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EDUCACIÓN
Entre el escepticismo y el aplauso: el plan de lectura obligatoria para el nuevo curso en Andalucía a ojos de los expertos

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Sara Rojas

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A partir del próximo curso, los alumnos y alumnas dedicarán un mínimo de 30 minutos diarios a leer en las aulas de Andalucía durante la etapa de enseñanza obligatoria. Así lo contempla el nuevo currículo educativo anunciado por la Consejería de Desarrollo Educativo, donde la lectura obligatoria planificada figura como “pilar fundamental”. Una medida aplaudida por académicos como Lola Pons, catedrática de Lengua Española de la Universidad de Sevilla, que defiende que se garanticen “reservorios de lectura” en las escuelas frente a la hegemonía de “los estímulos digitales”, pero también cuestionada por otros estudiosos “preocupados” por la comprensión lectora del alumnado y que se preguntan “qué significa que vayan a tener 30 minutos más de lectura obligatoria”.

De acuerdo con la información remitida por la Consejería en nota de prensa el día que dio a conocer la nueva normativa que se encuentra en última fase de tramitación, el plan de lectura en cuestión prevé destinar “2,5 horas semanales de lectura obligatoria con carácter transversal en aquellas áreas o materias que el centro docente determine y organice con actividades dirigidas y diseñadas para el fomento de la lectura”. Al respecto, Lola Pons comenta que “tener buena competencia lectora, entender lo que uno lee y saber expresarse correctamente beneficia a todas las asignaturas y no exclusivamente a la de Lengua”.

Precisamente, esa transversalidad que se pretende alcanzar es “lo único” en lo que está “de acuerdo” Fernando Guzmán-Simón, profesor e investigador de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Hispalense, que se declara “escéptico” ante una medida que, recuerda, “no es una novedad”. “Ya se ha puesto en práctica en otros momentos” sin que haya reportado cambios “estadísticamente significativos en Andalucía”, a juzgar por los resultados de los últimos informes PISA a los que apela el docente. En este sentido, critica que se tomen “decisiones políticas sin evidencias científicas” y de espaldas al trabajo que realizan los investigadores “porque si nos leyeran, se darían cuenta de que tienen que empezar a pensar de otra manera”, apunta en conversación con elDiario.es Andalucía desde Barcelona, donde se encuentra en estos momentos participando en una investigación.

Es un oxímoron hablar de lectura obligatoria, porque la lectura es en sí misma placer y búsqueda personal, no puede haber placer obligatorio

El oxímoron de la lectura obligatoria

“El problema no está en que se lea poco”, señala quien también ha sido profesor de Secundaria durante 15 años. “Los niños leen desde el minuto uno que entran en el colegio; la cuestión es leer en cada una de las áreas”, añade aludiendo a la necesidad de que “el profesorado sea consciente de que aprender física, matemáticas, química o historia no solo es aprender un dato o una formulación, sino aprender a hablar y a escribir sobre cada una de esas materias”. Y si bien esa es la realidad a la que aspira acercarse la Junta dotando de “carácter transversal” al plan de lectura, Guzmán-Simón opina que “la propuesta no se va a cumplir porque el profesorado no está preparado” y no le han dotado de “las herramientas” para conseguirlo. “Los cambios educativos no se hacen poniéndolos en una ley, sino transformando a las personas que hacen la educación posible”, razona al hilo el docente.

Por ende, este experto teme que esos 30 minutos de lectura terminen derivando en “media hora más de lengua en la que el profesor ponga a los niños a leer”, cuando “leer no es eso”. “Leer es un medio para algo, un instrumento, una práctica social y situada”, que pasa por responder “por qué y para qué estamos leyendo” y no “limitarnos a leer más”, en la medida en que “no puede haber una misma medicina para todos los estudiantes, ni la misma cantidad, ni el mismo tipo de lectura para todos”. De ahí que rechace el término “lectura obligatoria”, al entender que es “una fábrica de antilectores” y “un oxímoron”. “No puede haber placer obligatorio” cuando “la lectura es en sí misma placer y búsqueda personal”, según explica citando a Borges.

En línea similar, la profesora Pilar Núñez apunta desde la Universidad de Granada (UGR) que “el simple hecho de leer no mejora sustancialmente la comprensión lectora”. “Me parece perfecto que haya más horas, pero si eso se convierte simplemente en empezar la mañana leyendo y no se actúa específicamente sobre los mecanismos que ponemos en juego para comprender un texto, hacemos un trabajo a medias”, abunda la investigadora principal de un proyecto I+D+I del Ministerio de Ciencia y Tecnología sobre lectura y educación literaria en la enseñanza obligatoria.

