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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

A mí me pasa

Imágenes de una concentración en Barcelona en 2013 por una Cataluña dentro de España, con doble bandera

Ángela Cañal

Apago la radio y me descubro regresando mentalmente a mi escena favorita de la maravillosa La Buena Estrella, dirigida por Ricardo Franco. Un inusual triángulo amoroso entre Maribel Verdú, Antonio Resines y Jordi Mollá que se ve amenazado por el clásico ultimátum: o él o yo, exige el personaje de Resines. “Yo os quiero a los dos”, empieza a responder ella, pero la interrumpe: “Eso es imposible, Marina. O le quieres a él o me quieres a mí”. Ella se detiene, con mirada desconcertada, y pregunta: “¿Por qué es imposible? A mí me pasa”.

Estos días, me pasan muchas cosas a la vez. Me pasa que estoy cansada de hablar de Cataluña, pero de la mañana a la noche no dejo de hablar de Cataluña. Que me propongo muchas mañanas darme un descanso, y al final del día me descubro como siempre devorando digitales, tertulias, tuits. Incluso me prometí no escribir de Cataluña, y aquí estamos.

Veo imágenes de padres y abuelos y niños en medio de un tumulto de golpes y arrastradas y se me saltan las lágrimas. Y al día siguiente las caceroladas, insultos, y escupitajos a los policías, las presiones a sus hijos en la escuela, me dan ganas de gritar. Las pancartas, los telediarios, las redes, arden entre fascistas y nazis, entre los “a por ellos” y los botiflers. Demasiados días con un nudo en el estómago.

Me llega el eco de las multitudes, de las voces de miles y miles de catalanes corrientes reclamando su derecho a decidir, y no puedo evitar una cierta emoción. Tengo claro que el referéndum es ilegal, inconstitucional y además un engaño, pero no soy capaz de ver delincuentes entre las personas que hacen cola ante las urnas. Minutos después oigo hablar a los amos del procés, a esa caverna que mueve los hilos del movimiento soberanista, y afloran rápidamente la manipulación, las mentiras, el desprecio por el distinto, la burla democrática, y me domina el desánimo y la indignación.

No sé si los Mossos son ahora héroes o villanos, pero cuando contemplo el rostro del mayor Trapero en el telediario sólo veo preocupación y dolor. Luego pienso en Serrat y se me rompe el alma. El ambiente saturado de movilizaciones, de declaraciones, de intimidación, el silencio impuesto a muchos, la falta de libertad para expresar según qué ideas, resulta asfixiante. Me emociono en youtube al volver a escuchar esta versión de 'D'un temps d'un país' de Raimon, apropiado indebidamente como himno por los independentistas, y en sus versos sigue resonando el ansia de libertad de un tiempo que, como dice la canción, iba a ser nuestro, es decir, de todos.

En la tele está el discurso del Rey, y los que saben de esto me dicen que aplicar el artículo 155 es prácticamente inevitable, la única opción ante la gravedad del desafío planteado. Una mitad de mí lo entiende, y la otra mitad siente vértigo y se hiela de miedo. No dejo de pensar que todos nos estamos equivocando. Y en cómo el Gobierno de Rajoy ha permitido que lleguemos hasta aquí. Deseo, como la mayoría, que los catalanes se queden, pero no sé si a cualquier precio. Puedo aceptar que se vayan, pero nunca a costa de pisotear los derechos de la mitad de la gente. Se acerca la noche y sigo dándome cabezazos y preguntándome, como en la película de Almodóvar, si existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro.

Habrá quien piense que soy demasiado mayorcita para ser tan ingenua. Habrá quien me recuerde que no es tiempo para dudas, empatías ni equidistancias. Que aquí hay dos bandos, que hay que elegir. Tal vez tengan razón. No sé si lo que siento es imposible. Pero a mí me pasa.

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