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Andalucía, crónica de una muerte anunciada

Carlos López

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Sólo un partido “obrero” prepotente y arrogante podía pensar que su política neoliberal de derechas nunca le pasaría factura. No pensar que el arco parlamentario español podría acabar igual que el francés, el alemán, el griego, el americano o el italiano era de una miopía enfermiza. La tendencia europea (y mundial) es clara. La socialdemocracia neoliberal ha fracasado estrepitosamente. Ni soluciona los problemas de las familias ni trae siquiera un halo de esperanza para el futuro. Es terreno abonado para la extrema derecha, una situación peligrosamente parecida a la de 1930. Si unimos, en España, la proliferación ramificada de la corrupción en los partidos mayoritarios allí donde han gobernado muchos años seguidos (PP, PSOE, CIU), no podemos sorprendernos por los resultados electorales en Andalucía.

Varios son los motivos que inducían a pensar que la política en Andalucía iba por los derroteros que la realidad ha demostrado. Otra cosa es que no quisiéramos verlo por las connotaciones negativas que un pasado violento nos recuerda con temor.

Teniendo en cuenta que la línea editorial de los grandes medios de comunicación puede determinar un 10% del voto, aproximadamente (ocurrió en el surgimiento de Podemos, en el lanzamiento de Ciudadanos y ahora, a partes iguales entre Ciudadanos y VOX), podemos explicar la mitad del resultado electoral en Andalucía.

Por otra parte es, cada vez, más grande e indeleble el hartazgo que está produciendo el conocimiento, por parte de la ciudadanía, del excesivo tamaño que tiene el pulpo de la corrupción, cuyos tentáculos se extienden por los dirigentes políticos, la financiación de algunos partidos, una parte de los funcionarios y la judicatura y grandes empresas multinacionales y algunas pequeñas con grandes influencias locales. Los dos partidos más corruptos, el PP a nivel nacional y el PSOE en Andalucía, han perdido un 20 % de los votos, que se antoja poco castigo para la importancia de los casos de corrupción en los que se hayan envueltos, sin que conozcamos todavía el verdadero tamaño de la corrupción.

Se ha producido, además, un efecto castigo generalizado a los políticos, pues “todos son iguales”, como se han hartado de repetir los partidos del viejo bipartidismo y sus medios afines, a falta de argumentos objetivos contra sus contrincantes. Un castigo que no ha afectado ni a Cs ni a VOX. Habría que destacar la sensación continua de engaño en la que nos sentimos y el fracaso de Podemos (a pesar de la coalición con IU) para capitalizar el descontento de la población con la situación política y económica.

Los motivos de este fracaso darían lugar a otro artículo pero, básicamente, son: no haber conseguido llegar a los gobiernos, excepto en muchas ciudades con confluencias municipalistas (lo que ha impedido demostrar sus cualidades y ha supuesto un abono para las luchas internas), no haber conseguido candidaturas reflejo de una amplia confluencia y el haberse convertido en “el enemigo del país” para la derecha y para el PSOE, así como para las grandes empresas, incluidos los medios de comunicación. Tres años de machaque mediático son muchos.

La desafección hacia los políticos y la falta de esperanza en el futuro se ha traducido en una gran abstención, que ha perjudicado, especialmente, al partido corrupto gobernante (según la visión popular) y al partido que venía a cambiar esta situación y no lo ha logrado: Adelante Andalucía (Unidos Podemos). A pesar de la coalición de diversas sensibilidades no ha generado la esperanza suficiente en su capacidad para cambiar la situación y ha perdido un 25 % de los votos. Era una tendencia ya marcada a nivel nacional.

Por último, la gran deserción del PSOE de las filas de la izquierda, pactando gobernar con un Ciudadanos cada vez más escorado a la derecha y manteniendo una posición extremadamente beligerante hacia Adelante Andalucía, mucho más que hacia el propio PP, su enemigo histórico, ha contribuido enormemente a la dispersión de una imagen negativizada sobre radicalismo en la izquierda del PSOE que no se ha transmitido sobre la extrema derecha, cuyo programa antisocial sí es un verdadero peligro para un Estado de derecho.

Esa posición del PSOE en tierra de nadie, desideologizado y defendiendo los intereses de las clases privilegiadas ha hundido la esperanza en las políticas “de izquierdas”. Su enorme sangría de votos no se ha dirigido hacia otra partido de izquierdas, Adelante Andalucía, sino hacia la abstención y hacia Ciudadanos, el partido con el que más afinidad ha mostrado el PSOE. Paradojas de la vida, el PSOE deberá, muy probablemente, dar el gobierno a aquellos que se lo dieron a ella, en un bumeran que nunca hubiera imaginado Susana Díaz. Impedir que VOX llegue al gobierno podría pasar por que el PSOE apoyara un gobierno de Cs.

España, que cada vez se aleja más de Europa en lo económico y en lo social, sí se acerca, sin embargo en lo político. La extrema derecha, antes disimulada en PP y Cs, ha llegado de manera interina a las instituciones democráticas, como lo hizo en el resto de Europa. Y puede perpetuarse, también. La izquierda no convence a indecisos e indignados y ya es tarde para avisar al PSOE de que está en riesgo la democracia. Nadie parece tener capacidad para evitar su asesinato. Tenemos 6 meses para reaccionar. Después, muy probablemente, será tarde.

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