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Luis Planas: ministro de alimentación basura

Comida basura, el puente a la obesidad

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Un niño obeso es un adulto enfermo, y la obesidad infantil supone ya una epidemia en buena parte de los países ricos. Hablamos de obesidad infantil causada por malos hábitos, tanto en la actividad (o inactividad) física como, sobre todo, en la alimentación. O afinemos más, malos hábitos… inducidos. De hecho, el sector de la alimentación basura (todos esos “alimentos” ultraprocesados y bebidas cargadas de azúcar) lo sabe tan bien que, entre 2014 y 2018, pasó de invertir en publicidad 32 millones de euros a más de 53. De ese modo, una niña o un niño español recibe al mes más de 1.000 impactos publicitarios de este tipo. El resultado: 40% de niñas y niños en España con sobrepeso u obesidad (cuarto país en Europa), especialmente en los ámbitos de menor renta.

A la industria no se le escapa que, a esas edades y con menos herramientas culturales, somos aún muy manipulables, de modo que el negocio está asegurado… Al menos mientras el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, siga empeñado en boicotear todas las iniciativas del de Consumo, Alberto Garzón, quien, por otro lado, solo sigue las directrices que el propio Gobierno se marcó como firmante de la Declaración de Viena sobre nutrición.

Lo que ha pedido Luis Planas a la industria es buena voluntad y autocontrol, porque él, a pesar de ser ministro, asegura que repudia los "métodos prescriptivos". Y ni siquiera le ha dado la risa

¿Se imaginan a Calviño, con todo lo que es ella, pidiendo a los bancos que actúen de buena voluntad? ¿Pidiéndoles que, si no es molestia, dejen de desahuciar a 100 familias cada día? ¿Que si nos suben las hipotecas sin sonrojo, al menos tengan la decencia de no aumentarse los sueldos ni presentar públicamente beneficios de récord? Y que se lo pida de buen rollo, claro. A fin de cuentas, lo que de verdad está feo es exigir o regular. Bueno, eso es lo que ha pedido Luis Planas a la industria: buena voluntad y autocontrol, porque él, a pesar de ser ministro, asegura que repudia los “métodos prescriptivos”. Y ni siquiera le ha dado la risa.

Sus declaraciones vienen cuando, en consonancia con los supuestos objetivos del Gobierno (que en realidad Sánchez echó por tierra con su “chuletón al punto” imbatible), Garzón anunció la intención de prohibir la publicidad de los helados. Para que nos hagamos una idea, Nestlé reconoció hace bien poco que el 99% de sus helados no son saludables “ni lo serán nunca”. Ese es el tipo de industria al que Planas le pide que “cada uno asuma su responsabilidad”.

Cabe la posibilidad de que Planas no se haya enterado de que en el Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil de su Gobierno se prescribe, aunque ese término no le guste, “restringir el marketing dirigido a la infancia”. Es más, precisamente el decreto que prevé el Ministerio de Consumo forma parte del Plan legislativo del Ejecutivo. Con esa laxitud, no es de extrañar que la industria de la comida basura se sienta legitimada para incumplir, en un 88% (son datos de hace una década), el Código de autorregulación, eso que tanto le gusta a Planas.

Para que Planas no sufra y se ponga prescriptivo con el pobre sector, se me ocurre una idea mejor que la de pedir autorregulación. Que sean los niños y niñas, ya que al fin y al cabo se zampan sin recato los bollos industriales, quienes se corten un poco.

Todo se reduce a que Planas se toma su cargo como una defensa patronal del sector, cuando, para empezar, debería escuchar mejor a los ganaderos extensivos, que parece que le dan un poco de tirria.

¿Obesidad infantil por malos hábitos inducidos? Veamos: enfermedades asociadas antes a adultos, como la diabetes tipo II, factor de riesgo para desarrollar en la edad adulta una docena de tumores, infartos, cardiopatías, alteraciones metabólicas, deterioro cognitivo y enfermedades de salud mental, problemas en los huesos, respiratorios (incluida apnea del sueño), reducción de la esperanza de vida, etc.

Para que Luis Planas no sufra y se ponga prescriptivo con el pobre sector, se me ocurre una idea mucho mejor que la de pedirle autorregulación y buena voluntad. Que sean los propios niños y niñas, ya que al fin y al cabo se zampan sin recato los bollos industriales, quienes se corten un poco. Como diría Pedro Sánchez, una idea imbatible.

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