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Exámenes de septiembre
Los partidos políticos españoles tendrán que aprobar en septiembre la asignatura de formar gobierno. Durante este raro verano, dan clases particulares de negociación con la esperanza de raspar un punto que les permita pasar de curso y superar la selectividad de La Moncloa.
Los empollones, PSOE y Partido Popular, no están acostumbrados a esto. Taciturnos, recuerdan los veranos azules o los días de vino y rosas de sus mayorías absolutas. De un tiempo a esta parte, no ligan tanto en las verbenas electorales, Georgie Dann no existe y Ana García Obregón ya no da por inaugurada la temporada con un posado con pareo en las playas de Levante.
Los socialistas, a la fuerza ahorcan, han aprendido a llevarse bien con la mayoría de los alumnos, salvo con los canis de Vox, que les hacen mobbing a los demócratas y les mangan el bocadillo a los gafotas progres. Pero los conservadores sólo pueden hablar con el jefe de estudios, el Rey, para chivarse de que Pedro Sánchez, que es muy malo aunque saque buenas notas, pretende ser delegado de clase cuando no ha sido el más votado en las elecciones, pero cuenta con más apoyos en el parlamento del aula. Y puede aprobar el examen, valiéndose de las chuletas de unos votos que le pasen sus compañeros de pupitre.
A este paso, como no hinquen los codos, a nuestros “tories” les van a suspender otra vez en Conocimiento del Medio y en primer curso de Constitución Española
Que hace pellas, le dicen, de la normalidad política. Que es una anomalía democrática que no gobierne el partido más votado en unos comicios. El primero de la clase, Albertito Núñez Feijoo, al que el profesor de Lengua le suspendió por ponerle tilde a la primera “o” de su apellido, ya ha repetido esta regla matemática cada vez que el maestro lo ha sacado a la pizarra. Aunque su partido no tuvo empacho en gobernar así en Andalucía, en 2018, o en Extremadura, en 2023: “Pero eran exámenes parciales”, protesta el alumno ejemplar con cara de venir ya llorado de Génova, tras los resultados del 23 de julio.
También es una anomalía democrática que propongan a la ministra en funciones Nadia Calviño para dirigir el Banco Europeo de Inversiones. Lo ha repetido el acusica Elías Bendodo, con ese gesto suyo de no haber roto un plato, que le ha valido un diez en buena conducta, pero con la rara sensación del pinchadiscos al que van a echar del guateque por no poner los discos que bailen todos. Y tan patriótico, por cierto, como cuando fueron de viaje de fin de curso a Bruselas para que las autoridades comunitarias no aceptaran la excepción ibérica.
A este paso, como no hinquen los codos, a nuestros “tories” les van a suspender otra vez en Conocimiento del Medio y en primer curso de Constitución Española. A ver, Jaimito, apartado 3 del artículo 99: “Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere la mayoría simple”. Cuca Gamarra no se lo sabe y Félix Bolaños, sí.
Qué raro colegio es España, donde es normal que un candidato se vaya de excursión con un contrabandista y no lo es que el presidente accidental se pire de vacaciones a un país vecino. A Marruecos, viajan miles de compatriotas. En el barco de Marcial Dorado no cabía tanta gente.
En la tabla española de logaritmos, anomalía democrática debiera ser que uno de los principales partidos de este país esté condenado formalmente por corrupción y no pase nada, o que los constitucionalistas se nieguen a aceptarla
En la tabla española de logaritmos, anomalía democrática debiera ser que uno de los principales partidos de este país esté condenado formalmente por corrupción y no pase nada, o que los constitucionalistas se nieguen a aceptarla y no renueven el Consejo del Poder Judicial porque no les guste la Ley que lo regula: como si un automovilista se negara a aceptar el Código de Circulación hasta que no lo cambien como él desee.
¿Qué pretenderán con esa tabla de dividir voluntades? Que toda la clase siga crispada como una pandilla de motoristas. O que tengamos que repetir el curso, o las elecciones, o empezar la democracia desde cero, como cuando asaltaron el Congreso con tricornio o el americano con cuernos de bisonte.
Si tanto les gusta la célebre serie de Antonio Mercero, quizá recuerden su canción: “Del barco de Chanquete, no nos moverán”. De las verdaderas reglas de este juego, tampoco. Por más que quieran convencer al tutor de que la tierra es plana, de que no es delito vender mascarillas a precios de diademas de diamantes o que no está cambiando el clima, sino que somos unos blandengues, ya no aguantamos tanto el calor como antiguamente.
Acabará el verano y, como escribiera Antonio Machado, “las hojas de un verde/ mustio, casi negras,/de la acacia, el viento/de septiembre besa”. También dejó dicho que se llevará algunas “amarillas, secas”. Sólo la historia nos aprobará o nos suspenderá, pero no nos quedará margen ya entonces para la convocatoria de febrero.
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