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¡Hostias, pelotas!

Cartel en una de las concentraciones de Valladolid en el último 8M.

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Sin lugar a dudas, por la popularidad del anuncio de televisión y por el significado de las palabras, la expresión “¡hostias, pelotas!” define muy bien la reacción de mucha gente al comprobar que cada vez son más los hombres que buscan la Igualdad de la mano del feminismo. Hombres que cuestionan la masculinidad de una cultura machista que entiende que ser hombre se limita a una condición única y excluyente, a la que asocian una serie de roles, tiempos y espacios propios que implican que las mujeres se limiten a los escenarios, tareas y funciones que ellos ceden.

Pero no es sólo una expresión, también refleja el temor que tiene el machismo a los hombres que trabajan por la Igualdad desde su propia intimidad.

El tiempo ha demostrado que los enunciados y los gestos son insuficientes y, además, resultan poco creíbles cuando la realidad viene definida por la injusticia de una sociedad en la que la mayoría de los hombres permanecen distantes y ajenos a la solución de los problemas que actúan como refuerzo de la desigualdad y los privilegios que benefician a todos ellos, no sólo a los que protagonizan las conductas puntuales. Por eso, cuando ven a muchos hombres y comprueban que la clave de los movimientos por la Igualdad que protagonizan no está en el cambio de comportamientos, sino en una transformación identitaria sobre una nueva masculinidad, el machismo y sus miembros se ponen nerviosos al ser conscientes de que su modelo descansa sobre cada uno de los hombres, y que si un hombre cambia todos lo pueden hacer.

Pero es que, además, la forma clásica de mantener a los hombres fuera de toda esta transformación ha sido presentar la Igualdad y el feminismo como un tema “de mujeres”, con todo lo que ello conllevaba en su significado; básicamente, la idea de que era algo de lo que sólo las mujeres se podían beneficiar, no una cuestión social necesaria para la convivencia sobre lo común, y que como construcción femenina se trataba de temas menores, nada que ver con la “trascendencia y profundidad” de las cuestiones abordados por los hombres. Por eso no es casualidad que la forma de cuestionar a los hombres que trabajan por la Igualdad sea relacionarlos con lo femenino, como, por ejemplo, hacen al llamarlos “planchabragas” o “manginas” (“hombres vagina”).

En una construcción cultural, todo lo que no actúa para transformarla lo hace para consolidarla, porque es la propia cultura la que determina la realidad y la que da significado a los acontecimientos que la caracterizan para integrarlos o expulsarlos

En una construcción cultural, todo lo que no actúa para transformarla lo hace para consolidarla, porque es la propia cultura la que determina la realidad y la que da significado a los acontecimientos que la caracterizan para integrarlos o expulsarlos. Por eso el machismo ha permanecido a lo largo de los siglos de manera invariable con su esencia de poder sobre lo masculino, y los hombres han ocupado siempre las posiciones de referencia. Y aunque no tenga nada que ver la sociedad de hoy con la de hace 100 años o con la de 50 años atrás, ni tampoco los hombres de nuestros días con los de aquellos dos momentos, en los tres tiempos históricos la cultura ha venido definida por lo masculino, y en las tres épocas los hombres, a pesar de todas las diferencias existentes entre ellos, han tenido la posición de poder con todos los privilegios que nacen de la desigualdad levantada sobre la idea de “superioridad masculina”.

El hecho de que 20 años después de las primeras jornadas de hombres por la Igualdad nos reunamos en Sevilla bajo la #Iniciativa21Oct21, refleja el éxito del feminismo y los importantes avances de grupos de hombres cada vez más numerosos y comprometidos. Es cierto que, como decían algunos de los compañeros que fundaron estas iniciativas, más que un movimiento era un “meneíllo”, pero el tiempo ha hecho de esa primera “agitación” un verdadero movimiento y una referencia para cambiar la masculinidad tradicional por las “nuevas masculinidades”.

Dos son los grandes logros alcanzados en estos años. En primer lugar, la crítica a la masculinidad androcéntrica en lo personal y en lo social, con cambios individuales, creación de grupos y organizaciones de hombres para desarrollar iniciativas sociales, instauración de estudios universitarios sobre masculinidades que relacionan la construcción androcéntrica y la forma de posicionarse ante la realidad con las consecuencias que se producen en la mayoría de los ámbitos de la sociedad (política, economía, cultura, educación, salud, medio ambiente...). Y en segundo lugar, el triunfo del feminismo como pensamiento común y referencia compartida para alcanzar la transformación cultural, no sólo el cambio social. Ningún grupo de hombres por la Igualdad plantea nada ajeno al feminismo, y el propio movimiento feminista, tras todos estos años, ha despejado muchas de las dudas razonables que existían cuando comenzaron estos grupos de hombres.

El éxito logrado también tiene la consecuencia de la reacción machista, que ahora ha sido llevada hasta las instituciones de la mano de la ultraderecha con el frecuente acompañamiento de la derecha, y su negación de la violencia de género, la censura en educación, el ataque a la diversidad y pluralidad de una sociedad democrática... todo ello en nombre de los valores que han definido la cultura patriarcal que privilegia a los hombres y a lo masculino.

Estamos en un momento clave, tanto por lo que se ha logrado como por las amenazas que se levantan, por eso debemos continuar con el trabajo y el compromiso de la mano del feminismo, y seguir llamando a los hombres a incorporarse a esta transformación

Estamos en un momento clave, tanto por lo que se ha logrado como por las amenazas que se levantan, por eso debemos continuar con el trabajo y el compromiso de la mano del feminismo, y seguir llamando a los hombres a incorporarse a esta transformación. Cuando la realidad es objetiva y caracterizada por las injusticias de la desigualdad con todas sus consecuencias sobre las mujeres (maltrato, violencia sexual, acoso, discriminación, abuso, brechas...) la pasividad de los hombres bajo la estrategia machista de la neutralidad es inaceptable. Si no se actúa contra la injusticia del machismo se actúa para que permanezca y, en consecuencia, se es responsable por acción o por omisión.

Los hombres que tanto han recurrido a los atributos testiculares como afirmación de su poder, ahora dicen lo de “¡hostias, pelotas!” cuando ven acercarse a muchos hombres junto a mujeres en la marcha por la Igualdad. Por eso es el momento de dar un paso más y que junto al caminar nos acompañen las políticas públicas que abren el camino.

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