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San José, ni padre ni obrero

Miguel Lorente

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Como la memoria es frágil hace años que nos pusimos a conmemorar días para anclar los recuerdos voladores a una realidad que también va de paso, para que allí donde nos llevaran los vientos y los acontecimientos pudiéramos tener una excusa o una razón para no olvidar. Y con ese argumento empezaron a escogerse días para todo y para todos, quizás también con la idea de no dejar ninguna fecha para los verdaderos olvidados, aquellas personas y hechos que comenzaron a desaparecer antes de que acabaran con ellos.

En España el día del padre comenzó a celebrarse en 1948 por iniciativa de Manolita Vicente, maestra del Barrio del Belmonte en Madrid, aunque la fecha no coincide con la celebración de la paternidad en otros países; de hecho, la mayoría lo hacen el tercer domingo de junio. Sin embargo, no termino de entender por qué se hizo el 19 de marzo, día de San José Obrero.

San José de Nazaret, según la propia historia del cristianismo, era el esposo de la Virgen María pero no el padre de Jesús, y las circunstancias de su trabajo como carpintero extrapoladas a las referencias actuales, no serían las de un obrero asalariado, sino más bien las de un empresario autónomo. De manera que la tradición nos dice que ni padre (biológico) ni obrero. A pesar de ello, el 19 de marzo es el día de San José Obrero y se celebra el Día del Padre.

Hoy la paternidad es reivindicada por muchos hombres y los obreros han vuelto a clase, a ser clase obrera.

Los hombres piden ser padres más allá de la formalidad biológica, algo que demuestra que el tiempo no sólo pasa y que también cambia. Sin embargo, hay dos grandes razones para reclamar la paternidad. La primera es la incorporación a la identidad masculina de las tareas de cuidado y afecto, relegadas históricamente casi en exclusividad a las mujeres. Esta nueva circunstancia se debe en gran parte al cambio social y al avance de la igualdad como valor compartido por la sociedad, por sus mujeres y por sus hombres.

La segunda razón es la reclamación de la paternidad después de no haberla ejercido bajo esas referencias de cuidado y afecto, justo tras la separación. Es entonces cuando muchos hombres recuerdan que también eran padres más allá de “llevar el dinero a casa” y de “llevar a los niños en la pantalla del móvil”. Son los hombres que se quejan de que, tras las separaciones, la mayoría de las custodias le son concedidas a las madres, pero no dicen que se las dan porque se demuestra en los Juzgados que han sido ellas las que han asumido la carga del cuidado y la educación, con frecuencia renunciando a su trabajo y tiempo. La solución no está en atacar a todo y a todas, sino en ejercer una paternidad responsable desde el principio, como ya lo hacen muchos hombres.

Y hoy los obreros (los trabajadores y las trabajadoras) han vuelto a ser clase, es decir, a ser señalados como un “colectivo” social definido por unas circunstancias que los llevan a la obligación de asumir determinados tipos de trabajo en las condiciones que se impongan, a dar una determinada educación a sus hijos e hijas que les resta oportunidades y favorece que, de mayores, continúen dentro del “colectivo obrero”, a que reciban una sanidad propia de su condición, a que la dependencia los haga dependientes… En definitiva, a que sean sumisos.

Como se puede ver, en esta madre patria el día del padre nos muestra que el Estado también puede ser madrastra o padrastro.

Por cierto, otra de las cosas que cambiaron de forma significativa fue la forma de llamar a San José, que para muchos pasó a ser Pepe. La razón está en la asociación que se produjo al aparecer en los textos las iniciales “P.P.” junto al nombre de San José, e indicar que era el “Padre Putativo” de Jesús. Y han cambiado tanto las cosas desde entonces, que si hoy alguien viera las iniciales “PP” junto a un nombre, seguro que preguntaría, ¿este qué es, diputado o senador?

¡Feliz día del padre!

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