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“Que nos metan dos meses en prisión preventiva por ocupar una vivienda es una vergüenza”

Entrada al centro penitenciario Sevilla I, donde estuvieron encarcelados los jóvenes y otras cuatro personas por los hechos ocurridos el pasado 15 de febrero

Javier Ramajo

Han estado en prisión preventiva durante 56 días por un intento de ocupación de viviendas en el número 42 de la calle Macarena de Sevilla. Unas semanas después de retomar la libertad, con algo de perspectiva pero con lo sucedido dentro y fuera muy cercano en el tiempo, dos jóvenes de apenas una veintena de años explican su versión de los hechos y su experiencia en la cárcel.

Llevan la reivindicación y el inconformismo por bandera, reforzada quizás tras su paso por la cárcel. Dicen que a la prisión “uno termina acostumbrándose”, aunque “al principio fue muy duro”. Prefieren no identificarse ni mostrar su imagen y ofrecen un relato de la mañana del pasado 15 de febrero muy diferente al manifestado por el juez cuando prorrogó en marzo la prisión provisional “a tenor del atestado policial y las declaraciones que se han tomado ya a agentes e intervinientes”. “Claro, solo les han preguntado a ellos”.

Uno de ellos fue “a la resistencia y a poner pancartas” y otro pernoctó en el lugar de los hechos la noche anterior. La “tensión verbal” de los primeros momentos cuando llegó la Policía aquella mañana se convirtió en “golpes y puñetazos” pero por parte de los agentes a los ocupantes, “no como dice el juez”. “Daban golpes porque sí, vinieron muy violentos”. El auto judicial hablaba de “grupo organizado y violento” pero del lado de los activistas y personas sin hogar. “No estábamos haciendo nada, cargaron contra nosotros y nos pusieron contra la muralla”, cuentan.

“Vi que estaban pegando a una mujer y traté de interponerme. Me empezaron a pegar y me hicieron una brecha en la cabeza. Tardaron luego mucho en llevarme al hospital. Allí no me dejaron hablar ni hemos podido dejar constancia de nuestras graves lesiones. A otro de los que estábamos allí le despertaron de una patada. Las lesiones de las que se nos acusan los policías son leves, por los forcejeos, pero a mí casi me dejan tonto”, relata uno de los jóvenes.

La mayoría fue identificada. Hubo seis encarcelamientos y otros doce están investigados por el juzgado. “Presunción de inocencia no hemos tenido. Lo que han querido ha sido meter miedo y tomarnos como cabezas de turco. Que nos metan dos meses en prisión preventiva por ocupar una vivienda es una vergüenza. La vivienda es un derecho constitucional pero la Constitución está para lo que a ellos les interesa. El Código Penal solo se le aplica a la gente humilde o a raperos”, señala uno de los jóvenes.

“La cárcel no es como en la tele”

“El derecho a la protesta solo sirve para lo que el Estado deja que se proteste. Vivimos en un Estado fascista aunque tenga la careta de democracia y solo estábamos reivindicando lo que la gente tiene derecho. En Sevilla hay albergues pero solo puedes ir unos días al mes y hay mucha gente durmiendo en las calles todas las noches”, denuncia el otro.

Sobre su experiencia en la cárcel coinciden en señalar que “la incertidumbre de lo que va a pasar es lo peor”. “Nos decían que podíamos salir pero los días y la semanas pasaban, y nunca sabes. Nos parece que ha sido una medida muy desproporcionada. Te acabas acostumbrando pero no es agradable. Te tratan peor que a un terrorista, de forma muy despectiva. Unos funcionarios dijeron al resto que éramos violadores para que nos pegasen, pero supimos ganarnos al resto de presos. La cárcel no es como en la tele. Es un sitio deprimente”.

Según añaden, la prisión “es como un barrio muy humilde pero del que no puedes salir”, dice uno, “excepto por los funcionarios”, apostilla el otro. “La mayoría de los que están allí es gente humilde que está allí por robar tonterías. Vimos mucho apoyo mutuo entre los presos. Los derechos humanos se vulneran allí dentro. La cárcel me ha mostrado la realidad de este país. Yo ya no veo el mundo como lo veía antes después de cruzar la línea roja. Siempre va a estar ahí el Estado policial. No me siento libre en absoluto aunque ya no esté en la cárcel. La gente se conforma con vivir sin libertad”.

Ambos han aprovechado para leer (“veinte libros”, apunta uno) y hacer ejercicio. Con todo, les gustaría lanzar “un mensaje propositivo” a cuenta de su experiencia y de su estancia en prisión. “La represión está ahí porque el pueblo la consiente. No es normal que la mayoría de la gente siga dormida con la represión que hay”. Ahora tienen que firmar en el juzgados dos veces al mes, y reconocen que se han “quitado” del “activismo más subversivo”.

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