Fátima nos echa las cartas

Estimada Excelentísima Señora Ministra Doña Fátima Báñez, a la sazón ministra de Empleo y Seguridad Social, por la gracia de Dios y el favor de la Virgen del Rocío:

He recibido con gran emoción y los pelos como escarpias su amable carta del 2 de Enero del presente ejercicio fiscal, Quinto Año Triunfal de don Mariano Rajoy Brey, a quien Dios guarde muchos años, a ser posible en una caja fuerte de Tasmania, junto al diablo del mismo nombre.

En su amabilísima misiva me informa detalladamente del gran esfuerzo y sacrificio que Usía y los suyos están haciendo para conseguir mi felicidad y la de los míos por medio del incremento de mi pensión, que se verá aumentada en 5,67 euros brutos al mes, a los que hay que aplicar el preceptivo descuento impositivo -Hacienda somos casi todos- de más menos el 20 por ciento, con lo que el subidón mensual de mis copiosos emolumentos será de 4,5 euros. Más o menos, unos 15 céntimos diarios. Y soy de los afortunados, que a otros la subida les supondrá cinco céntimos mal contados.

Ante tal dispendio no puedo por menos que agradecerle a Vuecencia y a todos sus ancestros y ancestras la gran generosidad que demuestra al aplicar el incremento del 0,25% cuando el coste de la vida creció en 2016  un 1,5% y para este año se espera que sólo el aumento del recibo de la luz sea más del doble de lo que va a subir mi estratosférica pensión.

Eso sí, me provoca una gran desazón no saber qué hacer con tal ingente cantidad de dinerito fresco que va a entrar en mi cartera. Siguiendo los patrones de conducta marcados por los honrados líderes de su partido, no sé si apuntarme al heliesquí y abrirme una cuenta en Suiza, como Luis Bárcenas; comprarme un modesto ático de 200 metros cuadrados en Estepona, como Ignacio González; alquilar un pequeño yate de 50 metros de eslora y 10 de manga (por manga que no quede), como Rodrigo Rato, o cuando llegue al millón de euros, guardarlos en el altillo de mi suegra, como Francisco Granados. Creo que podría cumplir con cualquiera de estos objetivos en un plazo razonable de tiempo, no más allá del año 5.555, que es el que más rima con el esfuerzo.

Otra alternativa más acorde con mi depravada forma de vivir, sería gastarme todo ese dinero en vino, que daría para comprar dos botellas al mes para los cuatro que somos en casa. Podríamos darnos a la bebida, con el peligro moral que ello conlleva para nuestra alma inmortal.

La codicia de los pobres

Tiene razón una vez más, señá menestra, cuando asegura que la munificencia mostrada por el Gobierno permitirá conciliar el incremento asegurado de todas las pensiones con la necesaria salvaguarda económica del sistema, no vaya a ser que por la natural codicia que tenemos los pobres, acabemos destruyendo nuestro modelo de seguridad social, a fuerza de querer comer todos los días, ¡tres veces!

Y hasta aquí ni tan mal, aunque lo que viene a continuación me deja un pelín preocupado cuando nos adelanta que su Excelencia seguirá trabajando sin descanso para mejorar el sistema y hacerlo más equitativo. Tanto entusiasmo me da un poco de canguelo, ya que tengo la sospecha, basada en la experiencia que hemos tenido con los sueldos de los jóvenes, que la equidad puede conseguirse bajando las pensiones más altas, imponiendo nuevos copagos o subiendo los impuestos. O las tres cosas a la vez e incluso al unísono, hasta dejarnos a todos en los huesos.

También he de decirle, queridísima ministra del ramo, que para este viaje no se necesitan alforjas. O sí, que hay que ser muy burro para creer que anunciar una subida de 15 céntimos diarios no va ser considerado un insulto o un cachondeo. O una burrería, dado el gasto superfluo que supone enviar 9 millones de misivas. La próxima vez que sienta la necesidad de echar las cartas puede hacerlo en un programa de esos de madrugada donde salen las brujas, dicho lo de brujas sin ánimo de ofender.

Para terminar, le traslado también mi mayor reconocimiento y afecto, aunque me gustaría trasladárselo hasta la mismísima aldea de Almonte, sede de la Virgen del Rocío, justo antes del salto de la reja, que previamente habríamos elevado a la altura de la valla de Melilla. A lo mejor tenemos suerte y tiene que quedarse allí los próximos cuatro años. Eso sí que sería un logro para el sistema nacional de Seguridad Social.