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Osos y lobos para salvar el ecosistema

Osos en la estación veterinaria de la ONG Arcturos.

María Iglesias

Enviada a Grecia —

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El trayecto desde el aeropuerto de Tesalónica, donde brilla el Egeo hasta el pueblo de Ninfea, cumbre nevada tan mágica como el topónimo “ninfa” designa, es la ruta que lleva a la Fundación Arcturos. Esta ONG, nacida en 1992, custodia dos santuarios, uno de osos y otro de lobos y ha sido clave en la recuperación de ambas especies en el país heleno estos casi treinta años. Tarea que destaca este 2020, año de la biodiversidad, en que la ONU prevé firmar un pacto para proteger el 30% de especies antes de 2030.

Algunos desafíos medioambientales afrontados en Grecia son comunes a países como España, hábitat de tres de los cinco grandes carnívoros europeos, lobos, osos y linces ibéricos –los dos restantes son el lince euroasíatico y el glotón-. La carretera, gran enemigo del lince español, llevó a Arcturos a una batalla legal por la autovía de Este a Oeste en esta región, Macedonia central, que dividía el hábitat salvaje y causaba accidentes graves. Aquel pulso se ganó: se cambió el trazado y se crearon pasos subterráneos para la fauna. Hoy, en la carretera Sur-Norte, llama la atención el paisaje postapocalíptico: en 50 kilómetros se sucede media docena de plantas termoeléctricas que lanzan espesas fumarolas.

Son explotaciones de carbón, industria altamente contaminante, que la Unión Europea (UE) llama a abandonar, pero que ha impulsado en Grecia durante la honda crisis financiera. Grecia con Alemania, Polonia y Chequia producen un tercio del carbón mundial. Lo que causa que aquí el cáncer haya pasado del 16 al 30% desde 1950 y la esperanza de vida se vea reducida. Los obreros de esta industria mueren a los 67 años cuando la edad media de fallecimientos en Grecia es de 80.

La realidad es poliédrica. Lo sabe Vassilis Fourkiotis, el sociólogo medioambiental de Arcturos de 30 años que, desde hace dos, es “héroe” de la campaña “Europa protege” de la Comisión Europea. “La industria del lignito afecta a la salud animal y humana”. Pero muchos en la región no quieren que se cierre. “Se necesita empleo”, confirma Fourkiotis, y, paradójicamente, “el mayor desafío medioambiental hoy en Grecia es que la UE, Alemania, nos coloniza con parques eólicos de nombre griego pero capital extranjero, construidos en parajes protegidos, con aerogeneradores que matan aves, espantan animales de su hábitat, contaminan el suelo con los aceites de sus motores y, para colmo, no crean ni los puestos de trabajo, ni la cantidad de energía que se precisan”.

En busca de un lugar

Asumiendo el contexto, el equipo de Arcturos desarrolla una tarea que, en 1992, empezó de forma modesta, pero sin la cual la extinción de osos y lobos griegos estuvo cerca. Todo comenzó en 1992 cuando el químico y vinicultor Yiannis Boutaris paseaba con su hijo y les salió al encuentro un espectáculo de osos danzantes, tradición de esta zona de Grecia como de los colindantes Balcanes. La práctica se consentía aún en esa época pese a estar prohibida desde los 70 por su crueldad. Y es que, este equivalente al show de la cabra en España lograba que osos de cien a dos cientos kilos se alzaran a dos patas tras adiestrarlos desde cachorros colocándolos sobre brasas mientras la música sonaba. Los animales se erguían con tal de quemarse sólo las patas traseras. Con el tiempo, las brasas sobraban y el estímulo auditivo bastaba.

A muchos les hacía gracia que pareciera que el oso bailaba. Pero Boutaris hijo se horrorizó. Y Boutaris padre, al indagar que la prohibición legal no se cumplía porque el Estado no tenía dónde custodiar a osos incautados, creó con un equipo de granjeros, ganaderos, biólogos y educadores un santuario a las faldas de su Ninfea natal. Todo ello veinte años antes de ser alcalde de Tesalónica, de 2011 a 2019, con el partido que fundó, Acción, apoyado por socialdemócratas y Syriza. Una labor política por la que, en 2018, sufrió un ataque fascista.

Cinco años después de la creación de la ONG la práctica de los osos danzantes acabó en Grecia. “Arcturos salva osos y lobos, pero nuestro objetivo es proteger el medioambiente de forma holística: animales y especies forman parte de un todo”, expone Panos Stefanou, responsable de comunicación de la ONG. “En los 90, la caza de osas para capturar a sus cachorros y adiestrarles en bailar diezmó la especie hasta ciento cincuenta ejemplares, estimación además poco científica pues no había estudios de biodiversidad”.

