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Listas de espera para acceder a las listas de espera

6.746 pacientes que llevan más de 6 meses en lista de espera quirúrgica en Aragón

Mariano Gistaín

19 de octubre de 2022 23:24 h

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Parece que no se quieren aumentar los recursos o que no hay recursos... o que cuesta tanto gestionar el aumento que no vale la pena. Y eliminar usuarios no parece fácil. A la gente le gusta estar bien y que si le pasa algo la miren y la curen o la reparen. Qué vicio. 

Duda: si dejar que colapse el sistema lo hacen para favorecer las inversiones en sanidad privada y que la gente se haga seguros privados... o es porque no hay recursos y no se atreven a afrontarlo y a decirlo. O ambos. 

Si es lo primero –estimular a que la gente se apunte a pagar seguros de salud privados–, podrían decirlo. No pasaría nada. Se puede entender. Los políticos podrían decir: queremos aligerar la presión sobre la sanidad pública y que los que puedan pagarlo se vayan a la privada. No pasaría nada porque nadie escucha y una vez dicho se podría camuflar o desmentir o las dos cosas. 

Claro, tendrían que explicar que eso tiene trampa, que los médicos de alguna de esas privadas protestan porque cobran a 7 euros la consulta y que al final la privada acude al socorro último de la pública. Quizá estoy obsoleto y nada de esto es así. Ojalá: preferiría estar obsoleto y seguir vivo. 

Pero hay una evidencia científica reconocida: la atención se deteriora cada día y las listas de espera crecen a un ritmo alarmante. Hay tantos indicios como im-pacientes. Luego salen las cifras de médicos que se han ido al extranjero en los últimos diez años. Si no los podemos pagar mejor irse.

Quizá estamos en la edad del disimulo oficial –aunque son términos equivalentes– y nadie se atreva a hablar claro. Si no hay recursos habría que sacarlos de otras partidas. Quizá de las que ningún año se ejecutan, en cualquier parte, que son casi todas. Los presupuestos en general cada vez son más un trámite absurdo o, en el mejor de los casos, platónico. Hablar claro supondría estudiar, atender, explicar y elegir. Y, al parecer, no procede. Si los gestores supieran hacer esas cosas estarían en la privada… y se habrían ido al extranjero. Bucle.

La edad del disimulo se disparó en el CRACK del 2008, en cuyo seno inhóspito seguimos. Y alcanzó un clímax en la pandemia. Aun están por ver los muertos mayores en residencias en Madrid y Cataluña y donde los hubiera, que quizá nunca se sabrá o se sabrá cuando ya nada importe. Un asunto olvidado o disimulado. Enterrado oficialmente.

El disimulo oficial consiste, por ejemplo, en anunciar medidas buenas y complicar tanto el protocolo que en la práctica resulte inalcanzable. Desde la pandemia las administraciones se han cerrado, obvio en el caso de la Seguridad Social, que resulta inaccesible. Cada día hay testimonios de ciudadanos que no consiguen cita, ni siquiera acercarse. Ni online. La digitalización es una barrera más. Hasta salió en Heraldo de Aragón la carta de una lectora que daba las gracias a la vigilante o conserje de una oficina de la Seguridad Social porque le había facilitado una cita, o una aproximación. Es Kafka en España, los organismos son el castillo. La excepción es que en ciudades más pequeñas es más fácil acceder a las ventanillas. En Huesca pervive la amabilidad y la atención. Es un hito. Quizá es mejor que no se sepa, no vaya a ser que los multen o los trasladen. 

Quizá el siguiente paso de la sanidad sea seguir la hoja de ruta de la Seguridad Social: el protocolo Kafka. 

El sistema de listas y citas, al estar bloqueado el flujo normal, propicia los accesos privilegiados: amiguismo, influencia y otras modalidades de corrupción de bajo nivel que deterioran aun más la poca confianza que queda en las instituciones. Se podría investigar si los políticos tienen acceso privilegiado a los servicios públicos que dependen de ellos. 

En todo caso se agradecería que alguien rebajara un poco el nivel de hermetismo esotérico de las administraciones. El impulso para implantar la transparencia no solo se ha quedado a medias, tal como explica y demuestra Jaime Gómez Obregón, sino que las administraciones se blindan con nuevas opacidades. 

Si las consignas europeas son desmantelar la sanidad pública sin que se note para favorecer el negocio privado, que se diga. Al ser todo tan kafkiano nadie se daría cuenta. 

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