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El gobierno de coalición ha cumplido un año. Un año horrible, marcado por una pandemia que nadie podía prever -quién le iba a decir a Podemos la importancia del Ministerio de Sanidad que despreció en la primavera de 2019- y que ha condicionado el desarrollo del programa pactado entre el PSOE y UP. A pesar del contexto, la pandemia y una derecha desbocada que dispara contra todo, creo que la acción de gobierno ha sido positiva en términos generales.
Sin duda, el principal acierto del Gobierno ha sido priorizar la atención a aquellos colectivos más vulnerables, algo que ha cobrado especial relevancia en la crisis económica derivada de la covid-19. La subida del Salario Mínimo Interprofesional, el Ingreso Mínimo Vital, ambas medidas contempladas en el programa de gobierno, han supuesto una cierta red de protección para los sectores sociales más desfavorecidos económicamente. Junto a estas medidas, los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo y las ayudas a empresas y autónomos han permitido el mantenimiento de cientos de miles de puestos de trabajo y sentado las bases para una mejor recuperación económica en el futuro.
La actividad del Gobierno no se ha limitado al terreno económico-social: la Ley Celaá, aunque parcial y con escaso debate social, ha tenido la virtud de derogar la sectaria Ley Wert, ha eliminado la contrarreforma llevada a cabo por el Gobierno de Rajoy; la Ley de Eutanasia nos aproxima al derecho de morir con dignidad, sin estar sometidos a encarnizamientos terapéuticos ni a reglas ético-morales ajenas o la exhumación de los restos de Franco, que avanza en la dirección de eliminar los privilegios de los vencedores del golpe militar de 1936 y de dignificar a quienes fueron leales al gobierno elegido democráticamente, son algunos ejemplos.
En la acción de gobierno no todo han sido aciertos: la gestión de la pandemia, cuyo análisis habrá que hacer cuando termine el proceso de vacunación, ha tenido luces y sombras y la deficiente política comunicativa del Ejecutivo -“hemos vencido al virus”, “con la vacuna estamos ante el principio del fin”…- ha creado más confusión y desasosiego del que ya teníamos la ciudadanía; la política de alianzas no siempre ha estado clara; la reforma laboral de Rajoy sigue vigente; el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, no tiene en cuenta las recomendaciones del Pacto de Toledo…
Con todo, en este año el Gobierno se ha asentado, ha aprobado los Presupuestos Generales del Estado y ampliado el apoyo parlamentario, incluso ha podido contar con los votos de Ciudadanos en determinadas ocasiones. Por primera vez en décadas -aunque el primer gobierno de Zapatero avanzó en derechos y libertades civiles- estamos ante la posibilidad de abordar una serie de reformas pendientes en lo económico, político, social y ecológico.
Las reformas pendientes necesitan tiempo –una legislatura no es suficiente-, y cuanto más apoyo político y social tengan más garantizado tendrán el futuro. Y el tiempo, el apoyo político y el apoyo social dependen, en buena medida, de lo que haga el Gobierno en los dos o tres próximos años.
En primer lugar el Ejecutivo tiene que demostrar su capacidad de coexistir, de hacer la coalición eficaz minimizando el consumo de energía interna. Las diferencias en una coalición no tienen por qué ocultarse, pero tampoco es necesario hacerlas públicas continuamente, hay que tener claro, y pactado, cuánto y cómo discrepar. La exhibición de las contradicciones y la reivindicación del conflicto, en principio, ni mejoran la democracia ni fortalecen la institución. Podemos debería saberlo por experiencia propia.
La política de alianzas va a ser fundamental en la estrategia de consolidación de una mayoría reformista. En este terreno las cosas están más complicadas -predominan los intereses de parte sobre los generales- pero después de la elecciones catalanas se abre un periodo que puede facilitar acuerdos políticos. El Gobierno hará bien en consolidar el bloque que apoyó la investidura de Pedro Sánchez, pero no debe caer en una política de bloques cerrada, en ejercer vetos ideológicos y consolidar la foto de Colón. La Ley de Eutanasia es más sólida y tiene más futuro con los votos de Ciudadanos que sin ellos.
El tercer factor esencial es el apoyo social, la continuidad de la coalición dependerá de la imagen que la ciudadanía tenga de la acción de gobierno. Además de consolidar y ampliar las relaciones de los diferentes ministerios con las organizaciones sociales es imprescindible diseñar una política de comunicación presidida por la transparencia, que no oculte las dificultades y contradicciones de la acción de gobierno, pedagógica, sin soberbia ni paternalismo. La atención a los colectivos más vulnerables, la empatía con ellos y una comunicación acertada es el mejor antídoto contra el populismo trumpista.
La nueva política de la Unión Europea ante la crisis múltiple provocada por la pandemia y la victoria de Biden en EEUU, configuran un contexto favorable a abordar las reformas pendientes. ¿Seremos capaces de hacerlo?
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