Investigación y avances científico

La ONG ha impulsado la investigación científica sobre ambas especies por la que hoy se sabe que existen quinientos osos y de ochocientos a mil lobos –en España hay cuatrocientos osos, de dos mil a dos mil quinientos lobos y seiscientos linces. “La desaparición de especies, además del aspecto filosófico-moral equivalente a si se debe trocear el Partenon para exponerlo en el Museo Británico, tendría graves consecuencias sobre el ecosistema”, explica el biólogo de la Universidad de Tesalónica y asesor de Arcturos Alexandros Karamanlidis. “Especies vegetales desaparecerían al no dispersar los osos sus semillas en las heces, las presas de los lobos proliferarían demasiado… Es una cadena”. 

Karamanlidis trabaja en estrecha conexión con la ONG pues los animales rescatados en edad temprana que, tras un tiempo, se reintegran a la naturaleza, se devuelven monitorizados con GPS. “Así aprendemos de sus conductas y desplazamientos”. Pero, además, “hemos desarrollado un sistema para obtener el ADN de los osos salvajes sin recurrir al dardo anestésico: dada su tendencia a rascarse la espalda en troncos, creamos unos que retienen su pelo y el análisis identifica cada ejemplar único. Estamos al habla con colegas de León, España”, detalla Karamanlidis, “pero el sistema de monitoreo no es exportable allí por las diferencias de hábitats: nuestros osos se acercan más a los poblados humanos, como en Albania, Macedonia y Serbia”. Ahora bien, algo en común con España podría ser que “la migración humana del campo a las ciudades da una oportunidad a las especies salvajes para recuperarse en zonas rurales”.

Vida salvaje en coexistencia con la ganadería

Junto a la actividad científica, Arcturos rescata crías de osos halladas huérfanas, tanto en Grecia como en Bulgaria o Albania, recibe animales de circos y zoos cerrados, en Grecia, los Balcanes (varios durante la guerra) o Italia, tiene un equipo de emergencia y un centro veterinario para rescates y curas. De hecho, durante la elaboración de este reportaje Kostas Steranidis recibió el aviso de que una loba estaba clavada en una verja doméstica en Tesalónica y junto al biólogo Alexandros Karamanlidis la salvaron (como se ve en este vídeo):

“Animal adulto, de 7 u 8 años, sin órgano vital afectado, bautizada como Elisabeth, que se estima se recuperará en un mes y luego será devuelta a la naturaleza”, informaron.

La ONG reintegra al hábitat salvaje a todos los animales con posibilidad de adaptarse, sobre todo los cachorros. Pero para los adultos no reinsertables cuenta con dos santuarios anexos en los cuales hay sendos centros de interpretación para visitas escolares y ecoturísticas de concienciación.

“En nuestra concepción integral no olvidamos a los humanos”, introduce Panos Stefanou el tema de su colaboración con granjeros y ganaderos. “Ellos son los verdaderos héroes”, dice Vassilis Fourkiotis, hijo y nieto de pastores y continuador de la saga. “En mi familia nunca hubo miedo al lobo, el animal más malentendido de todos. Mi abuelo, trashumante, lo veía como compañero de viaje. La clave para que los animales salvajes no causen rechazo a los ganaderos es evitar pérdidas en sus rebaños ¿Cómo? Con vallas electrificadas y perros pastores autóctonos, por instinto, muy fieles a sus rebaños. Aquí son los pastores griegos que en Arcturos criamos y regalamos a los granjeros”.

“Un lobo u oso hambriento sólo ataca a presas fáciles de cazar”, sigue Fourkiotis. “Si hay perros, no gastan energía en intentarlo”. Styliadis Evangelos, también tercera generación de ganadero de la zona, en su caso de vacas, lo corrobora. “Yo guardo mis cien vacas con nueve perros pastores y el pura raza de Arcturos. En invierno atisbo lobos acechando, pero no se acercan al ver custodiado el establo. Cazar lobos es ilegal, y ¿de qué serviría? Compartimos la naturaleza. Yo nunca he perdido una res, un oso sí me mató un perro de un zarpazo, pero -apunta- lo que veo injusto es que ley solo indemnice a partir de diez cabezas de ganado muertas”.    

Estabulación tradicional o industrial

La Comisión Europea concibe su campaña “Europa Protege” como una red continental de héroes cotidianos que actúan en lo local e inmediato en áreas desde la salud, migración, pobreza, transportes, empleo, seguridad… al medioambiente.  La financiación europea de programas de Arcturos ha sido clave para construir los santuarios de osos y lobos, el centro veterinario y el criadero de perros pastores griegos por un total de cinco millones setecientos mil euros, en tres proyectos del programa Life de 1994 a 2001. A ello se han sumado inversiones del Estado griego y privadas, desde las aportaciones de socios y visitantes al mecenazgo del naviero griego Stavros Niarchos.

