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De Andalucía a Catalunya huyendo de los señoritos

Manuel Gómez Fernández

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El pasado 10 de Enero, el presidente de la Junta de Andalucía contestó una intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián en la que decía que sus padres se fueron de Jaén y Granada huyendo de los señoritos. Este hecho pudiera ser uno de tantos otros que vemos a diario en los debates políticos. Pero bajo mi punto de vista, tiene más trascendencia de lo que parece. 

La “batalla cultural” de Juanma Moreno Bonilla no es la batalla cultural de la extrema derecha, sino la de la agenda andalucista. Y si bien un presidente andaluz necesita ser andalucista para sobrevivir políticamente, podría haber jugado este papel con menos acierto. Sobre esto se ha escrito bastante: desde una redefinición derechista del andalucismo, el desplazamiento del centro del andalucismo institucional de Sevilla hacia Málaga, o la institucionalización de demandas del andalucismo histórico que el PSOE nunca se atrevió a llevar a cabo.

Pero que Moreno Bonilla sea catalán, ya que sus padres emigraron a Barcelona, es algo también a destacar. Pues es la misma carta que Inés Arrimadas jugaba en Catalunya: está dispuesto a usar Andalucía para confrontar con el independentismo catalán en favor del españolismo. No de Andalucía.

Si atendiéramos a la literalidad de lo dicho por Rufián, pudiese parecer que los andaluces que emigraron a Catalunya eran andaluces progresistas, por eso huían de los señoritos. Imagen que por cierto asume desgraciadamente algunas veces el andalucismo, como si de un pecado original se tratase.

Si bien es cierto que el andalucismo político sembró sus raíces en la Catalunya franquista y en la transición, el motivo por el que una parte de nuestro pueblo emigró fue mucho más económico que político

También podría parecer que la Catalunya de la dictadura a la que emigraban los andaluces fuera un paraíso progresista, donde no hubiera señoritos, ni franquistas, ni burgueses. Y si bien es cierto que el andalucismo político sembró sus raíces en la Catalunya franquista y en la transición, el motivo por el que una parte de nuestro pueblo emigró fue mucho más económico que político. 

Lo que no se puede negar es que los que emigraron se llevaron Andalucía a cuestas. Por eso se le dice a Catalunya la “novena provincia andaluza”, ya que la fuerte identidad andaluza convivió y convive con la catalana en el mismo suelo, no sin dificultades. Por eso en Catalunya se hace flamenco o hay una Feria de Abril con una fuerte importancia social, política e institucional. Porque Andalucía también está aquí, en Catalunya, aunque el paso del tiempo haya podido debilitar ese lazo histórico que nos une.

Por eso el presidente andaluz hace guiños a la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Catalunya, FECAC. Por eso nombró a Enric Millo, político catalán, como Secretario General de Acción Exterior de Andalucía.

Y por eso el presidente andaluz, nacido en Barcelona, sabe que no hay mejor forma de reforzar el españolismo que usar a Andalucía para confrontar con Catalunya. Y de camino llevarse Barcelona a Málaga para competir en internacionalización.

Be careful with the Andalusian Crush

Y precisamente por esto el andalucismo de izquierdas no debe jugar a este juego victimista que beneficia a la redefinición derechista del andalucismo.

Está bien defenderse y sacar las uñas si la situación lo requiere. Pero ofenderse si alguien en Catalunya presume de flamenco o si, con más o menos arte, alguien hace un chiste con la Virgen del Rocío, es jugar en contra de Andalucía. Está bien defender y poner en valor la cultura pero sin caer en la trampa del folclore y el chovinismo.

Si el PP está explotando una dinámica de confrontación entre Andalucía y Catalunya, en favor de la España que ellos representan, se debe cortocircuitar en favor de Andalucía y de los pueblos

Además esa Andalucía no sólo emigró, sino que emigra. La emigración de jóvenes andaluces a las grandes urbes industriales sigue ocurriendo a día de hoy, pero en un contexto muy distinto. La Andalucía de hoy, si bien sigue estando por detrás en materia de economía, es una nación moderna y con infraestructuras. Y con muchos jóvenes formados en Andalucía que no huyen de señoritos, sino en busca de un ascensor social que funciona a duras penas desde el estallido de la última gran crisis. Jóvenes que, por cierto, siguen teniendo dificultades para acceder a una vivienda digna. Dificultades que se viven en Catalunya, en Madrid o en Andalucía, por nombrar a las tres comunidades con mayor población. Es decir, un fenómeno económico que nos está igualando territorialmente. Un gran “café para todos” en materia de precariedad.

Si el PP está explotando una dinámica de confrontación entre Andalucía y Catalunya, en favor de la España que ellos representan, se debe cortocircuitar en favor de Andalucía y de los pueblos. Y pienso que para ello hay que reconectar a la juventud andaluza con el andalucismo histórico en Catalunya. 

El andalucismo consiguió mucho, cambió incluso el guión de la España autonómica. Pero el “y nosotros qué” lo lidera el nuevo andalucismo, el de derechas. El andalucismo de izquierda debe marcar perfil propio, observar y aprender de su propio pasado para avanzar.

Aprender del pasado, defender, poner en valor, no replegarse a la defensiva. Sólo así podrá redescubrir y poner en marcha su potencialidad. Solo así el andalucismo de izquierdas podrá volver a ser pueblo.

El pasado 10 de Enero, el presidente de la Junta de Andalucía contestó una intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián en la que decía que sus padres se fueron de Jaén y Granada huyendo de los señoritos. Este hecho pudiera ser uno de tantos otros que vemos a diario en los debates políticos. Pero bajo mi punto de vista, tiene más trascendencia de lo que parece. 

La “batalla cultural” de Juanma Moreno Bonilla no es la batalla cultural de la extrema derecha, sino la de la agenda andalucista. Y si bien un presidente andaluz necesita ser andalucista para sobrevivir políticamente, podría haber jugado este papel con menos acierto. Sobre esto se ha escrito bastante: desde una redefinición derechista del andalucismo, el desplazamiento del centro del andalucismo institucional de Sevilla hacia Málaga, o la institucionalización de demandas del andalucismo histórico que el PSOE nunca se atrevió a llevar a cabo.