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La derecha andaluza torea en la niebla

Juan Manuel Moreno Bonilla

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Lo nunca visto al sur del Missisippí de Despeñaperros: las encuestas vaticinan que, por primera vez en la historia, el Partido Popular protagonizaría un formidable sorpasso sobre el PSOE en caso de que se produjeran hoy unas elecciones que presumiblemente, visto lo visto, podrían terminar anticipándose. ¿Para qué? Tal vez, para que los conservadores andaluces consoliden una mayoría propia y holgada, por si a los de Ciudadanos les da la ventolera y terminan volviéndose otra vez socialdemócratas, línea Inés Arrimadas.

 ¿Y cómo es que ocurre esto cuando todos los de mi pandilla juran y perjuran que nunca volverá a gobernar esta tierra el trifachito? Porque no todos los andaluces son de mi pandilla y lo del trifachito, que no es un simple eslogan sino una realidad consuetudinaria, aparece bien maquillado por los afeites de moderación que ensaya Juan Manuel Moreno Bonilla en un espejo más resultón que el de Pablo Casado. Tan sólo Elías Bendodo imprime un tono épico de escuela oratoria de Blas de Lezo a sus comparecencias semanales; una versión retro, a fin de cuentas, de los chascarrillos de Alfonso Guerra cuando estaba de oyente en La Moncloa.

Hay muchas explicaciones para que el skyline electoral de Andalucía haya cambiado tanto en poco más de un año: quizá pudiera explicarse por el perfil bajo y sin estridencias en la gestión de la crisis de la COVID por el actual Gobierno autonómico, apariencia de eficacia; o los aciertos, por ejemplo, en algunos aspectos de su gestión que se han visto cacareados por el mismo imaginario político, social y mediático que antes ponía una formidable lupa sobre los errores que cometía el PSOE, solo o en compañía de otros, al frente de la Junta de Andalucía.

El PP está cantando bajo la favorable lluvia de los pronósticos. Nada parece alterar su calma chicha, su luna de miel con el electorado, quizá porque no encuentren demasiado eco las críticas a sus reformas legales con nocturnidad alevosía –halehop-- para urbanizar paraísos o para contratar clientela: a fin de cuentas, quizá sea por eso, se dice que episodios semejantes han sido a menudo frecuentes en etapas políticas anteriores.

Sin embargo, más allá de los ejemplos que pudieran citarse en uno o en otro sentido, lo que quizá justifique la irresistible ascensión, sobre todo del PP, sea la ausencia de los contrarios: la derecha andaluza, como les ocurriese a los maletillas de leyenda, torea hoy por hoy en la niebla, sin un adversario claro enfrente. Torero de salón, púgil frente a un punching-ball, tan sólo correrá el riesgo de hacerse trampas al solitario si los socialistas vuelven a salir de los sarcófagos.

Sin BOJA y sin la atención que siempre despierta el mando en plaza, el PSOE de Andalucía casi no tiene quien le escriba. No está desaparecido en combate, pero poco le falta. Instalado en la retaguardia, desde que perdió el poder interno en Ferraz y, sobre todo, el poder político en San Telmo, mantiene centinelas en las trincheras del Parlamento y de los municipios, pero apenas protagoniza alguna escaramuza más o menos sonada de pascuas a ramos. La gente es olvidadiza y hay que mantener la tensión informativa o las noticias de ayer envolverán definitivamente el pescado de mañana.

Moreno Bonilla hace el paseíllo con un formidable traje de luces. A medida que se vaya despejando la niebla sobre el ruedo, sabremos si es capaz de componer el perfil y entrar a ganar, teniendo enfrente a una clara competencia de carne y hueso.

Los socialistas deben decidir pronto si su opción a medio plazo es Susana Díaz u otra cabeza de cartel y si, en un sentido o en otro, lo hacen de manera apacible mejor que mejor para sus expectativas futuras. En la historia reciente del socialismo andaluz y a pesar de tener peor imagen que los plagios de Enrique Bunbury, las querellas y los complots internos estuvieron a la orden del día. Así que si existiera alguna maniobra de tal índole, bien harían en desistir o en perseverar de urgencia en ella, antes de que el tsunami de las urnas vuelva a llevarse sus siglas por delante. Conociendo los antecedentes, un armisticio constructivo entre las partes sería tan idóneo como imposible.  

Las sillas vacías nunca trajeron buenos resultados: que se lo pregunten a Javier Arenas cuando truncó su victoria por no comparecer a un debate de Canal Sur TV. Si los socialistas no renuncian de grado a ocupar la butaca de una oposición contundente, a pesar de que no tengan la influencia de antaño, quizá recobren la frescura de los años 80, por más que no existe ninguna crema anti-edad para quien no cree que necesite esconder sus arrugas.

Al este del Edén, vuelven los reinos taifas. Y si bien la estrategia de la izquierda andalucista de Teresa Rodríguez está bien traída, porque es necesaria, quizá sea un problema de tiempos, digo yo, pero quizá esté chapado a la antigua. ¿Es el momento adecuado para aventurarse a ello? ¿Cuándo lo sería?, me responderán sus impulsores. Y no les faltará razón.

Como siempre conviene citar a los clásicos. Creo que Nikita Jruschev, al frente del polit-buró, dijo algo así como que los políticos siempre hacen lo mismo: prometen construir un puente aunque no haya río. ¿Existe un río andalucista entre los izquierdistas meridionales? Habrá que verlo, pero quizá no sea la mejor vía para comprobarlo la de llegar a una competencia por los escrutinios andaluces con una sucesión de matriuskas que presumiblemente enojen o ahuyenten a sus votantes. El andalucismo sin ambages no puede arriesgarse a otro fracaso en los sufragios. Ni la izquierda pata negra, tampoco. Así que, sin acritud, más valdría un mal acuerdo que un buen descalabro, es un poner.

Pero el reloj nos devuelve a la hora del presente. Moreno Bonilla hace el paseíllo con un formidable traje de luces. A medida que se vaya despejando la niebla sobre el ruedo, sabremos si es capaz de componer el perfil y entrar a ganar, teniendo enfrente a una clara competencia de carne y hueso. Un amplio segmento del electorado de izquierdas está esperando que alguien le diga, alto y claro: va por ustedes.

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