Un 'solete' de la guía Repsol llega hasta Biel, un pueblo zaragozano de 150 habitantes
El olor a leña y una preciosa colección de teléfonos antiguos reciben a los visitantes de El Caserío; el único restaurante ubicado en la pequeña localidad de Biel (Zaragoza). La madera cubre las paredes y el techo, aportando calidez a un espacio en el que se combinan la esencia de antaño en el ambiente y la modernidad en su cocina en un equilibrio perfecto. Hace unas pocas semanas, sus dueños recibían una carta certificada de la Guía Repsol informando que, a partir de ese momento, podían exhibir en su establecimiento uno de los trece “Soletes” que este año han concedido en Aragón. Esta insignia reconoce a lugares con encanto que se caracterizan por su cercanía y por la singularidad de su carta y también de su ambiente.
Al frente de este establecimiento se encuentran María, de 35 años, y Luis Romeo, de 28. Dos hermanos que, en octubre de 2022, decidieron cambiar su vida en Zaragoza por una vida “con menos estrés” en el mismo pueblo en el que hace décadas sus abuelos paternos también eligieron formar su hogar: Biel. “El Caserío se traspasaba porque sus anteriores dueños se jubilaban, le comenté a mi hermana mi idea de coger el traspaso y me dijo: me voy contigo”, cuenta Luís, mientras termina de servir uno de los muchos cafés que servirá esta mañana en la zona destinada al bar.
Cambio de vida
Luis estudió sala, sumillería y coctelería en Miralbueno, formación que más tarde completó con cocina, su verdadera pasión. Antes de terminar sus estudios ya los compaginaba trabajando en hostelería. Su proyección profesional fue rápida, tanto que desde hace tiempo gestionaba ya varias cocinas de manera simultánea. “Era un trabajo que me generaba muchísimo estrés. Sabía que necesitaba hacer un cambio para aliviar la presión mental a la que estaba sometido”, confiesa Luis. Convertirse, junto a su hermana, en propietario de este restaurante, ubicado en un pueblo de 150 habitantes censados “aunque viven muchos menos”, supuso para él el cambio de trabajo que necesitaba, pero también un cambio de vida drástico. “Hemos pasado de vivir en Zaragoza capital a vivir en un pueblo donde el único servicio que hay es el médico” y “no todos los días”, explica Luís, que añade “pero la tranquilidad que me aporta esta vida no la cambio por nada, voy a trabajar caminando y solo con abrir la puerta de casa tengo el monte a mis pies”. Este amante confeso de la vida rural, de los animales y de la naturaleza, está al frente de los fogones de El Caserío, su hermana María se ocupa de la sala, y la pareja de esta, que también se sumó a este cambio vital, echa una mano en la cocina a Luis.
Los hermanos habían sido veraneantes y visitantes de fin de semana en Biel desde pequeños, pero siempre habían vivido en la ciudad, por eso este cambio de vida ha sorprendido a su entorno, especialmente a su madre “tenía cierto reparo porque vivir en un pueblo no es fácil, nos preguntaba si íbamos a estar bien, y nos pide que tengamos cuidado”, dice el hostelero. Los miedos de la madre que envía a sus hijos a la ciudad se repiten en el caso de la que los ve partir hacia el pueblo que hace décadas su marido soñaba con dejar atrás para buscar un futuro diferente.
Luis y María confiesan que en su día a día hacen lo mismo que harían en Zaragoza, ir a trabajar, pero que la diferencia es la “calidad de vida” que han encontrado en un entorno más relajado, donde las prisas y el bullicio en las calles no existe.
La parte complicada ha sido encontrar vivienda. “No es nada fácil que te vendan una casa o incluso un terreno en el que construir”, admite Luis. Pueblos como Biel, se han convertido en lugares de recreo en los que las familias pasan periodos vacacionales y fines de semana, mientras el resto del tiempo viven en otros lugares. Un día de diario puede parecer que muchas casas están vacías, pero la realidad es que todas tienen dueños, y nadie está dispuesto a alquilarlas. Con las tierras y terrenos sucede algo parecido: “las personas mayores no quieren vender, dicen que sus hijos o sus sobrinos ya sabrán qué hacer cuando sean suyos. Es un hábito que cuesta cambiar, pero los que venimos nuevos al pueblo queremos tener también la oportunidad de tener nuestro hogar”, insiste Luis. Pese a estas dificultades, Luis ha encontrado una casa de alquiler, y María y su pareja otra, eso sí “el alquiler es algo elevado en localidades como Biel o en zonas turísticas”, advierte el joven.
Postres a la brasa
Nadie supo cuándo ni quién fue la persona encomendada por la Guía Repsol para que degustase la carta de El Caserío de Biel. “Recibir el distintivo fue una sorpresa para nosotros, la verdad es que no esperábamos obtener un reconocimiento como este tan pronto, sólo llevamos unos meses al frente del restaurante”, comenta Luis entre sonrisas. Los vecinos y vecinas del lugar ya les han felicitado, y también notan como hay gente que se interesa por su nueva cocina.
Si la estética del restaurante se ha mantenido igual a como la dejaron sus anteriores propietarios; amantes de la madera y la piedra, la carta sí ha variado, bastante. Las carnes a la brasa siguen siendo un referente, pero a ellos se han sumado algunas novedades como los tres platos de pescado, una receta con base mexicana y varios toques de vainilla y esencias a platos de toda la vida. “En un pueblo no puedes cambiar la carta de arriba abajo, tienes que mantener platos tradicionales, y después ofrecer alguna novedad con la que sorprender a los comensales” apunta el cocinero. Así, los entrantes se mantienen como siempre, y un postre caramelizado en la brasa cierra una carta de alta calidad a precio asequible, en un restaurante ubicado casi en el monte al que se llega saliendo de la ruta convencional de carretera. “Ese es el verdadero encanto del pueblo y del restaurante, que es un lugar que no esperas, que sorprende, y en el que puedes perderte” en el mejor sentido de la palabra, añade Luis.
Tras más de cuatro décadas dando de comer y cenar a turistas, cazadores y gentes de la zona, un referente de la cocina como El Caserío de Biel ha podido mantener abiertas sus puertas gracias a la iniciativa de Luís y María, que se han dado una oportunidad a sí mismos como propietarios de un negocio, y que, a su vez, han apostado por vivir sus vidas en un pueblo, a poco más de una hora de Zaragoza en coche. Los hermanos, y la pareja de ella, han bajado la media de edad de los habitantes de Biel, que superaba con creces los setenta años, y, a cambio, esta pequeña localidad cincovillesa les ha regalado a estos tres jóvenes la posibilidad de “trabajar para uno mismo, hacerlo a tu manera y vivir sin estrés”.
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