Alimentar un oso cuesta quince mil euros al año, diez mil en el caso del lobo. Arcturos acoge hoy veintiún osos y nueve lobos. Desde 1992 ha cuidado de cincuenta y cinco y sesenta, respectivamente. Ha criado mil quinientos perros pastores pura raza griegos, plantado ciento cincuenta mil árboles de la dieta de los osos, desarrollado veinticinco programas internacionales de conservación, impartido cursos medioambientales a un millón de estudiantes y recibido otro tanto de visitantes en sus centros de interpretación (setecientos mil adultos y doscientos mil niños). Todo ello, explica, Elena Pontiki, con la colaboración de seis mil voluntarios y ciento veinte biólogos, veterinarios y ambientalistas en prácticas.

“La inversión europea es clave”, expone Vassilis Fourkiotis, pero para salvar de verdad la fauna salvaje hay que recuperar la ganadería tradicional, de menos reses en establos junto a las casas, donde el lobo no se acercaba, en vez del sistema industrial de cientos de animales estabulados fuera de núcleos humanos, que potencia la UE“. Styliadis Evangelos discrepa desde su experiencia de hijo de un pequeño vaquero que hoy regenta la explotación de un centenar de vacas lecheras. ”Antes también había peligro cuando se sacaba a las vacas de la cuadra a los prados para pastar“.

El atractivo de los dos santuarios

Arcturos es más que dos santuarios para osos y lobos traumatizados. Su vocación es que sendos santuarios desaparecieran. No cría en cautividad, reinserta a tantos ejemplares como se puede con seguridad para los propios ejemplares y los humanos (con control GPS). Rechazan los zoos y hasta reservas de animales como, en Andalucía, El Castillo de las Guardas o Cabárceno, en Cantabria. “Quizá sean el paso intermedio que alguna gente necesite”, concede el eco-guía de Arcturos Georges Mostakis, “pero siempre con miras a llegar a la conclusión de que los animales son y deben estar en la naturaleza”.

De los veintiún osos de Arcturos, los trece que están en su santuario de Ninfea hibernan aún a finales de febrero. Acercarse al santuario está vetado. “Si el ruido les desvelara, ya saldrían”, explica Panos Stefanou.

Pero sí son visitables las instalaciones de Arcturos en el bosque de Florina. Una finca de ochenta kilómetros cuadrados, con bosque y riachuelo, donde se encuentran tanto el criadero de perros pastores pura raza griegos con actualmente diecisiete ejemplares y el santuario de lobos. Allí tras altas alambradas, en una ladera sembrada de despieces de carne sanguinolenta, vive sus días la manada de lobas blancas canadienses rescatadas de un zoo de los Abruzos italianos. Huidizas de los humanos, ligeras, se dejan caer como plumas por la pradera, el instante de atrapar entre sus colmillos el bocado, vuelven a los matorrales y de nuevo bajan, como en un juego o danza.

 Y en el centro veterinario de Ninfea se produce el encuentro con los ocho osos allí alojados: los hermanos cachorros Bradley y Cooper que esta primavera serán devueltos a la naturaleza y los seis que vivirán allí siempre, como antes lo hicieron ejemplares en el recuerdo, como Andreas que, aunque fue rescatado como oso bailarín a la edad en que los osos suelen morir, veinticinco años, vivió otros veinticinco en Arcturos, siendo el ejemplar más longevo; o Usko hallado en Macedonia del norte con meses y las patas traseras incapacitadas pero gracias a la silla de ruedas que inventaron para él ha llevado hasta hace poco cinco buenos años. Hoy impacta mirar a los ojos del corpulento Patrick, de cinco años, hallado huérfano en Grecia con meses, en 2015, y que fue liberado en 2016  pero volvió; Georgia, Mollie y Luisa, hembras de cinco años halladas huérfanas en 2015, vagabundeando por Tbilisi (Georgia) tras unas inundaciones; Bruno y Masha hermanos, macho y hembra, huérfanos de Montenegro de tres años que no han podido reinsertarse porque su país no garantiza el monitoreo pero el protocolo internacional dicta que los osos no pueden ser liberados fuera de sus fronteras y Rei, de tres años, hallado en Albania como mascota a la venta.

Sus miradas profundas, su olisquear y sacar la lengua en un gesto parecido al amistoso del perro, el alzar la pata ofreciendo su zarpa como para chocar los cinco dan ganas de tocar al animal. “Ni se os ocurra”, adivina Panos Stefanou la tentación temeraria. Arcturos conoce la naturaleza salvaje de la vida que guarda. Por algo toma su nombre de la tercera estrella más brillante del cielo en este hemisferio y su mito originario. El astro Arcturos, en la constelación de El Boyero llamada por los árabes “El portador de la lanza”, el guardián de la osa mayor y la osa menor desde que el universo se creó.

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