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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

No es uno de esos días

Pablo Motos y Santiago Abascal en El Hormiguero.

Barbijaputa

Hay días que ponerme a escribir frente a la pantalla en blanco me provoca ansiedad. Días como hoy. Intento pensar en uno de los mil temas que nos asfixian como mujeres y como trabajadoras para tratarlos, darles visibilidad, intentar convencer de la importancia de una mirada feminista en nuestra sociedad.

Pero días como hoy, con la sentencia de ayer, o de la semana pasada a los chicos de Altsasu, me atropellan, me pasan por encima, y me cuesta un esfuerzo inmenso seguir creyendo que el mundo se puede arreglar. O días como el miércoles, donde Abascal dijo en prime time que “cambio climático ha habido siempre”, que no hay consenso ninguno sobre si la actividad humana (“el hombre”, en sus palabras) tienen algo que ver. Días como ése, por ejemplo, en el que El Hormiguero, programa que le dio cobijo, arrasó en audiencia.

Hay días en los que lo doy todo por perdido y la imagen de un mundo feminista, un mundo mejor, un mundo más justo, me parece un cuento de ciencia ficción para nada alcanzable.

Un mundo decente donde no hay hombres con autoridad para estallarle el ojo a un chico que se manifiesta contra una sentencia injusta y desproporcionada. Donde la política no es un coto privado para hombres blancos, en su inmensa mayoría ricos. Donde el feminismo no es criminalizado sino entendido sin prejuicios. Donde la Justicia es justa y no un sistema de venganza que se aplica contra todo aquel que se rebele contra el régimen putrefacto del 78. Hay días en los que, no sólo soy consciente de que ese mundo no lo veré yo, sino que dudo que lo vea nunca nadie.

El planeta se desangra mientras los poderosos acaban con las personas que intentan defenderlo, cuando no es a balazos es gastando recursos y dinero en campañas difamatorias contra ellas. Los derechos de esta ciudadanía son cercenados y su libertad aniquilada, mientras parte de la población aplaude que así sea mientras baila con banderas que no significan nada. Gente que usa trapos patrióticos para hacer como que torean a otros conciudadanos que protestan. La venganza y el odio impreso en un trozo de tela made in China. Políticos enchaquetados cuyas mentiras son recibidas conscientemente por su electorado como los embustes que son, pero que son aplaudidos porque la alternativa es “la izquierda radical” de Podemos (ojalá Podemos fuera izquierda radical, señores palmeros).

Hay días en los que es imposible ser optimista y luchar con la energía que normalmente te acompaña cuando se te olvida el punto en el que estamos, cuando quieres obviarlo porque “todo puede mejorar”, porque “acabaremos entendiendo”, porque “merecemos otras vidas”, porque “llevamos razón”.

Tener la razón no sirve de nada, nunca ha servido ni nunca servirá. La razón no triunfa por sí misma mediante debates, no tiene fuerza por sí misma, y a la vista está. La razón triunfa cuando triunfan quienes razonan, que diría Brecht. Ahora mismo no triunfan las personas que razonan, sino las reaccionarias y las equidistantes.

Los que piensan que no les afectan sentencias como las de ayer deben ser rechazados y combatidos, no sólo porque piensen egoístamente que si a ellos no les salpica, bien está, sino porque son el caldo del cultivo del fascismo que crece en Europa. Sin ellos, sin la equidistancia y la indiferencia, el fascismo moriría de inanición. Sin embargo se cuentan a millones, los encuentras en cualquier rincón repitiendo la frase “los extremos se tocan”, un dicho que ha calado como ácido en nuestra sociedad, y puedes ver en sus caras orgullosas que se creen inmediatamente posicionados en un centro sensato y cívico que no existe.

Hay días, como hoy, en los que escribir algo con entusiasmo por el bien de todas es como intentar tragarte una piedra. Sencillamente no puedes. Pero, por algún motivo, vuelven siempre los otros días, esos en los que vuelves a creer que otro mundo es posible, y la energía toma de nuevo tu cuerpo. Y sientes que sí, que hay que seguir luchando. Bueno... hoy no es uno de esos días.

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