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Commonspoly: el juego que desafía a los especuladores

Commonspoly surge como una forma de subvertir la versión contemporánea de Monopoly

Javier Domínguez Reguero

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Commonspoly es un juego de mesa que nació tras el Festival ZEMOS98 de 2015 y que cuestiona el modelo “salvaje de privatización neoliberal”. Para esta actualización, presentada en noviembre de 2020, se han arreglado pequeñas incoherencias, se han adecuado algunos de los contenidos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los personajes se han modificado en honor a activistas reales como Yayo Herrera, Chelsea Manning o el compañero Moha Gerehou. Pero la misión es la misma: parar las intenciones de “los malos del juego”, es decir, los especuladores. 

Este juego subvierte al Monopoly para impulsar una sociedad que comparte y llega a puntos de encuentro. “Nos necesitamos. ¡Vamos a cooperar!” es el lema del juego. Se busca recuperar el espíritu crítico con el que en 1904 Elizabeth Magie concibió The Landlord’s Game y que la empresa Parker Brothers distorsionó con su famosa versión del juego. 

La idea fundamental no consiste en la adquisición de propiedades y desbancar a los demás jugadores con el fin de adueñarse de todo el capital. Aquí no hay calles en las que edificar casas ni hoteles. Tampoco hay impuestos de lujo, ni prisión. Aunque sí existe un centro de detención. Cada casilla del tablero está destinada a distintos tipos de bienes privados, públicos y comunes de distintas categorías: urbanos, medioambientales, sanitarios y del conocimiento: parques infantiles, jardínes, hospitales, bibliotecas, residencias de mayores, colegios, infraestructuras eléctricas, etc.

Lea las instrucciones

Commonspoly no es juego de mesa al uso. El objetivo es desbloquear los bienes privados para convertirlos en públicos. Y de ahí a hacerlos comunes. Pese a la voluntad individual, la tarea sólo puede realizarse con el consenso de todos los jugadores. Estos tienen veinte rondas para liberar cuantos bienes sean posibles. Si queda un bien privado, todos pierden. “La cultura de la competición tiene más arraigo que la de la cooperación. A veces es una cuestión sistemática ante la escasez de recursos. Pero como hemos visto con la pandemia, el sistema está roto y por más que se quiera imponer el relato de la meritocracia y de la competición, este no funciona para dar respuesta a muchas de las quiebras que hay”, explica Felipe G. Gil, miembro de ZEMOS98.

Echar una partida no parece sencillo. Es conveniente leer las instrucciones “con paciencia y tranquilidad”. Pero una vez que se empieza, “la dinámica suele resultar más fácil que a priori”. “Lo más bonito es que el juego te obliga a cooperar y la peña suele tardar en ponerse de acuerdo para tener una estrategia”, dice Gil. Es el salto de lo individual a lo colectivo.

Commonspoly presenta a ocho personajes con una detallada información biográfica. Carolina (Elías), por ejemplo, es una trabajadora doméstica salvadoreña que no cuenta con la ciudadanía. Es una mujer heterosexual de clase media. Temple (Grandin) es veterinaria y zoóloga. Es una mujer blanca lesbiana de clase alta a la que no le cuesta hablar sobre su autismo abiertamente.

Estos personajes están envueltos en un contexto aportado en el juego gracias a las cartas globales y a las de situación. Cada personaje tiene tres tipos de puntos: de habilidad, de bienestar y de legitimidad.

La implementación de la Renta Básica Universal a nivel mundial otorga dos puntos de bienestar mientras que la vuelta a la esclavitud y a las jornadas laborales de 16 horas provoca una pérdida de cuatro de estos puntos. En cuanto a legitimidad, los puntos se ganan con acciones como ayudar a limpiar un parque o neutralizar un incidente machista en un evento. Por otro lado, se pierden cuando se compran cosas que no se necesitan debido a la publicidad de alguna red social.

De lo macro a lo micro

A los personajes y a las situaciones se les suman los especuladores. Son ellos los que tienen el último turno de cada ronda y los encargados de quitar puntos para impedir la liberalización de todos los bienes. “El juego parte de una premisa buenista basada en que la desprivatización es mejor para la sociedad. En ámbitos como la educación o la sanidad es incuestionable, pero no es cierto que lo privado sea siempre sinónimo de lo malvado”, matiza Gil.

Commonspoly fomenta una manera “divertida y didáctica” de plantearse la transformación social y las formas de convivencia. El bienestar y la legitimidad se ponen al servicio del bien común. Durante las partidas se debate, como resalta Gil, no sólo las cuestiones del propio juego sino sus reglas. “El perfil del jugador es gente interesada en hacerse preguntas sobre las reglas de juego en general de la vida. Eso tiene unas connotaciones políticas ligadas a una ciudadanía crítica, activa y políticamente comprometida”. 

ZEMOS98 ha creado a través de este proyecto una vía para repensar las actuales mecánicas económicas y socioculturales. Con el mismo carácter abierto con el que se creó, Commonspoly cuenta con una licencia PeerProduction que permite a cualquier entidad adaptar el juego y realizar modificaciones siempre que lo haga para un uso no comercial. Esta cuarta versión está físicamente disponible en español y en inglés. Las versiones francesa y portuguesa son descargables. 

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