El Gobierno, decididamente, lo tiene claro: hasta aquí hemos llegado, me envuelvo en el chubasquero y que caigan chuzos de punta. Tiramos para delante, que tenemos para todos. Hemos metido la primera, enganchamos la pala de la excavadora y ay de aquel que no se aparte. El anuncio de la propuesta de Juan Carlos Campos y Laura Díez, como ya recogimos aquí mismo la semana pasada, fue el disparo de salida de que venían curvas, agárrense a lo que puedan porque nosotros no vamos a parar. ¿Jueces, dicen? Aceite de ricino, adiós a los tres quintos y otros vericuetos que han escondido la vergüenza, inadmisible, de que haya habido magistrados del Consejo del Poder Judicial que se han negado a cumplir la Constitución y ahí siguen, tomando el sol a pierna suelta y cobrando todos los meses su abultada nómina.
¿Y qué me dicen de la sedición y la malversación? Se empeñó el Gobierno en estamparnos en la cara la reforma y no ha habido manera de frenarles. Esperemos, cuando menos, que los últimos retoques dejen muy claro a quiénes afectaría esta ley y a quiénes no. Ha quedado perfectamente demostrado, transparente como el cristal, que Pedro Sánchez ha decidido resolver un problema concreto, el de los políticos catalanes que protagonizaron los sucesos del 27 de octubre de 2017, llámese golpe de Estado, declaración unilateral de independencia (DUI, se dice) o cualquier denominación que ustedes gusten. Con orejeras y tirando para adelante, como los de Alicante.
Esto es, se trata de una decisión política para intentar ayudar a la solución de un problema político. Ni justicia divina, ni equiparación con ninguna normativa europea, ni nada de nada. Hacemos la ley para beneficiar a Jové y Salvadó, como aquí ha escrito Nacho Escolar, o cualquier otro apellido bien catalán de los 30 acusados por financiar aquella fiesta con mal final que fue el procés. Como diría Fraga, y punto. Está bien hacerlo así, a cara descubierta y que cada uno juzgue si estos actos políticos conducen a una mejora de la convivencia entre ciudadanos en Cataluña y, por supuesto, en el resto de España. A Sánchez se lo premiarán o le castigarán con sus votos. Veremos las consecuencias. Ojalá acierte el atrevido con la osada apuesta, porque ya saben aquello de la manta corta, que desnuda los pinreles para taparse el gaznate. Y viceversa.
Conviene añadir algunas consideraciones. En primer lugar, que el PSOE ha decidido hundirse hasta las cachas en el barro, porque el terreno ya estaba así, pringoso y sucio, tras las numerosas artimañas antidemocráticas del PP. Poco que explicar en el asunto del Consejo del Poder Judicial, aberración que no necesita de mayores explicaciones. En cuanto al tema catalán, solo refrescarnos la memoria y echar un vistazo a los procederes del Gobierno de Rajoy, equivocación tras equivocación y provocación tras provocación. Así que a grandes males, grandes remedios, pensó el Gobierno, y esta pared de desechos, mentiras y errores monumentales solo se derriba con martillos pilones, o herramientas similares, de probada eficacia demoledora. Pues ahí tienen las modificaciones que creemos imprescindibles para comenzar a agrietar ese muro.
La segunda consideración se refiere a la finura del texto final que se vaya a someter a votación, y esperamos que el Gobierno haya aprendido lo suficiente del sí es sí y la ley propuesta resulte impecable, sin esos agujeros negros por los que se cuelan los pícaros picapleitos. Más cuidado, en especial, habrán de tener con el delito de malversación, para que ni uno solo del ejército de políticos corruptos que hoy pueblan nuestras cárceles, pueda beneficiarse ni de un día de cumplimiento de la pena impuesta. Utilicen las disposiciones transitorias o cualquier otro subterfugio legal, pero impidan, por favor, que los chorizos ya condenados se libren de cumplir íntegra la pena. Cuidado con las prisas, la madre de todas las chapuzas. Ni lucro personal, ni institucional, ni de ningún tipo. ¿Dónde quedaría entonces el lucro político de haber obtenido una alcaldía por el dopaje de millones en campaña electoral frente a sus contendientes?
Una última consideración. Qué feo final de año, qué ambiente más desagradable. ¿Tiene sus razones el Gobierno para actuar como un pistolero porque enfrente tiene a Billy el Niño? Pues es discutible porque así nunca sanearemos la atmósfera política. A este Ojo le gusta poco ver cómo los límites del juego democrático diseñado en la Constitución se rompen día a día con ventajismos inadmisibles y desprecio de los cauces formales debidos. Del rodillo parlamentario, todo el mundo lo sabe, solo salen corruptelas y demás abusos imposibles de corregir si se impone el y tú más. ¿Volveremos a ver un Congreso en el que sea factible pactar algunas medidas, en favor de todos los ciudadanos, que sean aprobadas con votos de uno y otro lado del hemiciclo tras participar todos ellos en las mejoras de las leyes que allí se aprueban?
Para nada partidario del que se besen, que la izquierda defiende unas cosas y la derecha otras, el Ojo sí cree que hay que acabar con este aire contaminado de populismo y desprecio del contrario. Claro que unos son más culpables que otros, a ver si nos vamos a equivocar, pero algo habrá que hacer para poner coto a este descalzaperros. La izquierda no debería participar en ese deterioro democrático, pero últimamente, cabreada y furiosa ante la actitud terca y vergonzosamente obstruccionista del PP, camina demasiado cerca del descenso a los infiernos.
La estampa del duelo a garrotazos de Goya está muy bien, un lujo contemplarla. En el Prado.
Adenda. Qué ridículos, el aristócrata Heinrich XIII Reuss y su alegre muchachada de jueces y especímenes variados de fascistas. Risa verlos, claro que sí, llegados del pretérito en una falla del tiempo. ¿Pero dan también un poquito de miedo?
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