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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

10 claves para convertir la perrera de Barcelona en el referente que nunca fue

Patricio está en una perrera fuera del CAAC donde llevan a los que no caben allí

Lucía Arana

Hace pocos meses falleció, a los 14 años, mi perra Nuna. Yo no tenía claro si quería adoptar otro animal de forma definitiva, pero sí sabía que quería ayudar a algún perro en apuros, así que empecé a pensar en ser casa de acogida. Tras varios días buscando en internet, acabé por acoger, a través de una publicación en Facebook, a Matilda, una podenca de 5 años que estaba en una protectora de Tarragona, a casi 100 km de mi hogar.

De los más de 1,6 millones de habitantes que tiene la ciudad de Barcelona ¿cuántos saben que hay un centro de acogida de animales de compañía y que, tras el pago de solo 33 euros en tasas, puedes adoptar un perro o un gato, esterilizado y con chip?

¿Por qué es más fácil adoptar o acoger a un animal que esté a decenas, o cientos, de kilómetros, que a uno que está a 28 minutos del centro de la ciudad? La sensibilidad social con los animales es cada vez mayor y cada día veo muchísimos perros de todo tipo, bodegueros, galgos, podencos; la mayoría medianos y mestizos, no solo cachorros o con pedigrí. Muchos de ellos vienen de otras comunidades autónomas. Adoptar está de moda... menos en el CAACB.

La ordenanza de protección de animales de la ciudad es modélica y muchísimos otros municipios sueñan con conseguir algo similar. El sacrificio cero, vigente desde el año 2003 en Barcelona y 2008 en toda Catalunya, fue un avance enorme, fruto del extraordinario trabajo de asociaciones, voluntarios y políticos.

Y, sin embargo, el CAAC dista mucho de ser el referente que debería. Regularmente aparecen en los medios declaraciones de los responsables del centro culpabilizando a la sociedad de los abandonos, en lugar de cuestionarse en qué contribuyen ellos a la desafección de los barceloneses por su perrera.

Los medios existen, pero falta actitud constructiva, voluntad política, conocimiento profundo de gestión y verdadero interés por los animales. Este post pretende compartir algunas propuestas de mejora que ojalá sirvan de inspiración para el actual o futuro equipo municipal, tanto en Barcelona como en cualquier otra ciudad de nuestro país.

1. Una página web a la altura de los tiempos

A día de hoy, los perros y gatos del CAAC están escondidos en la red. Mientras escribo esto, busco en Google: “adoptar perro en Barcelona”. La página del Ayuntamiento sale en decimosegundo lugar, muy por detrás de Mil Anuncios. Una vez dentro, tengo que clicar en otro enlace, debajo de un texto explicativo, y solo entonces accedo a un buscador.

Ya estoy dentro. Las fotos son malas, algunas están borrosas o deformadas. Están hechas para cubrir expediente, sin cariño, y prácticamente no hay ninguna explicación sobre el carácter de cada animal. Soy consciente de que no es fácil fotografiar a un perro en movimiento, especialmente si se hace con prisas, en una de las pocas salidas que tiene de la jaula, o recién abandonado. Sin embargo, hay profesionales que se dedican a eso, incluso de forma altruista, con el fin de devolver algo de dignidad a los que se supone que son nuestros mejores amigos. Más adelante, cuando hablemos de la labor de los voluntarios, volveremos sobre este punto.

Tampoco encontramos en la web la opción de acogida temporal, algo que yo personalmente buscaba. Una solución que requiere cierto esfuerzo de coordinación, pero extraordinariamente buena para conocer de verdad el carácter de los animales y poder buscarles una adopción adecuada. También profundizaré sobre esto más adelante.

En resumen, la página se podría utilizar cómo ejemplo de “cosas que debemos evitar” en un curso de diseño y posicionamiento web.

En el 2018 y en una ciudad con grandísimos profesionales del marketing online, de la escritura persuasiva y de la publicidad, la única explicación de que estos animales sigan escondidos, es la dejadez.

