Los expertos en Salud Pública José Martínez Olmos, Daniel López-Acuña y Alberto Infante Campos analizan las medidas clave para hacer frente a la pandemia de coronavirus.
Ante una vacunación pandémica se necesita un esfuerzo y un liderazgo sanitario excepcionales
La vacunación para prevenir la COVID-19 que ha comenzado hace seis semanas en España y en toda Europa, no es una operación rutinaria. Esto debemos tenerlo muy claro tanto la ciudadanía, como los medios, los profesionales sanitarios y las autoridades.
Se trata de una operación de grandes proporciones que no debe ser ni trivializada ni dada por descontada, ya que se aspira a proteger a toda la población en el menor tiempo posible. Requiere convergencia de esfuerzos, gran eficiencia y armonía. Debe de ser un plan único y no derivar a diecisiete planes diferentes. Su lógica obedece a la necesidad de garantizar la seguridad sanitaria y la prevención de fallecimientos evitables y no es solamente una función más de la prestación de servicios de salud. Se trata de un esfuerzo para el que pueden no resultar suficientes los recursos sanitarios disponibles y que probablemente demandará recursos humanos, materiales y organizativos extraordinarios para poder ser acometida con éxito.
Además, a lo anterior se agrega el hecho de que las vacunas disponibles son, hasta el momento, un bien escaso que limita la velocidad de las operaciones y se ha convertido en el principal cuello de botella para alcanzar la velocidad de crucero que necesitamos, si se quiere tener al 70% de la población vacunada al final del verano.
Dependemos de factores externos como es el cumplimiento cabal de los compromisos firmados entre la Unión Europea (UE) y las compañías farmacéuticas que han desarrollado las vacunas pero, también, de políticas y decisiones nacionales, europeas y mundiales, para lograr que el abastecimiento necesario se cumpla y, de esa manera, sea sostenible la campaña de vacunación que ha dado comienzo.
Conviene subrayar que se dispone ya de evidencia con relación al resultado de los esfuerzos de vacunación desarrollados en algunos países como por ejemplo Israel, donde han hecho una apuesta decidida por vacunar a una proporción importante de su población en un plazo muy corto de tiempo. Los resultados son muy esperanzadores: con casi un 40% de cobertura vacunal global (y un 50% en la población mayor de 60 años), se ha conseguido una importante disminución en el ritmo de hospitalizaciones, especialmente en mayores de 60 años, así como una mayor caída de los ingresos hospitalarios en las ciudades con más personas vacunadas. Además, la proporción de casos de COVID-19 entre los vacunados está siendo bajísima (0,04%), y hasta la fecha no se han notificado fallecimientos por COVID-19 entre las personas vacunadas.
Las vacunas como un bien público global
El objetivo de conseguir una muy amplia cobertura vacunal en el menor tiempo posible en todo el mundo expresa la aspiración globalmente compartida de vencer a la pandemia. Para lograrlo, se requiere un esfuerzo común de política internacional en el que los organismos y los espacios de cooperación multilateral deben jugar un papel esencial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) adquiere en este asunto un protagonismo indudable que debería ser apoyado tanto por razones de solidaridad como de interés propio por los países más desarrollados. Cuanto más se tarde en vacunar a un 70% de la población mundial más riesgos corremos de que el virus mute y pueda escapar total o parcialmente de la protección conferida por las actuales vacunas. En nuestro caso, la UE tiene una responsabilidad especial que los Estados miembros y la ciudadanía deberían alentar.
El acceso a la vacuna no puede ni debe ser un mercado salvaje en el que el pez grande se coma a los más pequeños. Es imperativo contar con la intervención de una autoridad sanitaria internacional con suficiente liderazgo que convoque a los distintos actores (Gobiernos e industria farmacéutica) para establecer un marco pactado de cooperación sanitaria que convierta a las vacunas contra la pandemia en un bien público global no sujeto a forcejeos egoístas por parte de los más poderosos.
