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Amor de barrio: el vecindario del centro de Sevilla se resiste a la masificación del turismo

Amor de barrio, en Sevilla

Charo Solís

En la piel de los barrios de San Julián, San Gil y la calle Feria de Sevilla se acaba de tatuar Amor de Barrio con la aguja y tinta de una iniciativa vecinal para afrontar las soluciones a su futuro inmediato bajo los principios sostenibilidad y humanización en aspectos como la movilidad, energía, comercio local, espacios verdes o vivienda y contra la amenaza de la turistificación. La idea parte de los colectivos Santa Cleta y La Transicionera, que ha celebrado este sábado una primera reunión con los vecinos. En tiempos de redes sociales, buena parte de los asistentes ha llegado hasta la cita por cartelería y folletos distribuidos por los negocios de la zona.

Este colectivo y una red de colaboradores ya han hecho un diagnóstico previo sobre las necesidades de este entorno. Un documento abierto al debate y a la participación, como han explicado al alimón Patricia Luque e Israel Sánchez, miembros de La Transicionera, en el que plantean un modelo de ciudad y una organización como barrio en transición ante los cambios que se avecinan.

Como han ido exponiendo en esta primera toma de contacto, su trabajo se ha articulado en torno a cuatro ejes de actuación: un barrio cercano en el que fortalecer la economía local y el comercio tradicional; un barrio verde basado en un modelo de movilidad a pie, en bici, de transporte público, de respeto al medio ambiente y zonas verdes con sombras, bancos y árboles; un barrio habitable de espacios abiertos, con mayor accesibilidad y en el que estén en equilibrio los residentes y los usos turísticos, y un barrio cultural en el que aprovechar el potencial creativo de sus habitantes para abrirlo al resto de la ciudad.

Ante la amenaza de masificación turística

Esta propuesta no sólo se inspira en el movimiento de transición que arrancó en el sur del Reino Unido en el año 2005, ni es sólo una respuesta ante la crisis energética y cómo organizar la búsqueda de soluciones, sino que también tiene una vertiente más amplia porque persigue la movilización de la comunidad hasta el punto, si es necesario, de conflicto para reforzar su misión de promover un cambio social.

A pesar de lo novedoso de la propuesta, ya existe una experiencia anterior en el barrio de Parque Alcosa en 2015, pero que respondió a otras necesidades y carencias, en especial de edificación e infraestructuras, y que movilizó a toda la comunidad. En este caso, la principal preocupación ahora mismo en el entorno de San Gil, San Julián y Feria es la amenaza que se cierne sobre sus cabezas de la masificación turística.

Colaboración o especulación

Estos barrios son el resultado de un proceso de gentrificación que los recuperó de una imagen degradada de “jeringuillas” de los ochenta, como lo retrata uno de los participantes al encuentro, y que ahora va camino de un proceso de invasión del turismo de masas que les empuja a gentrificar otros barrios cercanos. Como alertan los asistentes, y de forma unánime, el modelo que se da en estos barrios no es la economía colaborativa del alquiler de una vivienda mientras el propietario está de vacaciones o compartir una habitación por un módico precio. El modelo que amenaza el barrio lo ven tan voraz que lo definen como “especulativo”: edificios completos y viviendas que acaban convertidas en hoteles. Los asistentes exponen experiencias cercanas sobre los envíos de burofax notificando subidas del alquiler que se disparan que obligan a salidas forzosa del inquilino.

Comercios, hermandades, sector turístico... todos invitados

Esta realidad ataca, en primer lugar, al bolsillo de quienes se resisten a marcharse a León XIII o Miraflores, en lo que sería un nuevo proceso de gentrificación de los barrios más próximos, porque tienen que pagar más por lo mismo. En segundo, afecta a quienes tienen allí negocios. Isabel, cooperativista de un establecimiento de reparación y alquiler de bicicletas, relata cómo ya no arregla las bicis de sus vecinos porque estos han huido a otras zonas de la ciudad donde les es más barato vivir; y tampoco alquila tantas bicis a los turistas porque los apartamentos turísticos ya las ofrecen. A su lado, una joven emprendedora que montó una cafetería ideada como espacio amable para compartir entre adultos y niños, relata que en un principio funcionó como tal, pero esas familias se han tenido que ir. Ahora no sirve más que desayunos a turistas. El negocio funciona, pero su idea de negocio no. Otro de los asistentes, un veterano de la lucha vecinal de los ochenta, redondea el retrato de la situación actual. “Quiero seguir en este barrio, pero que la cerveza no me cueste tres o cuatro euros”, ironiza.

A este proyecto incipiente le queda recorrido. En esta primera reunión se ha puesto la primera semilla entre el vecindario pero son conscientes de que tienen que sembrar más y abrirse a otras entidades e instituciones, como las propias asociaciones de vecinos o las hermandades, estas últimas elementos históricos claves en la dinamización de estos barrios desde el siglo XVI, y también a las administraciones, más aún en un momento políticamente intenso con unas elecciones municipales en dos meses. Y a la vista del impacto del turismo, también a los propios empresarios del sector. Tan es así, que al próximo encuentro que celebrarán en un particular Viernes de Dolores, han anunciado que les van a invitar.

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