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Reproducción asistida en un acuario o cómo salvar de la extinción al coral naranja

Pólipos de coral naranja, en el acuario | Hombre y Territorio

Néstor Cenizo

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Cada año, al llegar la luna llena de junio, ocurre en algunos lugares del Mar de Alborán un espectáculo minúsculo y multitudinario: decenas de miles de pequeñas larvas de coral naranja (Astroides calycularis), una especie endémica de esta zona del Mediterráneo, son liberadas al agua y caen lentamente, como en un baile con paracaídas, al fondo marino. Una vez allí, formarán un pólipo y después una espectacular colonia de coral, si todo va bien. Pero para eso necesitarán suerte: solo entre el 0,05 y el 1% de las larvas lo consiguen.

Ahora, por primera vez en estas latitudes, una asociación ha conseguido que las larvas de coral naranja crezcan en el Acuario de Sevilla, trasladando parte del proceso reproductivo a un medio controlado. Entre el 65 y el 75% de las que llevaron a la capital andaluza se han fijado a un sustrato que previamente habían preparado con mimo. El próximo verano trasladarán las colonias a su hábitat natural.

“Si conseguimos que se asienten y se reproduzcan habremos generado una herramienta que sirva para recuperar la especie en zonas donde se produzca una merma de población”, explica David León, coordinador de proyectos de Hombre y Territorio, la asociación que lidera el proyecto a través del programa MedCoral. León está convencido de que el éxito de la operación hasta ahora abre una vía para garantizar la supervivencia de esta especie, catalogada como “vulnerable” (en la segunda categoría en el catálogo nacional de especies amenazadas), y hoy en un brete por la subida de las temperaturas, la acidificación del agua y la presencia del alga invasora Rugulopterix okamurae.  

En el Mediterráneo habitan casi 200 especies de coral, hoy amenazadas. La última evaluación de los Antozoos del Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) refleja que un 13% de estas especies en el Mediterráneo (corales duros, gorgonias, plumas marinas, anémonas) están en receso claro. Entre ellos, el coral naranja.

Vídeo: Sara Bellido (HyT)

“El coral naranja es una especie emblemática”, concede Free Espinosa, profesor de Zoología de la Universidad de Sevilla, y colaborador en el proyecto, que cuenta con el apoyo de la Junta de Andalucía. “Además, tiene una función ecológica, porque alberga especies más pequeñas, y ejerce un gran atractivo para el buceo deportivo”.

Seis años intentando generar un hábitat controlado

Desarrollar una colonia de coral desde la larva en un ambiente controlado no ha sido una tarea sencilla. Tampoco rápida. Algunos de los implicados en esta historia llevan desde 2007 observando los corales naranjas: cómo nacen, se reproducen y se extienden. Fue así como descubrieron que las colonias están formadas por individuos (pólipos) macho o hembra en su totalidad, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los corales, que son hermafroditas. “No solo vimos esto, sino también que las colonias hembras hacen un cuidado larvario: los pólipos cuidan de la larva en el interior”, detalla Alejandro Terrón, de Hombre y Territorio.

Observaron también un fenómeno extraordinario: la suelta de las larvas ocurría cada año al llegar la luna llena de junio, cuando la temperatura en el Mar de Alborán alcanza los 18 grados. Es la señal para que los pólipos hembra suelten las larvas y estas caigan al sustrato.

Pero les faltaba todo lo demás. Lo primero, había que recoger las larvas. Para ello, contaron con la ayuda del Acuario de Sevilla, que, a partir de unas pipetas al uso, diseñó y fabricó unos recolectores para recoger las larvas en Punta de la Mona, en Almuñécar (Granada). “Una a una”, detalla Andrés Loza, conservador del acuario. Del mar las pasaron a unas bolsas presurizadas con oxígeno y, manteniendo la temperatura, las llevaron a Sevilla.

Pero durante seis años, todo terminaba aquí. Por algún motivo, no se fijaban a la roca. Hasta que tocaron un par de parámetros. Y entonces sí: funcionó.

