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Reunión del Consejo de Ministros durante esta última legislatura del Gobierno de coalición

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Hay una reunión que obsesiona a todos los periodistas y de la que es muy difícil informar. Es el sitio donde reside el Poder Ejecutivo: donde se toman las principales decisiones del país. Y es muy raro que se conozcan los detalles de lo que ocurre allí porque todos los asistentes tienen prohibido hablar de ello. Menos aún contárselo a los periodistas, que tenemos justo la obligación contraria: la de publicar información.

Me refiero al Consejo de Ministros. A esa reunión semanal del Gobierno que normalmente se celebra cada martes. Es tan importante y delicado lo que allí se trata que todos los ministros, cuando son nombrados y toman posesión del cargo ante el rey, tienen que jurar o prometer “mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros”.

El martes, se celebró el último Consejo de Ministros del primer gobierno de coalición de esta etapa democrática. Y no fue uno más. Probablemente los detalles de esa reunión que hoy voy a desvelar no están propiamente protegidos por la ley como “deliberaciones” porque fue otra cosa lo que ese día pasó: una despedida. Tal vez por eso, en esta ocasión, sí he logrado reunir varias fuentes que me han contado qué es lo que ocurrió en ese último Consejo de Ministros. Una historia llena de detalles que sirven para explicar algunas claves de este primer Gobierno de coalición.

Tras terminar con el orden de ese día, ese martes 14 de noviembre, el presidente Pedro Sánchez tomó la palabra. Dio las gracias a todo el equipo por el trabajo de estos años, recalcó que ese sería el último Consejo de Ministros de este gobierno y después invitó a todos los ministros y ministras a despedirse. A compartir una última reflexión con los demás.

Uno de los momentos más emocionantes fue cuando habló Joan Subirats, el ministro de Universidades.

“Tal día como hoy, hace cincuenta años, yo estaba en la cárcel, y ahora estoy en el Consejo de Ministros”, recordó Subirats. Que fue detenido el 28 de octubre de 1973, cuando la policía entró en la Iglesia de Santa María Mediadora de Barcelona, donde estaba reunida la Asamblea de Catalunya, un organismo clandestino antifranquista. Ese día, los grises se llevaron a 113 personas, también a un joven Subirats, que entonces militaba en Bandera Roja y representaba a los Comités de Curso de la Universidad de Barcelona. Tras pasar por la comisaría de Via Laietana, acabó en la cárcel, en La Modelo, donde estuvo encerrado hasta diciembre. 

“Curiosamente ahora estamos volviendo a recordar ese tiempo que parecía completamente superado”, dijo también Subirats, en referencia a las manifestaciones ultras de estos últimos días en las que se han vuelto a escuchar gritos y expresiones franquistas.

Hablaron prácticamente todos los ministros y ministras, en términos emotivos y cariñosos con el resto. Conscientes del momento histórico. “Había una cierta emoción en el ambiente”, explica uno de ellos: “A mí me pareció una buena idea por parte del presidente el propiciar que esto se diera, era nuestra última reunión oficial”.

Solo hubo dos personas que no participaron de esta despedida colectiva: las ministras Irene Montero y Ione Belarra. Hace meses que están enfrentadas con todos los demás y apenas se comunican con el resto: ni con el PSOE ni tampoco con los demás ministros de su coalición. “Se suelen quedar juntas fumando tabaco de liar en la puerta, entran las últimas y nunca se quedan después, cuando tras el consejo es habitual que varios compartamos un pincho de tortilla o un café y charlemos de manera más informal”, explica un miembro del Gobierno. “En esta despedida, fueron las únicas que no dijeron ni una palabra, lo cuál es terrible y triste porque fue precisamente Podemos quien logró este primer Gobierno de coalición”, asegura otra fuente allí presente. 

Hubo incluso una especie de reconciliación entre Luis Planas y Alberto Garzón. El ministro de Agricultura y el de Consumo se dieron un abrazo, a pesar de las muchas disputas que han tenido en esta legislatura, por asuntos como el consumo de carne o las macrogranjas.

La vicepresidenta Yolanda Díaz, en su despedida, agradeció a todos su trabajo y también recalcó que habían logrado funcionar como un único equipo. Subrayó que, en muchos debates internos de esta legislatura, los ministros y ministras no se han posicionado por bloques políticos, sino que ha sido habitual que hubiera debates cruzados: ministros nombrados por el PSOE aliados con ministros de Unidas Podemos en una misma posición, frente a otro bloque, que no necesariamente se definía por las siglas de los partidos.

Pero el momento más tenso de la despedida empezó con una broma que inició Alberto Garzón y que no le hizo ninguna gracia a Nadia Calviño.

“Yo hasta que llegué al Gobierno, pensaba que el Comité Central del Partido Comunista de España era la reunión más dura que te podías encontrar en política”, explicó Garzón. “En este tiempo como ministro he descubierto que no. Que lo más duro que hay en política es la CDGAE”. Lo que provocó las risas de buena parte del Consejo de Ministros, incluyendo a Pedro Sánchez. De casi todos menos de la vicepresidenta primera y ministra de Economía

Para pillar este chiste hace falta alguna explicación previa.