El nacionalismo y las batallas geopolíticas y comerciales en torno a la vacunación han hecho ya suficiente daño en el proceso de desarrollo de la vacuna y amenazan con perpetuar los efectos negativos en el suministro de dosis necesarias. Corremos el riesgo de tener un mundo dividido entre unos pocos países ricos con alta cobertura de vacunación y un gran número de países de ingresos medios y bajos, periféricos a los circuitos primarios de las industrias productoras, con grandes proporciones de población, especialmente los grupos más vulnerables, totalmente desprotegidos. El mecanismo COVAX, alentado por la OMS, GAVI, el Banco Mundial y otros actores internacionales, es un paso importante pero aún insuficiente. Necesita ser fortalecerlo y potenciado en mayor grado.
El acceso equitativo a las vacunas ya disponibles, y a las que en un futuro inmediato puedan autorizarse, es un objetivo multilateral de carácter esencial, tanto por razones sanitarias como de recuperación de la economía global. A ello se deben dirigir los esfuerzos en el terreno político, científico, asistencial y organizativo, por supuesto sin olvidar que la contención y la mitigación de la pandemia requieren mantener y, en su caso reforzar, las medidas vigentes tanto de diagnóstico precoz, rastreo exhaustivo ,realización de pruebas diagnósticas y aislamiento, como de limitación de la movilidad social si queremos evitar el elevado número de casos, la saturación de los sistemas de salud y los fallecimientos, tanto directos como indirectos, que se originan cada día.
Importancia de una estrategia común en Europa
La iniciativa de la Comisión Europea (CE) de abordar una compra conjunta de vacunas con las principales compañías productoras de vacunas, hecha en coordinación con los Estados Miembros y adelantando 2.900 millones de euros, es digna de elogio porque permitirá el acceso suficiente a las vacunas para el conjunto de la población europea (hasta ahora se han adquirido 2.300 millones de dosis), evitando así desigualdades en el interior de la UE y consiguiendo precios de compra más favorables al poner a toda la UE como un comprador común. Además, ha contribuido a cohesionar a la propia UE en un momento muy difícil de nuestra historia común.
Sin embargo, tal como la propia presidenta de la Comisión Europea ha reconocido, se subestimaron las dificultades que en un principio han surgido para conseguir una escala de producción y un ritmo de suministro adecuados. Lo cierto es que este último no ha sido hasta ahora el más conveniente, sea por dificultades en la capacidad de producción de vacunas, sea por la predisposición de algunas de las empresas productoras a servir a la vez al máximo de mercados potenciales, algunos de ellos más lucrativos, a pesar de los compromisos de suministro que habían pactado con la Unión Europea.
De hecho, el anuncio de reducción de las entregas de hasta un 60% sobre lo previsto por parte de AstraZeneca, ha generado una tormenta en la opinión pública y una evidente tensión en las relaciones entre la Comisión Europea y los responsables de la compañía. Esto ha obligado a los Estados Miembros a revisar sus planes de vacunación para ajustarlos a la nueva realidad. Es posible que este asunto haya influido en la revisión de los criterios para excluir a los mayores de 55 años (en algunos casos) o a los de 65 años (en otros) de la indicación de la vacuna de AstraZeneca. Además de criterios de mayor seguridad que seguramente serán revisados, puede haber pesado también el malestar ante el supuesto incumplimiento de lo acordado con la Comisión tal como ha demostrado el reclamo de más información sobre el destino de las vacunas efectuado por la presidenta de Comisión. Dudas que la publicación parcial de los contratos entre AstraZeneca y la Comisión tampoco ha contribuido a despejar
De igual forma, cabe pensar que este incidente ha sido también un detonante para explorar por parte del Comisario Josep Borrell en su reciente viaje a Moscú la eventual disponibilidad de la vacuna rusa “Sputnik V” para la población de la Unión Europea. Si esta opción, tras la preceptiva aprobación por parte de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), se concretara, ello podría generar una alianza con compañías europeas para aumentar las capacidades de producción en los términos sugeridos por Francia o Alemania, y abriría de paso una interesante vía de cooperación entre Rusia y la Unión Europea de cara a una mayor disponibilidad de vacunas para países en desarrollo.
