23J: Noche electoral

Alberto Núñez Feijóo pega saltitos en el balcón de Génova, no muy lejos de donde, años atrás, Mrs. X partía ordenadores a martillazos. A su lado, Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez bailan un agarrado bajo una musiquilla de twitters ocurrentes, tik-toks de infarto y declaraciones tabernarias.

Todo ello, mientras Martínez Almeida quema libros de Miguel Hernández y de Almudena Grandes, y Cuca Gamarra entona con Casado o sin Casado, “yo sigo siendo la portavoz”. En el skyline de Madrid, el rompeolas de todas las Españas y de las cañas de cerveza, Núñez Feijóo se estremece y danza la algarabía de los alrededores, ornada de banderas constitucionales, de las del aguilucho y de las del toro que el genial Manolo Prieto diseñó para Osborne.

A Nuñísimo, que sonríe con la satisfacción del deber cumplido, el gentío le aclama al grito de re-presidente, porque ya le han estado llamando presidente desde que destronó a su predecesor cuando a este se le ocurrió destapar el legítimo negocio familiar de las mascarillas made in China. Presidente Feijóo, presidente, aunque no lo fuese de la Moncloa sino tan sólo de su partido y del imaginario de aquellos que siempre llamaron okupa al legítimo inquilino del BOE.

"Bien votaos, nos llaman los bien votaos", canturrea el vecindario vintage del barrio Salamanca, los héroes y heroínas de las cacerolas del confinamiento a quienes sus mucamas tuvieron que darles un tutorial sobre cómo manejar tan complicados artilugios

Ya brincan los españoles de bien hasta por muñeiras, pero el líder carismático se refugia en el interior de la sede que su malvado predecesor quiso malvender y a la que tuvo que contratarle una limpieza del exorcista de turno para que erradicase de sus instalaciones el maleficio del campeón de lanzamiento de aceitunas.

Allí, responde a algunos mensajes: “Si no me ha dejado hablar”, le sigue repitiendo a Pedro Sánchez, que le ha mandado por WhatsApp una felicitación en inglés. Está a punto de teclear en un Iphone al que él llama aifón: “Marcial, sé fuerte”. Piensa que se lo debe a su amigo el narco del “sabemos lo que hiciste en el penúltimo verano”. Que qué malos ratitos habrá pasado por su culpa. Se contiene, sin embargo. Los mensajes los carga el diablo y el Pegasus puede estar vigilándole. En el último momento, aborta misión, aunque en su fuero interno se pregunte si el señor Dorado tendrá también una libretita.  

“Bien votaos, nos llaman los bien votaos”, canturrea el vecindario vintage del barrio de Salamanca, los héroes y heroínas de las cacerolas del confinamiento a quienes sus mucamas suramericanas tuvieron que darles un tutorial sobre cómo se manejaban tan complicados artilugios. Los del nuevo frente de juventudes les miran con estupor, sin saber a ciencia cierta qué es lo que tararean, enfrascados en sus propios himnos, con aires de regetón y de música electrónica, entre tatuajes de José Antonio y de Cánovas del Castillo. 

Se acabarán la inflación y El Gran Wyoming, los inquisitivos periodistas de la 1, sustituirán la Ley del Sí es Sí por la Ley del No es No y renovaremos el Consejo General del Poder Judicial, porque ya salen las cuentas

El represidente Feijóo sale de nuevo a la balconada, saluda a unos y a otros con el aire complaciente de un recién casado, pero le reclaman de nuevo dentro. Es su entrenador personal, que quiere que ensaye una serie de frases que le harán falta en los meses venideros: “Herencia recibida”, “deuda pública inaguantable”, “timo ibérico”, “el ingreso mínimo vital es para flojos”, “viva Theresa May”, “si no acabamos con los okupas, prometo implantar una alarma personal para cada español, por decreto ley, ¡viva Berlanga!”.

Afuera, en el exterior, marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y algún que otro cura despistao, entre gritos y pitos, los españolitos de orden y los antisistema estarán llegando ya a la fase de celebración de la amistad y de los himnos regionales. El sanchismo habrá fenecido con su escoria de ERTES y préstamos del ICO a bajo interés, con su revalorización de pensiones y sus inapropiadas cifras de empleo, con sus abortos y sus eutanasias. Ahora, se acabarán la inflación y El Gran Wyoming, los inquisitivos periodistas de la 1, sustituirán la Ley del Sí es Sí por la Ley del No es No y renovaremos el Consejo General del Poder Judicial, porque ya salen las cuentas.  

Al filo de la madrugada, la Lideresa brinda con Mahou y él con alvariño. Sin embargo, ninguno de ellos olvida agradecerle a Santiago Abascal los servicios prestados. Así que se vienen arriba y deciden hacerle un zoom, disimulando el piripi: “Majo, qué bien te has portado. Gracias a ti y a El Yunque, volvemos a tener mayoría absoluta. Pero no vuelvas todavía al Partido. Vox puede seguir siéndonos útil en el futuro”.