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La crisis provocada por el coronavirus nos sitúa, al menos parcialmente, en un escenario desconocido. Es cierto que tenemos experiencias de otras epidemias y que algunas pautas son comunes, pero la velocidad a la que se propaga el COVID-19 hace que esta epidemia sea cualitativamente distinta. Puede que la gripe sea más letal que el coronavirus, pero las medidas de prevención que se están tomando ahora -y las repercusiones que van a tener- no tienen nada que ver con las habituales de los periodos gripales.
No hay manual que nos sirva para afrontar situaciones excepcionales como la actual -hay que actuar en función de la evolución de la enfermedad y abordar los nuevos problemas en la medida que se van planteando- pero sí hay algunas reglas que debemos observar. La principal es seguir las recomendaciones del personal sanitario, de los profesionales encargados de velar por la salud pública, y de las distintas administraciones. Es posible que en alguna medida se equivoquen o la tomen tarde pero cuando se exige disciplina a la ciudadanía -y esto no lo resolveremos sin una buena dosis de disciplina- no puede haber orientaciones contradictorias ni se le puede restar autoridad moral a quien tiene que tomar las decisiones.
La derecha no lo ha entendido así. Estamos ante una crisis de enorme magnitud -sanitaria, económica, social (nos cambia sustancialmente nuestra forma habitual de vida) y política (posiblemente se tengan que suspender las elecciones de Euskadi y Galicia)- y evidentemente no hay por qué estar de acuerdo con las decisiones que tome el Ejecutivo, pero tiempo habrá de criticarlas. Lo que no se puede hacer en una crisis de esta magnitud es criticar permanentemente, aunque se diga que se va a ser leal y se apoye la declaración del estado de alarma -difícil tendría explicar su negativa- cada paso que da o deja de dar el presidente Sánchez.
Además, si al menos las críticas aportasen algo…, pero no es el caso. El viernes 13, Pablo Casado criticó las iniciativas del Gobierno para frenar la epidemia: “no se va a detener la expansión del coronavirus con sugerencias, sino con acciones decididas y urgentes”, una gran aportación del líder del PP en el terreno sanitario. Sobre todo cuando es la primera vez que se refiere a este nivel de la crisis, porque hasta entonces se había limitado a criticar las medidas del Gobierno en el terreno económico, parece que le preocupaba más el beneficio de las empresas que la salud de quienes trabajan en ellas.
Tampoco en el terreno económico estuvo muy fino el líder del principal partido de la oposición. En su primera intervención, el día 9, presentó sus medidas económicas para esta crisis, basadas en su programa electoral -qué suerte que el programa les sirva para cualquier situación- y con una importante rebaja fiscal para las empresas. Por supuesto no dijo de donde proponía sacar los recursos necesarios para atender al exceso de gasto sanitario y a las ayudas a empresas, trabajadores y demás colectivos que las necesiten. Sin embargo, el informe del Fondo Monetario Internacional, también de ideología neoliberal, sobre la situación de España sí lo dijo: incrementando la recaudación por impuestos, dado que nuestro país todavía tiene un importante recorrido hasta equipararse a la media europea. La diferencia está en que el Fondo analiza la situación concreta y Casado solo pretende desgastar al Gobierno
Pablo Casado acusa al Gobierno de “ir detrás de los acontecimientos” y quizás hubiese sido más oportuno decretar el estado de alarma hace una semana y, por lo tanto, suspender la manifestación del 8-M y el congreso de Vox -¡es increíble, Santiago Abascal criticando al Gobierno por no suspender su congreso!- pero, ¿qué hubiésemos dicho entonces? La respuesta del PP es fácil de deducir si tenemos en cuenta la escasa preocupación de su líder por la salud pública el lunes 9, o la reacción de Cayetana Álvarez de Toledo a la decisión de la Junta de Portavoces del Congreso de suspender la actividad parlamentaria ordinaria durante 14 días, debido a los casos detectados de infectados por el Covid-19: la portavoz del grupo parlamentario del Partido Popular estaba escandalizada porque era un atentado a la democracia, ya que el Congreso “no se cierra ni en tiempos de guerra”. Qué poco conocimiento de lo que supone la crisis del coronavirus, qué atrevida es la ignorancia. O tal vez solo es mala fe.
En los momentos de crisis es dónde las organizaciones y las personas se ponen a prueba, cuando demuestran su capacidad, su honestidad y su talla moral. Cuando superemos la crisis será el momento de analizar la capacidad del Gobierno, de la Unión Europea, los fallos del sistema sanitario, nuestro comportamiento como sociedad… Aunque algunos dirigentes de la derecha ya se han retratado suficientemente y mucho tendrán que cambiar para hacernos olvidar la indecencia que supone utilizar la crisis, la salud de la ciudadanía, con fines partidistas.
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