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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

Juan Carlos de Borbón, ex Tabú I de España

Juan Carlos I en una imagen de archivo

Arsenio Escolar

En noviembre de 2005, en el trigésimo aniversario de la llegada al trono de Juan Carlos I, la mayoría de la clase política y muchos medios de comunicación se llenaron la boca con un alud de incienso hacia su persona. El rey llegaba a la efeméride tan prestigiado, tan por encima de las oscuras previsiones que tres décadas atrás había despertado al convertirse en 1975 en Jefe del Estado por designación directa de Francisco Franco, que hubo incluso quien propuso que se le diera desde entonces y para siempre el apelativo de “el Grande”. La propuesta tuvo poco éxito, menos incluso que la de los comienzos del reinado, cuando algunos franquistas y muchos antifranquistas lo apellidaban como “el Breve”, pero lo cierto es que Juan Carlos alcanzó con sus treinta años en el trono una de sus más altas cotas de reputación.

Cierto también que había ya algo de impostación en todo aquello. Inviolable y no sujeto a responsabilidad, según el artículo 56 de la Constitución, el rey llevaba también todo su mandato siendo intocable para la prensa. Ni las dudas sobre el papel que jugó en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 ni los indicios sobre los orígenes y licitud de su fortuna económica y la de su familia ni las evidencias sobre su disipada vida personal se reflejaban en los medios de comunicación. Editores y periodistas tenían una especie de pacto no escrito para proteger al rey, creyendo que así protegían a la entonces débil democracia.

A finales de los años ochenta del pasado siglo, mi jefe en una revista semanal hoy desaparecida me encargó que investigara y escribiera un reportaje acerca de aquellos silencios sobre Juan Carlos I que nos habíamos autoimpuesto los medios. Hablé con muchas fuentes. Titulé mi trabajo “Tabú I de España”. Nunca salió publicado.

El tabú comenzó a romperse del todo poco después del trigésimo aniversario, el de 2005, de modo que al siguiente número redondo, el trigésimo quinto, en 2010, el rey ya no llegó ni brillante ni abrillantado. Los medios pasaron de ver una dificultad en la información que les llegaba sobre el monarca –“no cojas el teléfono, no sea una noticia que te complique la vida”, dice un viejo y cínico proverbio del acervo periodístico– a considerarlo una oportunidad, especialmente por la dura y sana competencia que por aquel entonces estaba trayendo al sector la eclosión de medios digitales, menos dependientes de los poderes políticos y económicos que los tradicionales. Fue precisamente en 2005 cuando un diputado socialista balear, Antonio Diéguez –al que entonces se le hizo poco caso–, destapó el caso Nóos o caso Iñaki Urdangarín, marido de la infanta Cristina y yerno del rey. Y fue precisamente en 2010 cuando el juez José Castro abrió una pieza relativa a Nóos dentro de otro sumario por corrupción, el del caso Palma Arena. El velo en torno al rey comenzaba a rasgarse. La crisis económica y la crudeza con que golpeó sobre todo a las clases populares le añadieron agujeros al velo, al aumentar las informaciones sobre los dineros del rey y las críticas a la poca transparencia incluso sobre aquellos que provenían del erario público. La crisis del elefante de Bostuana dejó el velo hecho trizas.

En un solo incidente, el rey quedó desnudo. Estábamos en la primavera de 2012, en lo más crudo del crudo invierno económico, con las tasas de paro, la pobreza y la desigualdad disparadas. El escándalo saltó, además, en un día tan simbólico como el 14 de abril, aniversario de la República. Aquel sábado por la mañana se supo que Juan Carlos de Borbón había tenido que ser traído a España y operado de urgencia desde Bostuana, tras romperse la cadera en una cacería de elefantes en el país africano en la que participaba en compañía de una mujer que no era la reina sino “su entrañable amiga Corinna”. El viaje no figuraba en la agenda oficial, y el rey había acudido invitado por un empresario saudí relacionado con el ‘AVE del desierto’, una enorme obra pública saudí adjudicada un año antes a un consorcio español gracias, entre otros factores, a la intermediación pagada o no del rey de España.

De la crisis del elefante de Bostuana medio salió el rey con una frase que se atribuyeron varios padres: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Pero los escándalos no remitieron. Se conocieron más detalles de las actividades presuntamente delictivas de su yerno, la propia infanta Cristina fue imputada, se supo que Corinna había residido un tiempo en un edificio oficial cerca de Zarzuela y que además de “entrañable amiga” de Juan Carlos era una mezcla de alta relaciones públicas y agente comercial internacional del monarca… Se supo además, ya bien entrado 2013, que el rey Juan Carlos y sus hermanas habían heredado de su padre en Suiza una fortuna de poco claros origen y tributación... La abdicación en su hijo Felipe VI parecía la única manera de preservar la institución, la Corona, la Monarquía. Y así se hizo, en junio de 2014. El nuevo rey abrió algunas ventanas y logró que corriera el aire fresco.

Cuatro años después y tras los efluvios de las cloacas de Estado vía el comisario jubilado José Manuel Villarejo, vuelve Corinna a los medios, vuelven las pistas suizas, vuelven las sospechas sobre las actividades económicas del ahora rey emérito... El juez Diego de Egea y la Fiscalía Anticorrupción investigan a Corinna y a Villarejo e indagan de paso si Juan Carlos de Borbón pudo cometer algún delito desde el 19 de junio de 2014, fecha en la que al dejar de ser el Jefe del Estado dejó de estar protegido por el artículo 56 de la Constitución. Si encuentran indicios suficientes, serán los magistrados del Tribunal Supremo quienes decidan si lo imputan, si lo procesan, si lo juzgan. Por de pronto, dos actos que figuraban en la agenda oficial del rey emérito se han suspendido: su participación esta semana en la Copa del Rey de Vela, en Palma, donde por primera vez desde el último escándalo iba a coincidir en público con su hijo Felipe VI, y su viaje a Bogotá para la toma de posesión del nuevo presidente colombiano, Iván Duque, el 7 de agosto. La explicación oficial, una lesión en la muñeca que le habría generado problemas musculares en la zona cervical y lumbar. ¡Oportuna lesión!

Por la vía parlamentaria, la investigación del nuevo escándalo tiene difícil recorrido. Unidos Podeos la impulsa, pero ni PSOE ni PP la facilitan. Pero la vía judicial es imprevisible e incontrolable. Cuando hace ya tantos años comenzó la investigación del caso Nóos, muy pocos pensaron que Cristina acabaría en el banquillo y Urdangarin en prisión. Quizás la verdadera razón de Estado, la mejor manera de preservar ahora la Corona y la Monarquía, sea que el rey emérito recorra el camino judicial que le corresponda. Caídos los tabúes, tapar en falso puede ser al final mucho más incierto y peligroso.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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