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Pésima profesora
Hace poco recibí a través de Classroom este mensaje incendiario del padre de una alumna.
“… es usted una pésima profesora, se ha dedicado ha hacer teatros que no servían más que para perder el tiempo … no entiendo el odio hacia mi hija … ¿ha usado el traductor? Sí, para buscar palabras porque carece de profesor… si la va a suspender porque no le hacemos la pelota, le ahorramos tareas que usted no va ha corregir… la que engaña es usted que no tendría que estar ejerciendo…”
¿Original o copia?
En estos términos mostraba este ominoso señor su indignación ante mi comentario sobre el uso abusivo del traductor por parte de una de mis alumnas.
Por suerte, para mí es el primer incidente de este tipo en 23 años de docencia. Sin embargo, cada vez son más frecuentes este tipo de intrusiones y el trato irrespetuoso hacia el profesorado. ¿Qué está pasando en nuestra sociedad para que cualquiera se crea con derecho a juzgar el trabajo de un docente con tanta ligereza, falta de respeto y total impunidad?
Soy profesora de francés en un instituto y nunca me ha importado que me llamen maestra. Acompañar a alguien en su crecimiento, darle la mano para ser más grande, me enorgullece.
Padres y profesores estamos en el mismo barco. Nuestro interés: ponerlos grandes juntos. Pero, cada vez me encuentro con más padres que sobreprotegen a sus hijos para evitarles cualquier sufrimiento en lugar de alentarlos a levantarse si caen. Crecer es asumir responsabilidades, equivocarse, aceptar los límites y la frustración. Crecer es crisis y no está exento de dolor.
Tengo dos hijos. No soy dueña de sus vidas. Sé la responsabilidad que conlleva criar. Las renuncias, los desvelos, la falta de respuestas cuando van creciendo. Intento prepararlos para el camino, pero hay padres-apisonadora que van por la vida aplastando cualquier piedrecita para evitarles tropezar. Padres-cultivadores de estériles bonsáis que recortan las alas a sus angelitos, en lugar de darles espacio para volar.
Por desgracia, este señor y yo no estamos en el mismo barco. No puedo estar en el mismo barco que alguien que me desautoriza gratuitamente. Que se disculpa solo para salvar las formas y que exige mis disculpas hacia su hija, poniendo los dos hechos al mismo nivel. No puedo estar en el mismo barco que alguien que rechaza mi ofrecimiento a confrontar estos asuntos personalmente.
Pasado y presente
Mi abuela se jubiló en los 80 y siempre fue Doña Julia. Entonces habría sido un despropósito que alguien cuestionase sus métodos. Si el maestro llamaba a los padres era muy mala señal y a nadie se le ocurría faltarle al respeto. Se confiaba en el saber hacer de los docentes.
Hoy, algunos padres, solo algunos, pero cada vez más, arremeten con impunidad contra el profesorado profiriendo toda clase de lindezas. En mi caso, resulta pueril y patética la manera en que este señor me atribuyó todos los tópicos del profesor-ogro y cuestionó mi práctica docente.
Pedagogía del bricolaje
En cuanto a mi metodología, me encantaría trabajar siempre con actividades novedosas, pero lamento reconocer que puedo llegar a ser muy aburrida. Debo también confesar que me gustaría haber inventado el ABP, el uso didáctico del teatro o las TICs en los idiomas o la gamificación y que, a pesar de plantear actividades originales y motivadoras, también tengo apuntes amarillos. Evidentemente, me avergüenzo más de estos fósiles de mis carpetas que de osar innovar aún a riesgo de ser incomprendida, criticada o insultada, como en esta ocasión.
Cada maestrillo tiene su librillo y el mío es un collage de prácticas variopintas, recursos condimentados con un toque de autenticidad. Eclecticismo, color y riqueza. Soy una artesana de la enseñanza y tengo la inmensa suerte de impartir una materia instrumental donde cabe todo: comunicación, coeducación, culture et civilisation!
Asumo que puedo equivocarme. Por suerte no soy perfecta. Perfecto significa acabado y yo sigo buscando, explorando. Ese es mi motor. ¿Mi superpoder? Poner todo lo que me apasiona al servicio de mis alumnos. Por eso, mi clase es una clase viva que se renueva con cada experiencia.
La comunicación en la era de la (in)comunicación o la sociedad de la transparencia.
Siempre he asumido la tutoría como parte de mi trabajo. Antes de la era Séneca, usaba una fichita para comunicarme con las familias. Nunca he dudado en llamarlas directamente cuando detectaba algo que pudiera afectar al rendimiento o la convivencia.
Durante el confinamiento, como muchos, me he sentido como un Opencor, 24 horas. La invasión del espacio personal es imparable. Y a pesar de todas las plataformas, vías de comunicación y redes sociales donde exhibirnos y encontrarnos siento que estamos más desconectados que nunca.
Es fácil insultar vía whatsapp, es gratis y es… ¡cobarde! Lo realmente subversivo es pensar antes de disparar, informarse antes de opinar. Es lícito querer cambiar el mundo, pero hay que encontrar la manera, pasar la reclamación por el filtro del civismo. Pero el civismo, al igual que la educación, se cuece a fuego lento, conlleva tiempo y un ejercicio importante de autocrítica.
Ciudadanos versus consumidores
Lo que ha cambiado en la sociedad es la finalidad de la enseñanza. Antes se trataba de formar a ciudadanos para participar activamente en la sociedad. La escuela preparaba para ejercer los derechos y, por supuesto, para asumir los deberes.
Hoy, desgraciadamente, parece que los docentes servimos a consumidores, satisfaciendo sus exigencias. Consumo ergo sum. Y muchos padres, probablemente confundidos por la enseñanza a la carta, con poder de decisión sobre la promoción de sus hijos, piensan que también pueden decidir sobre qué y cómo aprender.
El propio sistema de evaluación minuciosa es un sueño monstruoso de la razón en una carrera demencial por la objetividad. Y junto a cientos de protocolos e informes pone en evidencia la falta de confianza en nuestra profesionalidad: burocratización de la enseñanza que hace del profesor una mera herramienta.
¿Y saben ustedes, quién sale perdiendo realmente en este asunto? Mi alumna, su hija. Nuestros alumnos, nuestros hijos.
Sobre este blog
En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
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