Por tanto, en clave europea, conviene reforzar la cohesión interna para asegurar tanto la disponibilidad suficiente de vacunas cumpliendo las previsiones acordadas en los contratos, como que estas se apliquen con criterios similares en la priorización de las poblaciones con mayor riesgo, y que se refuerce la cooperación multilateral con la OMS y con otros países extra regionales productores de vacunas para propiciar el acceso universal en todo el mundo. Ello facilitaría, además, un incremento de las capacidades de fabricación de vacunas en Europa de cara a eventuales pandemias que puedan afectarnos en el futuro porque las vacunas son un bien común y su importancia aumentará con el paso del tiempo.
Importancia de una estrategia común en España
El desarrollo de los acontecimientos desde el inicio de la vacunación en la última semana de diciembre obliga a nuestro juicio a ajustar los planes originales y a revisar los elementos esenciales que permitan reforzar y asegurar, de la mejor manera posible, la consecución de los objetivos trazados en la Estrategia de vacunación frente a la COVID-19 aprobada en el Consejo Interterritorial a finales de noviembre de 2020, cuyos inicios fueron desalentadores por la baja y desigual aplicación de las dosis disponibles en muchas comunidades autónomas.
Los últimos datos publicados el 5 de febrero, muestran una aplicación global del 89,6 % de las dosis recibidas con un total de 1.988.160 dosis administradas y un total de 682.909 personas con la pauta completa, poco más de un mes después del inicio del proceso. Preocupa, sin embargo, que el mejor promedio diario de dosis aplicadas apenas sobrepasa en este momento las 60.000 cuando se necesitaría aplicar cinco veces más para alcanzar el objetivo español y europeo de haber vacunado al 70% de la población al final del verano, o por más de seis si se quisiera alcanzar ese objetivo a principios del verano. Aun contando con la llegada en las próximas semanas de dosis adicionales de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, podemos estar todavía en una situación de insuficiente disponibilidad de dosis para alcanzar los objetivos previstos. A estas alturas tendríamos que haber aplicado ya, en seis semanas unos 11 millones de dosis y no sólo 2 millones como ha sucedido.
Por tanto, suponiendo que durante las próximas semanas se vaya normalizando el suministro de vacunas, seguirá siendo imprescindible disponer de una organización de los dispositivos sanitarios que ponga en juego el máximo de las capacidades para administrar las dosis y registrar adecuadamente a las personas vacunadas y los datos clínicos y epidemiológicos que se generen. La saturación y el agotamiento de los servicios asistenciales en atención primaria, así como el extraordinario esfuerzo que puede suponer un ritmo ideal de vacunación de hasta dos millones de dosis cada semana, requiere considerar el plan de vacunaciones como una operación especial.
No se trata de una estrategia de vacunación al uso como las que se abordan todos los años con motivo de la vacunación frente a la gripe estacional. Enfrentamos una vacunación pandémica comparable en todo caso a un objetivo de guerra que requiere un abordaje especialmente intenso. Una operación en la que la precisión y la rapidez son elementos esenciales que hay que considerar.
Y en la que, junto con el suministro y el almacenamiento de un suficiente número de dosis, el número y la organización de un personal debidamente adiestrado se transforma en el factor esencial de éxito. Por tanto, asegurar un refuerzo a los dispositivos asistenciales habituales con la contratación específica de equipos de vacunación, con la incorporación de profesionales como los farmacéuticos, profesionales sanitarios jubilados que voluntariamente se quieran incorporar, estudiantes de profesiones sanitarias en su último año, voluntarios etc., debería considerase seriamente. De igual manera, convendría tener prevista la colaboración de recursos añadidos y complementarios procedentes de la sanidad militar, las mutuas de prevención de riesgos laborales colaboradoras de la seguridad social, la sanidad privada, ONG, etc.
Vacunar y vacunar es el objetivo prioritario en el que hay que volcar todas las capacidades como país. Ello solo se podrá hacer ampliando todas las capacidades con las necesarias garantías de calidad y de registro de vacunados.
