintero preguntó: “¿Tú no has tenido tiempo de venderte?, ¿no has encontrado un ratito?”.

En torno a Tabletom se ha consolidado la leyenda de grupo maldito, tan ignorado comercialmente como venerado en Málaga. Por eso en la plaza de la Mierda hay un busto de barba extrañamente recortada y pelo repeinado en recuerdo del cantante. Hay más ejemplos, como esta cita de un chat de Sur: “Lector: Gracias Tabletom, os merecéis como mínimo una calle en Málaga. Rockberto: Vale, pero que no sea muy larga”.

Los responsables de Rockberto, er penúrtimo consierto desdramatizan la responsabilidad de la misma forma que lo haría el aludido. “A él le daba todo igual”, recuerda Bola. Por eso juegan con la leyenda y durante la obra reparten cervezas a euro: “Yo vendo cervezas para sacarme un plus, y si el bolo va bien me da para un campero de pollo”, explica el personaje. “Al final tenemos que hacer lo que se nos da bien… ¡Vender cervecitas!”, exclama una marioneta al final del espectáculo. Vender latas y chapas de botellines es una forma digna de ganarse la vida, porque la cultura da para poco, dicen los actores: “No os que no nos den facilidades, es que intentan amputarnos la cabeza con el IVA, con el cierre de circuitos, con espacios escénicos sin programación…”. Basta echar una cuenta por encima para concluir que no hacen teatro por dinero.

Rockberto es el “cantante de voz de graja y perfil de chamán de Tolkien, contrahecho y chulo como un ocho”, según el obituario que Héctor Márquez escribió en EfeEme; el libertario que empezó con Tabletom en una comuna anarco-hippie y antes trabajó en una oficina de Banesto; el que se olvidaba de cobrar los bolos y quien cantó Andaluces de Jaén sobre la base del Why don't we do it in the road, de los Beatles, en la Gira Histórica por el voto a favor del Estatuto de Autonomía. También es el compositor del célebre Me Estoy Quitando, a partir de una frase de Camarón de la Isla.

Rockberto no es cualquiera y por eso esta obra modesta agota las localidades en cada sesión. “El día que yo me muera, que me echen tres en uno, porque yo me quiero ir, sin hacer ruido ninguno”, dice en un vídeo donde ya se observa su deterioro. No encontró la fama fuera de Málaga pero cuatro años después de terminarse la vida sigue llenando las salas de la ciudad. Todavía no ha dado su último concierto.

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