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La fuente inagotable de cultura, de vida
Desde 2010 se celebra una fecha especialmente significativa para la cultura y la identidad de nuestro país. Se trata de la conmemoración de la declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO de una forma de expresión cultural genuina, universal, el flamenco.
En España, y especialmente en Andalucía, tierra flamenca, tierra gitana, conseguimos que el Comité Intergubernamental de Patrimonio Inmaterial de la UNESCO se decantara por nuestra cultura flamenca, ya universal, frente a cuarenta y siete candidaturas de treinta y un países distintos. Y este anhelo se hizo realidad gracias al trabajo cohesionado y transversal de las instituciones, y al empuje de toda la sociedad, entre la que nos incluimos los y las gitanas sin ningún tipo de complejo, sin cuyo concurso no hubiéramos llegado tan lejos. No tendremos suficientes palabras de agradecimiento para todos los artistas, músicos, cátedras de flamencología y cómo no, a las peñas flamencas que estuvieron de nuestro lado en este proceso que nos llevó a esta histórica conquista. La meta bien merecía el esfuerzo: llevar al flamenco hasta el lugar que se merece.
Porque hablar de flamenco no es solo hablar de música, ni mucho menos. Es, como ya sabemos, una cultura que se vive, se expresa, se piensa y se siente. Que nace sin ningún tipo de aditivo industrial, proviniendo de las capas sociales más humildes en contextos interculturales como son las juderías, las gitanerías y los campos de nuestra Andalucía (y más delante de Murcia, Extremadura o Cataluña).
Como ven, el flamenco atraviesa nuestro país de Norte a Sur, de Este a Oeste, y en todos y en cada una de las localidades donde se cultiva el denominador común es el mismo: la gente, el pueblo y su contexto. Y a ellas les debemos que haya atravesado el mundo, desde Tokio a Nueva York. Del Palladium neoyorkino al Mainfranken de Wurzburgo. De la bienal holandesa al Mont de Marsan francés.
Importantes creadores que bebieron de las capas sociales más humildes consiguieron revestir al flamenco de una majestuosidad literaria única, hasta catapultarlo al nivel intelectual que todavía hoy rezuma
Hay que insistir: el flamenco es cultura. Una cultura que fue defendida por autores de la Generación del 27 como Miguel Hernández, Rafael Alberti, Fernando Villalón, Manuel de Falla, Edgar Neville o Federico García Lorca. De sobra es conocida la defensa a ultranza de Lorca por el flamenco y por lo gitano, a diferencia de otros literatos de etapas pasadas que lo circunscribían a algo “tosco o de escaso valor”. Lapidaria la crónica del diario El Liberal de 1883, que decía lo siguiente: «Cuatro cosas hay en España que nos traen de mala manera: los toros, el cante flamenco […] El cante flamenco es origen de la relajación de costumbres, y en Madrid quizás causa del 20 por 100 de los crímenes».
Al contrario de este tipo de ideales, importantes creadores que bebieron de las capas sociales más humildes consiguieron revestir al flamenco de una majestuosidad literaria única, hasta catapultarlo al nivel intelectual que todavía hoy rezuma. De hecho, Manuel de Falla, junto a García Lorca, organizaron el Concurso del Cante Jondo de Granada de 1922, un punto de inflexión para esta cultura, que antaño fue reducida a su exposición en las tabernas y cafés cantantes, mayoritariamente. De aquel hecho histórico se cumple un siglo. Honor a sus inspiradores.
Porque hablar de flamenco es hablar también de mujeres, de feminismo, de revelación frente a los ambientes masculinizados donde, a pesar de que incluso no se les permitía ser artistas, ellas lo consiguieron. Se expusieron a críticas y a poner en entredicho su reputación para conseguir sus metas. Esta convicción de tinte feminista y revolucionario las llevó a convertir el flamenco en un nicho laboral incluso antes que otros, que tuvieron que esperar décadas. Por eso, a Pastora Imperio, por citar un ejemplo, no pudieron detenerla en su empeño de convertirse en uno de los mayores iconos de esa revolución silenciosa de las mujeres. Ella, Carmen Amaya, Custodia Romero o María la Andonda, entre otras muchas, se han convertido en símbolos del feminismo gitano por romper con los esquemas del patriarcado dentro del flamenco.
En el flamenco además de saber cantar, bailar o tocar, hay que saber escuchar. Así se puede diferenciar una soleá de una seguiriya. O así no se dan palmas de más o de menos
En la actualidad, el flamenco continúa siendo vinculado a la cultura y al sentir de nuestra España y de nuestra Andalucía. Por ello debemos creer fervientemente en su industria, que es rica, diversa y en continuo crecimiento. No apostar por ella o pasar de puntillas es ignorar la opinión de la sociedad, y la propia esencia del flamenco. Y también hay que trabajar de manera pormenorizada su plena incursión en el currículum académico, para que deje de ser una “actividad extraescolar” en el mejor de los casos. Porque jamás puede carecer de importancia que la infancia y la juventud conozcan las expresiones culturales más representativas que tenemos de una manera didáctica en los libros de texto. Como siempre, las malas decisiones son tomadas por no saber escuchar. Y justamente en el flamenco además de saber cantar, bailar o tocar, hay que saber escuchar. Así se puede diferenciar una soleá de una seguiriya. O así no se dan palmas de más o de menos.
Aun así, y pese a todo, el flamenco sigue siendo un elemento identitario de nuestro país en todo el mundo. Pese a los períodos de persecuciones. Pese al franquismo, que quiso exaltar los valores españoles utilizando el flamenco mientras reprimían a cantaores como a Antonio Mairena, al que amenazaron los grises de tal manera que, tras quedar inconsciente, y del miedo que sintió, quedó tirado frente a las tapias del cementerio de San Fernando en Sevilla. Pese a aquellos carteles de tabancos y tabernas que rezaban: “Se prohíbe el cante”, con una clara intencionalidad clasista y racista, que estuvo en boga hasta la Transición. Pese a todo, el flamenco sigue vivo y presente como una fuente inagotable de vida. Una vida de la que germinan los mejores tallos: fuertes, robustos y sanos. Regados por la salud… y la libertad.
Feliz Día Internacional del Flamenco.
Sobre este blog
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