Todos los cambios que se han dado hasta ahora en educación son como 'El Gatopardo': que todo cambie para que todo siga igual

Por todo ello, estima que “faltaría acompañar [el plan] de unas indicaciones u orientaciones muy precisas para que esa media hora no se limite a la lectura” y pueda servir para “mejorar ejercitando los procesos implicados en la comprensión lectora”, mientras se fomenta “el gusto por leer” entre el alumnado. A este respecto, sugiere que “los docentes tenemos que quitarnos la costumbre de controlar que se ha leído, porque cuando lees sabiendo que luego viene una ficha o un trabajo, te cargas el placer”.

Propuestas para un cambio real

Además de analizar el estado de la cuestión, desde su vocación de investigadores, estos docentes aportan posibles soluciones al “problema lector”, como lo denomina Fernando. De su lado, Pilar Núñez lanza como propuesta dividir el plan de lectura semanal en dos bloques: dos días dedicados “a leer por placer” y otros tres enfocados a “poner en marcha un programa diseñado de mejora de la comprensión lectora con trabajos sobre textos de distintos tipos”, por medio de actividades que potencien el “hacer inferencias, entrenar el pensamiento lógico, relacionar cosas y sacar conclusiones”. En cuanto al primero de estos bloques, plantea que el alumnado participe llevando a clase aquello que le guste o interese leer (desde literatura a artículos de divulgación científica, ya que “en el mundo de la lectura a cada uno nos gusta algo diferente”) y, a continuación, realizar una puesta en común intercambiando impresiones.

Por su parte, Fernando Guzmán coincide en la necesidad de introducir en las aulas una perspectiva “que tenga que ver con la sociabilización de la lectura”, esto es, con “construir espacios situados donde la lectura tenga sentido” en pos de convertirla en un elemento “para la interacción social”. En lo relativo a los ejercicios para la mejora de la comprensión lectora, aboga por proponer “tareas complejas que inviten a los estudiantes a buscar, a resolver cuestiones a través de la lectura”. Y, sobre todo, subraya la importancia de que se aborde “un proyecto lector en el que la transversalidad sea real en el currículo”.

Los ciudadanos críticos no se consiguen con personas que tienen dificultades para comprender lo que leen

Más allá del papel, Lola Pons apuesta por reforzar el hábito lector desde la escuela mediante el “fomento de uso de bibliotecas u otras actividades” que lo incentiven en la misma dirección que han descrito sus colegas. “Con estos mimbres se pueden hacer muchas cosas, pero déjame que sea escéptico”, expresa al término de la conversación el profesor que se declara “muy preocupado con la situación real de la lectura entre el alumnado”. Su escepticismo entronca con la “sensación” de que “todos los cambios que se han dado hasta ahora en educación son como El Gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual”. Por eso, defiende que se proporcionen desde la administración educativa la “formación concreta” y “herramientas” necesarias para llevar a cabo esa función. “Lo que no puede ser es cambiar una ley y que el profesor haga lo que pueda, eso está abocado al fracaso”, lamenta el experto en Didáctica de la Lengua y la Literatura.

Crear ciudadanos críticos

Percepción similar expone Pilar a este periódico: “Tendrían que indicar cómo se tiene que trabajar; si los pones a leer sin darles pautas de qué tienen que hacer, se desperdicia ese tiempo”. De hecho, asegura que en el ámbito del desarrollo de la comprensión lectora “la investigación ya está avanzada”, empezando por los trabajos de Smith y Baumann a los que se remite la profesora. Sin embargo, esos conocimientos “no llegan a los colegios” ni de la mano de los poderes públicos (que, en opinión de Guzmán-Simón, obvian los estudios de los investigadores en materia educativa), ni de los docentes que precisan “una formación más actualizada en este ámbito”, a ojos de la especialista en comprensión lectora. “Si los profesores siguen haciendo lo mismo, de qué sirve el cambio”, se pregunta entonces Fernando.

“La auténtica reforma educativa se tiene que hacer contando con la experiencia de los docentes”, reivindica en este punto el profesor de la Universidad de Sevilla. Y, en ese camino, Pilar también entiende que se requiere sensibilizar al profesorado partiendo de que “los ciudadanos críticos no se consiguen con personas que tienen dificultades para comprender lo que leen”. Coincidiendo con la profesora de la UGR, Lola Pons opina: “Nuestro deber está en formar a ciudadanos competentes y capacitados”, aduciendo que “no saber expresarse correctamente es una desgracia para el estudiante porque lo lastra en su futuro”. De ahí que Pilar asuma que “nos toca [a los docentes] saber explicar a los jóvenes lo importante que es ser una persona leída y crearles el gusto por esa idea sin que parezca incompatible con estar también en las redes sociales o con nuestros amigos”.

A fin de cuentas, “hacemos hueco en nuestra vida a las cosas que queremos y la lectura también puede formar parte de ella si tenemos una escuela que insiste y no se rinde”, defiende la investigadora desde su pasión por las palabras y su profundo convencimiento de que la lectura es capaz de crear “ciudadanos críticos y con capacidad de participar en la vida pública”. De otro modo, reconoce, “seguiremos lamentándonos porque es para lamentarse”.

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