“Hay que recrear absolutamente todo”

En Sevilla, el coral naranja dispone de un acuario en exclusiva con las condiciones ideales de temperatura, salinidad y PH. Las larvas de coral naranja tienen afinidad por unas algas calcáreas, y se desplazan por el medio hasta que las encuentran. La clave estaba en que se sintieran como en casa. “Era importante que el sustrato estuviera cuatro meses en el medio, para que crease una biopelícula de algas y otros organismos”, cuenta Terrón.

“Esto no tiene una receta como la tarta de queso”, añade Andrés Loza, conservador del acuario. “Las larvas de cualquier animal marino son fases extremadamente delicadas y susceptibles a cualquier cambio. Por eso, hay que recrear absolutamente todo y ser muy rápidos en el traslado, porque no tienen capacidad de natación”.

Una vez hechas al acuario, las larvas formaron el pólipo. “Y una vez que el pólipo abre los tentáculos empezamos a alimentarlo con larvas de zooplancton enriquecido que cultivamos en el acuario”, explica Loza. Un par de veces al día, se le alimenta como quien da el biberón a un bebé: con una pipeta, se dirige el alimento directamente a los tentáculos.

A los tres meses, los pólipos empezaron a dividirse, generando otros nuevos por reproducción asexual, hasta formar una colonia cada vez más extensa que acabará por tapizar toda la roca. Será entonces cuando se pueda trasladar de vuelta al mar, previsiblemente en junio del año que viene. Esta última es una operación más habitual, pero hasta entonces los investigadores prefieren no celebrar. 

La amenaza tiene nombre exótico: Rugulopterix okamurae

“La importancia de esto es que podemos diseñar un protocolo por si ocurre a gran escala un declive de la población”, celebra Terrón. Con esta herramienta sería posible reintroducir la especie de forma barata y poco invasiva. Con otra ventaja respecto a otras técnicas: a diferencia de la repoblación por fragmentación (trasplantando colonias enteras con un pegamento que fragua bajo el agua), con esta se consigue una diversidad genética que garantiza que la colonia no colapse, porque cada larva es genéticamente distinta.

“No queremos esperar a que haya un problema grande para investigar si es posible la siembra de reclutas para repoblar una zona”, dice Terrón. Ya se han producido episodios de mortandad masiva de invertebrados en el Mar de Alborán: la muerte del 90% de una especie de esponja y del 60% de todo el género, en 2016; o la extinción casi completa en litoral andaluz de la nacra, una especie de mejillón gigante (hasta 120 centímetros) que habita el Mediterráneo desde hace cinco millones de años. La culpa la tiene un protozoo parásito.

Para el coral, la gran amenaza tiene linaje exótico: es la Ruulopterix okamurae, un alga originaria de las costas asiáticas. Con la colaboración de Fundación Biodiversidad, Terrón y su grupo de investigación de Hombre y Territorio realizaron un seguimiento en algunos puntos clave del Mediterráneo occidental: Tarifa, Punta de la Mona y Cabo de Gata. “Desde que llegó el alga invasora [en 2015] observamos un declive progresivo de algunas especies típicas de la zona, como la gorgonia morada o el coral naranja”. Son especies muy características del coralígeno mediterráneo, un hábitat de interés comunitario.

La Rugulopterix ha colonizado el litoral del Estrecho, ha llegado hasta Adra y está empezando a llenar las redes de los pesqueros en Fuengirola. El alga se coloca encima y crece sobre los corales, desprendiendo sustancias químicas que deterioran los pólipos y pueden afectar a estas y otras especies como la posidonia oceánica o el coral Cladocora caespitosa, en peligro de extinción.

Además, el coral naranja suele situarse de la superficie a 30 o 40 metros de profundidad, donde se expone a la pesca deportiva, a los golpes de las aletas de algunos buceadores o a los vertidos. “Hay zonas del Mediterráneo donde ha sufrido una regresión considerable”, alerta Espinosa. “Ya hemos observado en Granada que las colonias están dañadas”.

Por eso, mejor anticiparse. “Si conseguimos que las colonias que han crecido en medio controlado se asienten y se reproduzcan habremos generado una herramienta muy valiosa que, ojalá, no haya que utilizar”, concluye David León. 

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