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Cultura y tapeo con enjundia a la sombra del faro más alto de España

El faro de Chipiona, desde su fachada de entrada.

Francisco J. Jiménez

Chipiona es uno de los puntos más turísticos de la costa gaditana y ofrece detalles culturales que pueden pasar inadvertidos para el visitante pese a estar muy cerca del mismo centro de la ciudad. A ningún forastero se le escapa la presencia de su impresionante faro, así que es un punto perfecto para empezar una ruta para conocer algunos de los elementos imprescindibles de la localidad.

El faro de Chipiona pertenece a la Autoridad Portuaria de Sevilla y es la primera señal que se encuentran los barcos mercantes que llegan del mar para entrar en el Guadalquivir. El visitante verá el faro tal y como se construyó. Se inauguró en 1867 y desde entonces no ha sido sometido a ninguna reforma. Eso sí, está en perfecto estado. Sólo es necesario tener ganas y fuerzas para subir los 322 escalones que llevan hasta la cúpula.

En la entrada del edificio hay unos paneles explicativos que hacen diferentes referencias históricas sobre el lugar, como la del general romano Quinto Servilio Caepión, que levantó una torre que llevaría su nombre cerca del actual emplazamiento para evitar el peligro del bajo de Salmedina. Mucho después, el ingeniero Jaime Font construyó en piedra ostionera el faro, tal y como lo conocemos hoy.

Desde su construcción hace 152 años, el faro ha estado apagado en dos periodos: en la Guerra de Cuba, porque se pensaba que podía ser bombardeado por barcos americanos, y también durante la Guerra Civil española. 

El faro de Chipiona el más alto de España gracias a sus 69 metros y también es uno de los más altos del mundo. Ofrece 25 millas de alcance y es visitable gracias a un convenio con el Ayuntamiento de Chipiona a través de su oficina de Turismo.

Las personas interesadas en la visita tienen que reservar la entrada al menos con una semana de antelación. Por cinco euros tiene el privilegio de subir, ver la lente y disfrutar de unas vistas que son formidables. La playa de Las Canteras, la playa de Regla, el Santuario y el propio pueblo se contemplan a vista de pájaro.

Si la marea es baja, también se pueden ver los corrales de pesca de Chipiona, que son cerramientos artificiales de piedra ostionera sobre la zona rocosa. Representan un arte de pesca antiquísimo cuyo origen se atribuye a los romanos.

Los corrales están construidos sobre una playa de pendiente suave para que dejen en bajamar un amplio espacio en seco. En definitiva, son trampas gigantes que funcionan con la marea. Su eficacia es considerablemente mayor durante las mareas vivas, porque es cuando entra más pescado y cuando se vacían casi totalmente en la bajamar. Así es más fácil recoger la pesca. Para verlos también es necesario reservar una cita previa en la Oficina de Turismo de Chipiona.

De tapas junto a un castillo

Sin necesidad de utilizar el coche, partiendo del faro podemos visitar otro edificio emblemático de Chipiona: el castillo. No se puede acceder a todos sus rincones, pero es una construcción que llama mucho la atención en pleno paseo marítimo y muy cerca del monumento de la Cruz del Mar.

El castillo de Chipiona data del siglo XV, aunque algunos estudios aseguran que se remonta unos 200 años antes. Alfonso X lo fortificó durante la reconquista de Cádiz y después se ha convertido en una prisión y en un hotel. 

En la actualidad acoge diferentes eventos tras haber sido adquirido por el Ayuntamiento de chipionero y alberga el Centro de Interpretación Cádiz y el Nuevo Mundo. El visitante puede conocer la relación e importancia de la provincia de Cádiz con el descubrimiento, la colonización y la explotación del Nuevo Mundo, ya que desde diferentes puntos de Cádiz salieron tres de los cuatro viajes colombinos.

En el relato que ofrece este centro de interpretación, se hace hincapié en que la provincia fue gran protagonista de estos momentos históricos por ser el punto de partida y llegada de la primera vuelta al mundo. La exposición muestra un recorrido histórico desde la situación de Cádiz previa al descubrimiento hasta la promulgación de la Constitución de 1812. El diseño de la muestra está conformado por un conjunto de 14 bloques temáticos que se distribuyen alrededor de cinco salas. 

Y como todo no va a ser cultura en una visita a Chipiona, la perfecta ubicación del castillo permite al visitante cambiar el chip y adentrarse en la gastronomía local en los muchos bares que se encuentran en la calle Isaac Peral y sus alrededores.

Son recomendables las tortillitas de camarones y el arroz negro de El Potalazo, las ortiguillas del bar Franchi, la tortilla de escombros de El Volapié, la piriñaca con filetes de caballa de La Ola, el cazón metío en tomate de La pañoleta y la corvina frita con ali oli del Aurora. Lo suyo es maridarlo con el clásico moscatel chipionero, otro clásico que no debe faltar en una visita con mucha enjundia.

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