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Zenobia Camprubí, más allá de Juan Ramón

Una muestra de más de 200 piezas descubre la cara más desconocida de Zenobia Camprubí

Juan Miguel Baquero

Dicen que Zenobia hubiera sido Zenobia sin Juan Ramón, pero Juan Ramón no hubiera sido Juan Ramón sin Zenobia. Dejó escrito, sin embargo: “y no volví a perder más tiempo en fomentar espejismos”.

Zenobia Camprubí (Malgrat de Mar, Barcelona, 1887 – San Juan de Puerto Rico, 1956) fue una mujer polifacética y con amplia formación. Un testimonio excepcional de la historia en femenino del siglo XX que aparca sus “veleidades literarias” para cincelar a su marido, el Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881 – San Juan de Puerto Rico, 1958). Una ilusión, entonces, una figura eclipsada. La luz del creador de Platero y yo.

Colaboradora incansable, no era exactamente una mujer tras el autor o bajo su regazo. “¿Zenobia una mujer sometida? Qué tontería, era una mujer inteligente, moderna”, que ancla su esfuerzo en pulir la producción literaria de Juan Ramón, relata Emilia Cortés, doctora en Filología Española por la UNED y coordinadora de la exposición 'Zenobia Camprubí, en primera persona'.

La muestra, organizada por el Centro de Estudios Andaluces y la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez, trae al Museo de la Autonomía de Andalucía (del 17 de septiembre al 10 de enero de 2016) un recorrido cronológico por aquella vida rica en pensamiento y acción. Dividida en seis secciones, presenta más de 200 piezas entre documentos y objetos personales, fotografías y publicaciones, reunidas para la ocasión procedentes de fuentes diversas como el Archivo Familiar Zenobia-Juan Ramón Jiménez y la propia Fundación homónima, el Archivo Histórico Nacional y el Centro de Documentación María Zambrano.

 

“El verdadero motivo de mi vida”

“Como no me casé hasta los veintisiete años, había tenido tiempo suficiente para averiguar que los frutos de mis veleidades literarias no garantizaban ninguna vocación seria. Al casarme con quien, desde los catorce, había encontrado la rica vena de su tesoro individual, me di cuenta de que el verdadero motivo de mi vida había de ser dedicarme a facilitar lo que era ya un hecho y no volví a perder más tiempo en fomentar espejismos”, dejó escrito Zenobia.

Apuntes desconocidos de su biografía la reconocen como una viajera incansable que dominaba varias lenguas (español, inglés y francés) y tenía una amplia formación en literatura, historia y música. Zenobia era vitalista, moderna, solidaria, independiente, emprendedora… y polifacética: traductora, escritora, maestra y reportera.

Trabajó hasta la extenuación en el desarrollo y difusión de la obra literaria del poeta onubense. Tanto que la obra de Juan Ramón no puede entenderse sin la aportación de Zenobia. El próximo año se cumplen 60 de su muerte, en Puerto Rico y sólo tres días después de la concesión del Nobel, y en esta nueva exposición ella misma, en primera persona, toma la palabra para descubrir la travesía vital de sus vivencias y pensamientos más íntimos.

“Todos mis ilusionados proyectos han ido al cesto de papeles pero tengo alternativas demasiado graves para ponerme a llorar ahora”, escribía desde el exilio americano.

 

Una joven Zenobia en Nueva York

La trayectoria vital y el legado de Zenobia son un símbolo del esfuerzo titánico de la mujer española para mantener la dignidad personal por medio del trabajo y la autonomía intelectual. Sus relatos, diarios y epístolas, junto a las imágenes que recoge la exposición, constituyen evidencias de quien fuera precursora en negocios de exportación y una de las primeras mujeres con carnet de conducir en España, involucrada en iniciativas culturales y sociales como la protección de la infancia y la conquista por los derechos y libertades de la mujer.

 

 

Como cuenta la muestra, los apuntes sobre su infancia traen un periodo feliz pero marcado por constantes traslados familiares y sus primeros viajes al extranjero. En 1905 se instala en Nueva York, junto a su madre y hermanos tras la ruptura conyugal de sus padres. “Estoy tan encantada y tan entusiasmada con todo, que no creo que haya una persona que disfrute de la vida más que yo”, expresaba.

Una juventud neoyorkina que marca su carácter. Un tiempo plagado de ocio, nuevas amistades y una formación con profesores particulares que desemboca en su ingreso en la Columbia University en 1908. Un año después tiene su primer y apasionado encuentro con Andalucía. “La base de mis fantasías se basaba en los dorados sueños infantiles y desde que tuve cinco años llevo colocando muchas piedras preciosas sobre esta elaborada base”.

La ebullición social y cultural de Madrid en 1910 encaja a la perfección con Zenobia. En plena efervescencia vital, en un acto en la Residencia de Estudiantes, conoce a Juan Ramón Jiménez. Pese a la inicial resistencia familiar, la pareja contrae matrimonio en Nueva York en 1916.

Ahí arranca una etapa prolífica para ambos, en la que la obra del que será Nobel de Literatura queda abrazada por Camprubí. Con la Guerra Civil, y tras el apoyo expreso a la República, llega el exilio. El acelerado periplo propicia destinos en Norteamérica, Cuba y, finalmente, Puerto Rico. Son años de dolor y pérdidas. Zenobia, víctima de un cáncer de útero, sufre un deterioro progresivo de su salud. Pero lega obras como el inédito Diario de Juventud que será editado en otoño. Y culmina proyectos como la propuesta del poeta plateriano al Nobel, premio que Juan Ramón recibe de espaldas a la España oficial y apenas días antes de la muerte de Zenobia Camprubí.

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