Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Y con tu espíritu
Por si aún no te has enterado, el papa Francisco ha muerto, reavivando la conversación respecto a la religión, la política y la relación de ambas. Es curioso cómo hemos asimilado que la religión, la fe y la espiritualidad son una misma cosa, indivisible, donde pretendemos jugar a una maniquea dicotomía: todo o nada, creer en Dios o no creer.
Y la pregunta realmente es, ¿en qué dios? ¿En el de la fe o el del capital? Porque, aunque parezca mentira, no son lo mismo.
Esta pregunta lleva tiempo acompañándome pero pude habitarla mejor tanto con la obra “Religión vs Revolución”, de Helios Garcés, como durante la 4º sesión del Foro Permanente de los y las Afrodescendientes de la ONU. Allí hubo un debate específico sobre la espiritualidad, lejos de un esencialismo sobre practicas ancestrales sino cómo desde instituciones religiosas colaboraron en la deshumanización del continente africano pero especialmente en el papel que deberían tener en los procesos de justicia, paz y reparación tanto del continente como de la diáspora africana. Y esto fue uno de los consensos entre personas de diferentes prácticas como puedan ser el islam, cristianismos o rasta.
Tenemos demasiado presente la realidad de cómo la fe se ha construido como un instrumento opresor y antiderechos, desde su forma más tradicional en instituciones religiosas como la Iglesia hasta en nuevos formatos (todas las corrientes alternativas y new age) que nos proponen, por ejemplo, abrazar nuestra energía femenina como mujeres, que es quedarnos en casa dependiendo económicamente de nuestros maridos y ser madres mediante partos dolorosos.
Aquí en Andalucía coexistimos con la semana grande, la Semana Santa, una expresión cultural, performativa y casi teatral de los ritos religiosos católicos, pero tan desembarazados de la espiritualidad que tu amiga sindicalista abiertamente atea vaya de nazarena o que uno de los costaleros sea musulmán en la procesión no es extraño para quienes transitamos estas tierras
O bueno, aquí en Andalucía coexistimos con la semana grande, la Semana Santa, una expresión cultural, performativa y casi teatral de los ritos religiosos católicos, pero tan desembarazados de la espiritualidad que tu amiga sindicalista abiertamente atea vaya de nazarena o que uno de los costaleros sea musulmán en la procesión no es extraño para quienes transitamos estas tierras.
Sin embargo, no podemos ignorar la pugna ideológica que estos espacios han tenido facilitando procesos de liberación, proderechos y por la justicia social. Aquí, además de figuras como Malcom X, tendríamos Católicas Por el Derecho a Decidir, el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) fundado por el sacerdote de la liberación Diamantino García, y tantas experiencias que existen dentro de las teologías de la liberación, que entienden las prácticas espirituales como herramientas de los procesos emancipadores.
O más recientemente nos encontramos con que la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) Regularización Ya, que solicita la regularización de más de medio millón de personas migrantes en situación administrativa irregular, es apoyada por un organismo como la Conferencia Episcopal.
Es por ello que creer que lo más liberador, progresista, evolucionado, desarrollado y civilizado es construir un mundo donde no exista ningún tipo de fe, ¿no es acaso lo que nos lleva (inconscientemente) a adorar al dios del capital, el dinero como centro de todo, el consumismo como anestesia ante el mundo que vivimos?
Ser incapaces de dialogar con el mundo espiritual, no entendiéndolo únicamente como religioso, nos ha estado llevando a que sean las instituciones religiosas, en su sentido más reaccionario y fundamentalista, las que se apropien de la fe, de la espiritualidad y de cualquiera de sus símbolos para mantener el status quo
Pues en nombre de una supuesta liberación religiosa podemos negarle, de forma sistemática y acrítica, el derecho a la educación a unas menores por llevar hiyab. Para muchas, esto supone un conflicto muy contradictorio en el que posicionarse, porque tomamos sólo la perspectiva religiosa restrictiva y nos lleva marginalizar más aún a comunidades ya de por sí señaladas.
Plantear que todo católico es del Opus Dei, que todo musulmán es wahabista, que todo judío es sionista o que toda creencia (o expresión de esta) es un signo de atraso es un pensamiento maniqueo y elitista que tan sólo les da más espacio a las corrientes más conservadoras, fundamentalistas y capitalistas.
Ser incapaces de dialogar con el mundo espiritual, no entendiéndolo únicamente como religioso, nos ha estado llevando a que sean las instituciones religiosas, en su sentido más reaccionario y fundamentalista, las que se apropien de la fe, de la espiritualidad y de cualquiera de sus símbolos para mantener el status quo, justificando toda discriminación y opresión bajo mandato divino.