Incluso es importante valorar la efectividad de las experiencias aplicadas en otros lugares a la hora de usar una diversidad de entornos para aplicar las dosis (campos de fútbol, pabellones deportivos, espacios abiertos, etc.) o utilizar determinados procedimientos organizativos que permitan mejorar la eficacia en la aplicación del plan de vacunación. Y hay que evitar a toda costa el sensacionalismo mediático asegurando no solo entornos espectaculares de aplicación masiva de dosis sino rigor epidemiológico y sanitario en el proceso que se organice.
Hay que reforzar el liderazgo para asegurar calidad y equidad en beneficio de la población
Un liderazgo efectivo y una coordinación eficaz son un requisito indispensable para el éxito de este importante objetivo que es vacunar frente a la COVID-19 a la mayor parte población en los plazos previstos. Este objetivo no está reñido con la necesidad de asegurar los criterios de calidad y equidad que la generación de inmunidad requiere. Para ello debería considerarse la conveniencia de reforzar el liderazgo sanitario para asegurar que el acceso a la vacuna COVID-19 sea un derecho jurídicamente garantizado estableciéndose por norma como una prestación en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud.
Definir de esta forma este derecho e, incluso, incorporar con idénticas garantías jurídicas la aplicación priorizada e inalterable en los grupos vulnerables para evitar diferencias entre territorios, es una opción que beneficiaría a la población en su conjunto.
Se deben evitar a toda costa la diversidad de criterios entre las comunidades autónomas ya que es muy importante continuar definiendo los grupos prioritarios en función de criterios de riesgo lo que, en clave de salud pública, implica proteger primero a las personas más vulnerables frente a la enfermedad, a quienes les cuidan y tratan, así como al grupo de servidores públicos que forzosamente están en contacto directo con grandes grupos de población.
Conviene asegurar esa lógica para evitar una aplicación desigual entre los distintos territorios en la que intereses políticos y/o económicos particulares impongan prioridades injustificadas en términos de salud pública. Por tanto, explicar claramente quienes son prioritarios y por qué, sobre todo tras los reajustes obligados por la limitación de edad de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, tiene una gran importancia en estos momentos. Se hacen necesarias acciones y campañas de información que apoyen y expliquen las decisiones adoptadas para impulsar la máxima comprensión y adhesión a la estrategia de vacunación.
Consideramos que es importante que el Consejo Interterritorial actualice y refuerce un cuadro de mandos para el seguimiento del proceso de vacunación con indicadores clave que ayuden a monitorizar y a dirigir los esfuerzos en favor de los objetivos de calidad y equidad a los que se aspira, contemplando también información clínica, de reacciones adversas y de efectividad así como el progreso con relación a la cobertura alcanzada en cada uno de los grupos prioritarios que se han definido en la estrategia; como ha venido ocurriendo a lo largo de la pandemia, la transparencia basada en una información fiable y oportuna es un aspecto esencial de la campaña. Además, la información clínica obtenida ha de ser utilizada para mejorar el conocimiento científico sobre el impacto real de la vacunación masiva y se debe manejar con un escrupuloso respeto a la normativa de protección de datos.
Nos encontramos en uno de los momentos más complicados en la gestión de la pandemia. Hasta ahora se han constatado aciertos y errores y no hemos controlado aún la tercera ola. De una adecuada gestión del proceso de vacunación dependerá en gran medida que se puedan alcanzar mejores niveles de protección de la salud y de paulatina recuperación de la normalidad sanitaria, social y económica.
Este momento requiere una gran transparencia en los criterios, una gran concertación de esfuerzos, un debate técnico solvente, una comunicación efectiva y un liderazgo claro. Todo ello es posible si las distintas administraciones trabajan con lealtad en un marco efectivo de cogobernanza. Nadie debería regatear los esfuerzos que se requieren para ello.
Sobre este blog
Los expertos en Salud Pública José Martínez Olmos, Daniel López-Acuña y Alberto Infante Campos analizan las medidas clave para hacer frente a la pandemia de coronavirus.
2