La CDGAE es la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos. Una reunión semanal importantísima, relativamente desconocida, que es donde se debaten todas las medidas que tienen repercusiones económicas. Ahora se celebra los lunes; antes era cada viernes. Es donde se cierran los detalles de muchísimas de las decisiones que después aprueba el Consejo de Ministros. Todo lo que afecta a los fondos públicos pasa por allí, y es en ese foro donde de verdad se hablan las cosas, algunas veces a cara de perro. Allí se produjo, por ejemplo, un histórico y duro debate de tres horas sobre cuánto dinero público se podía gastar para compensar los efectos de la pandemia: cuánto se iba a gastar en los ERTES y demás ayudas.

En la CDGAE nunca participa Pedro Sánchez. Esta comisión la preside Nadia Calviño. También asiste su secretario de Estado en el Ministerio de Economía, Gonzalo García y el secretario general de Asuntos Económicos de La Moncloa, Manuel de la Rocha. Y tienen silla fija todos los ministros relacionados directa o indirectamente con la economía, que son bastantes: Teresa Ribera, Yolanda Díaz, María Jesús Montero, Héctor Gómez, Luis Planas, Pilar Alegría, José Luis Escrivá, Raquel Sánchez, Isabel Rodríguez, Diana Morant y Alberto Garzón. José Manuel Albares, el ministro de Exteriores, también tiene puesto fijo pero no siempre va. 

La ministra que más ha sufrido con estas reuniones en esta legislatura fue Reyes Maroto, la anterior titular de Industria y Turismo. “En alguna ocasión salió llorando de la CDGAE, por la dureza de las críticas”, explica una de las personas allí presentes. “Nadia Calviño era implacable con ella”.

Esta comisión no es un invento de Pedro Sánchez. Existe desde 1957 y siempre fue la más dura de todas las que se celebran en La Moncloa. “Se discute más en la CDGAE que en los Consejos de Ministros”, explica uno de ellos. Porque es allí donde los distintos ministerios pelean con los que gestionan la caja –los responsables de Economía y Hacienda– para lograr presupuesto para sus proyectos. Además de los ministros con plaza fija, prácticamente todos pasan alguna vez por la CDGAE, siempre que tienen que aprobar cualquier asunto que suponga gasto público.

Tras la intervención de Garzón, y esa CDGAE donde al menos no hay asesinatos –como en el Comité Central del PCE que noveló Manuel Vázquez Montalbán en uno de sus libros del detective Pepe Carvalho–, varios ministros más se sumaron a esa idea. Entre ellos, Miquel Iceta, por su época al frente de Función Pública. O el ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, que también bromeó con la dureza de esta comisión económica. “A mí nadie me había advertido de lo que era ir a una CDGAE”, aseguró.

La última en intervenir fue Nadia Calviño. Que “se picó con lo de la CDGAE”– asegura uno de los allí presentes –“a pesar de que ninguno de los que habló del tema se refirió a ella”. “Se lo tomó como algo personal, cuando no era una crítica ni una broma hacia ella”, recalca otra fuente. 

Con un tono que rompió el ambiente emotivo y distendido de esa despedida, Nadia Calviño defendió su papel. “Todos los gobiernos son de coalición, entre el presidente y el ministro o la ministra de Economía”, dijo Calviño, reivindicando que si este Gobierno había funcionado es porque esa coalición –entre ella y Pedro Sánchez– había sido muy eficaz. 

“Los políticos ignoramos el nivel de debate de los funcionarios y eso nos pasa por no saber de gestión”, continuó Calviño, mirando directamente a Garzón mientras decía estas palabras.

 “Yo aún no me he ido, y me quedan muchas CDGAE todavía”, aseguró también Nadia Calviño. Afirmando, en presencia de Sánchez, que seguirá en el nuevo Gobierno. Aunque, si es nombrada presidenta del Banco Europeo de Inversiones –un importante puesto al que es candidata y que se decidirá antes de fin de año–, eso provocará una nueva crisis de Gobierno en apenas un mes. 

Tras las palabras de Calviño, volvió a intervenir Pedro Sánchez, que recuperó el tono distendido del resto de los ministros, dio otra vez las gracias a todos y cerró la reunión.

Ahora Sánchez está terminando de perfilar su nuevo Gobierno, donde muy pocos saben, aún hoy, si la semana que viene volverán a sentarse en el Consejo de Ministros. O si esa reunión, tan emotiva como tensa, será la última.

Lo dejo aquí por hoy. Espero que tengas un buen fin de semana y que tus reuniones familiares, o con tus amigos, sean más tranquilas que una CDGAE, que una Asamblea de Catalunya en 1973 o que un Comité Central del PCE.

Un abrazo,

Ignacio Escolar

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