La ciudad ibero-romana de Ocuri: un yacimiento con Q de Calidad
La ciudad ibero-romana de Ocuri, en Ubrique (Cádiz), es una de las joyas del patrimonio cultural andaluz y es también un ejemplo de cómo desde la gestión municipal se puede revitalizar un enclave que durante muchos años estuvo casi olvidado. Ahora, esta apuesta ha dado sus frutos porque la ciudad ibero-romana acaba de ser certificada como el primer yacimiento arqueológico de España en obtener la marca Q de Calidad Turística. En concreto, se han valorado dos aspectos fundamentales: la excelencia en la gestión del yacimiento y su conexión con la actividad industrial del municipio ubriqueño –mundialmente conocido por la calidad de sus manufacturas en piel–, ya que las tenerías más antiguas de este pueblo serrano se localizaron en Ocuri.
La Q de Calidad es un distintivo que solicitan los enclaves que quieren obtener este prestigioso sello y supone un largo proceso, que en el caso de Ocuri se ha extendido durante más de un año y ha implicado, por ejemplo, la mejora del centro de visitantes del yacimiento y el afianzamiento de las visitas guiadas, que se realizan tres veces al día de martes a domingos.
También se ha consolidado la programación de actividades culturales que se celebran en Ocuri. Por ejemplo, los segundos sábados de cada mes los visitantes pueden disfrutar de una visita teatralizada que corre a cargo de la veterana asociación Romanos de Ubrique. Además, se celebran conciertos, obras de teatro, concursos fotográficos y hasta encuentros para contemplar el cielo nocturno.
La ciudad romana de Ocuri se sitúa en la cima del Salto de la Mora, un cerro calizo que está a un kilometro del casco urbano de Ubrique. El acceso al yacimiento se encuentra a pocos metros subiendo por la carretera que une los municipios de Ubrique y Benaocaz.
El Salto de la Mora en un hermoso paraje y un punto estratégico desde el que se controla el paso natural hacia la Manga de Villaluenga, por un lado, y la salida hacia el sur de la sierra, por otro. Su privilegiada posición, las fuertes murallas que rodean la ciudad y su extensión nos indican que debió ser un municipio prerromano y romano de gran relevancia, hecho que queda igualmente demostrado por la importancia de los restos arqueológicos que se conservan.
Los investigadores fijan sus orígenes al menos en el siglo VI a.C., aunque la mayoría de los restos que se han encontrado pertenecen a la época romana de la ciudad, que tuvo su máximo esplendor en el siglo II d.C.
Subir hasta el Salto de la Mora desde el centro de visitantes situado al pie del yacimiento es una experiencia de inmersión en la historia y en la naturaleza. El camino está marcado por un sendero que asciende suavemente entre encinas, alcornoques y acebuches y desde el que no es difícil ver cabras que rumian apaciblemente sin echar cuenta de los paseantes.
Lo primero que se encuentra el visitante es la necrópolis romana, que como dictaban las leyes sanitarias de la época, está fuera de los muros de la ciudad propiamente dicha.
Un poco más arriba, se encuentra el Mausoleo, una construcción singular que no tiene igual en toda Andalucía y en cuyo interior se localizan una serie de nichos en los que se depositaban las cenizas de los difuntos.
Bajo la cúpula de Mausoleo, se debían alojar también ofrendas a los muertos y elementos ornamentales como pinturas y estatuas. Esta construcción está fechada entre los el siglo I y el II d.C. y pudo pertenecer a una poderosa familia ocuritana o bien a un collegium funeraticium, una sociedad destinada a dispensar los servicios funerarios a sus afiliados, como ocurre con nuestras actuales funerarias.
A partir de este punto, el camino se hace algo más empinado y, tras atravesar un trozo de la antigua calzada que ascendía a la ciudad, se alcanza la impresionante muralla ciclópea (construida con grandes piedras sin argamasa), que es de origen íbero, aunque ha sido alterada en varias ocasiones. En el siglo I o II d.C. se modificó la entrada para darle un carácter monumental.
La muralla da paso a la ciudad propiamente dicha. El visitante no puede más que sorprenderse de las dimensiones del núcleo urbano y de la importancia de los restos que en él se encuentran. Varias cisternas de gran capacidad de embalse nos hablan de la importancia del agua en la zona y de la riqueza de estas tierras en este recurso primordial, que forma parte de la historia de Ubrique y que ha sido fundamental para la tradicional industria de curtido de las pieles. En esta zona podemos observar también la llamada Fuente de Minerva.
Un poco más arriba nos encontramos con el foro, la plaza pública, que era el centro de la vida en la ciudad. En el foro se pueden ver restos de tabernas, viviendas y algunos edificios públicos.
La parte más alta de la ciudad, la de mejores vistas, está reservada para las termas, de las que se conservan un conjunto de muros, pavimentos, cisternas y conducciones de unos 460 metros cuadrado, aunque en origen pudo ser más amplia. Debieron construirse entre finales del siglo I d.C y los inicios del siglo II d.C. Son, además, las únicas termas romanas identificadas hasta ahora en la Sierra de Cádiz. El paisaje que se divida desde este punto es realmente extraordinario.
Desperdigados por el recinto, el visitante puede observar también restos de construcciones que una vez fueron las casas de los ocuritanos. Algunas de ellas tiene la planta bastante bien conservada e incluso se aprecian los restos de los hornos donde se cocía el pan. Ocuri nos sigue hablando de la vida y las costumbre de estos romanos de la sierra gaditana.
La ciudad fue descubierta por el ubriqueño Juan Vegazo, que en el siglo XVIII compró un terreno cerca de su pueblo natal con el extraño propósito de encontrar una ciudad romana a la altura de Pompeya a partir de algunos restos arqueológicos que adornaban el agreste paisaje del que se hizo dueño.
Varios siglos después y, tras los muchos avatares sufridos por el yacimiento, entre ellos abandono y vandalismo, Ocuri se consolida como una ciudad ibero-romana única en Andalucía. Los más de 4.500 visitantes que disfrutaron de ella el pasado año –más de 20.000 desde su reapertura en diciembre de 2014– lo certifican.