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La medalla de Imbroda

El consejero de Educación, Javier Imbroda, en foto de recurso

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El pasado febrero, a mediados de mes, en uno de los meses más duros del curso más duro que haya vivido cualquier docente andaluz de un siglo hasta hoy, al titular de la Consejería de Educación no se le ocurre otra cosa que declarar que “la Consejería está trabajando para que, con motivo de las celebraciones del 28F, una de las medallas de Andalucía sea para los docentes”.

Es muy jodido ir a trabajar con miedo. Muy jodido. Recuerden que el comienzo del curso pasado coincidió con un momento de severas restricciones de aforo en todos los establecimientos públicos. Pues esas restricciones no se aplicaban a las aulas. Los docentes tenían que entrar a trabajar y exponerse a la Covid de una forma que no se permitía en ningún establecimiento público. Dicho más gráficamente, si la reunión de los docentes con su alumnado tuviera lugar en un restaurante hubiera estado prohibida.

Pese a todo, en una mezcla de catarsis y autorresponsabilidad, el profesorado fue la pieza clave para que el curso se desarrollara y terminara dignamente en esas condiciones. Con solo mascarillas, gel, ventanas abiertas y, en algunos casos, una semipresencialidad bastante tramposa, se hizo frente a la Covid, a la borrasca Filomena y se sacó adelante para el alumnado el curso más duro. Y todo ello pese a las continuas zancadillas de las administraciones educativas.

En vez de trabajar para la medalla, el Consejero trabajó para que su idea de sistema educativo imperara

La distancia de seguridad se vulneraba sistemáticamente, era imposible alcanzarla en muchísimos casos, se lidiaba con las olas de contagios que se activaban con las vueltas al cole de septiembre y enero, tuvimos que soportar la crueldad de la manipulación descarada e interesada por parte de nuestra Consejería de los datos de incidencia de la Covid… Mientras, cada día que íbamos a trabajar lo hacíamos con miedo de lo que sabíamos y veíamos en nuestros centros.

No sé si merecíamos esa medalla que mencionaba Imbroda. Yo no lo creo, al menos no creo que más que otros colectivos que también han pasado la pandemia con sus circunstancias iguales o análogas. El caso es que al ver los preparativos del inicio de este curso y la forma en la que ha comenzado me he acordado de esa medalla para la cual esa Consejería “estaba trabajando”. Textualmente lo dijo: “Esta Consejería está trabajando para que se le otorgue a los docentes la Medalla de Andalucía…”.

En los actos del Día de Andalucía no se concedió esa medalla a los docentes, claro está. Así que ese “trabajo” de la Consejería de Imbroda cayó en saco roto… o quizá no. Viendo el inicio de este curso cabe pensar que esa medalla era una metáfora que utilizó el consejero: ese “trabajo” de la Consejería era el que estaba haciendo para iniciar este curso, y la “medalla” iba a ser la situación en la que empezamos a trabajar. En vez de trabajar para la medalla, el Consejero trabajó para que su idea de sistema educativo imperara.

En consecuencia, por lo que hemos visto, esa medalla se refería a suprimir cientos de unidades y de grupos de clase en infantil y primaria, también un gran número en secundaria, con el consiguiente efecto de masificación de las aulas que quedan. Así pues, después del durísimo curso de la pandemia, lo que esperaba a los docentes eran aulas masificadas, con un número de alumnas y alumnos por encima del límite legal en muchos casos y, ante los recortes sistemáticos de personal, unos horarios supercargados que, de nuevo, haciendo de la excepción una norma, aprietan hasta la asfixia el trabajo de la enseñanza. Esa ha sido la medalla de Imbroda al cuerpo de docentes andaluz. Mientras, Moreno Bonilla, escondido tras Imbroda para estos menesteres, debía estar aplaudiendo mientras observaba sonriendo todo esto; el “trabajo sucio” que le estaba haciendo un consejero que es de otro partido resulta impagable para el desarrollo de su idea de hacer negocio con la Educación.

Nosotros no queríamos competir con nadie, solo queríamos hacer bien nuestro trabajo y ha sido nuestro "entrenador" el que nos ha sometido a ese esfuerzo mientras soportábamos su gestión

La hipocresía de ofrecer una medalla se recibe peor por cuanto parece que el consejero habla de esa medalla como lo hace un entrenador de baloncesto. En el mundo del deporte, que él conoce bien, la llegada a la élite se caracteriza porque si consigues medallas es porque no haces lo mismo que los que no las consiguen en una competición. No niego que haya visto en los docentes andaluces un esfuerzo “de élite”, pero su error consiste en que nosotros no queríamos competir con nadie, solo queríamos hacer bien nuestro trabajo y ha sido nuestro “entrenador” el que nos ha sometido a ese esfuerzo mientras soportábamos su gestión, a base de miedo diario, y sus mentiras. En definitiva, al pedir esa medalla para los docentes en realidad la estaba pidiendo para sí mismo. Si no fuera así, este año tendría que agasajarnos con la petición de un par de medallas más.

La Educación Pública no es una prioridad para el Gobierno andaluz, más bien al contrario. En ese contexto, Imbroda solo puede facilitar la labor de Moreno Bonilla. En el escenario político actual el presidente podrá apuntarse las medallas que pudieran surgir de la Consejería de Educación, pero si algo sale mal siempre podrá mirar hacia otro lado o directamente achacar a otro grupo político la mala gestión, un grupo político que ha entrado de lleno en la insignificancia social. Mientras, por la ultraderecha aprietan con campañas reaccionarias contra el sistema educativo. Parece la tormenta perfecta para que la Educación Pública pague los platos rotos de toda esta mezcla de voluntades encontradas por la derecha que tienen en común el proyecto de aprovechamiento privado de la educación o directamente la visión de un negocio lucrativo; no hay más que ver lo bien que se ha vendido la antigua empresa del consejero a un fondo americano.

Quédese con su medalla, consejero, o mejor aún, pídala para su jefe, para Moreno Bonilla, que solo le falta a usted eso. Por parte de un docente se hace muy poco decoroso e incluso inmoral aceptar un obsequio como ese de alguien que obtiene un “muy deficiente” en la evaluación inicial.

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