2. Mayor accesibilidad de transporte y de horarios

Los animales de la perrera de Barcelona no solo están escondidos en internet, también en la vida real. Como espacio físico, el Centro de Acogida de Animales de Compañía sigue siendo el Centro de Zoonosis de 1972, situado en un lado sombrío de la montaña de Collserola, en el que, en los meses de invierno, nunca da el sol.

Era el centro de zoonosis donde los laceros acababan con los animales errantes. A día de hoy, la Declaración de Parque Natural impide su ampliación y las promesas incumplidas de un nuevo CAAC datan de hace una década. Fue un espacio concebido para retener y matar: no tiene patios ni jaulas comunes. Era un corredor de la muerte y, durante muchísimos años, solo un corredor.

Si quieres subir al centro de acogida tienes que tener coche y mucho tiempo libre en horario de oficina. Allí no se puede llegar en transporte público, así que, si no tienes vehículo como es mi caso, es imposible acceder y no te puedes plantear ser, por ejemplo, voluntaria de paseos.

El horario, de 11h a 14h y de 15h a 18h de lunes a viernes, es también poco amigable para todos aquellos que trabajan. Los sábados, domingos y festivos únicamente de 10.30h a 14.30h. El número de trabajadores se incrementó hace años, pero no los servicios, ni el horario de atención.

3. Cuida de tus voluntarios

Llevo semanas hablando con muchos voluntarios para escribir este post, pero todos han preferido permanecer anónimos. No tanto por ellos mismos, como por las consecuencias que su expulsión podría tener para los animales.

El malestar, especialmente tras el sacrificio de los perros Tyson y Violín, que se realizó el pasado diciembre de 2018 sin previo aviso y sin darles una opción de buscar soluciones alternativas, es palpable.

La forma de gestionar el voluntariado ha cambiado en los últimos meses. A partir del 1 de enero de 2019, de acuerdo con la actual ley de voluntariado, todo aquel que quiera ayudar tiene que pasar por una de las asociaciones colaboradoras. Según varias fuentes, esto no ha mejorado la situación, sino todo lo contrario. La carga de trabajo es ahora de estas asociaciones, que, por sus propios medios, tienen que formar e informar a cada uno de los nuevos voluntarios de lo que puede y, sobre todo, no puede hacer.

Y sin embargo los voluntarios son, en muchas ocasiones de forma literal, la única esperanza para estos animales.

Son voluntarios los que gestionan la página de Facebook en la que vemos, por fin, fotos y vídeos de los animales hechos con amor, acompañados de explicaciones sobre las características de cada perro, de cada gato, tratados como individuos con una esperanza de futuro. Son voluntarios los que hacen, gratis, el trabajo de difusión que debería asumir su ayuntamiento.

Son los voluntarios los que, por sus propios medios y sin ningún tipo de reconocimiento - en algunos casos, todo lo contrario -, liberan de vez en cuando a los perros de su cautiverio. Son ellos quienes les dan afecto, caricias y juego. Hay muchísimos perros que, de no dedicarles estos voluntarios su tiempo libre, se quedarían sin salir de sus jaulas semanas, meses, e incluso años.

Son los voluntarios quienes no pueden conciliar el sueño en las noches de frío y lluvia pensando en cómo estarán los animales en sus cheniles. Son ellos los que conocen a cada perro y gato y quienes dan la voz de alarma si alguno se encuentra enfermo o presenta una conducta extraña.

Los voluntarios son los ojos independientes de la ciudadanía, y nunca deberían resultar incómodos, sino un acicate para mejorar. Sin embargo, en el contrato de voluntariado existe una cláusula muy reveladora, la número 17, que dice textualmente: “No difundir información que pueda perjudicar la imagen institucional del CAACB, ni de los animales que tiene acogidos”.

4. Pasear es tan importante como comer

Hay animales, no solamente en Barcelona, sino sobre todo en los otros centros a los que se llevan aquellos que no caben en el CAAC, que no salen de sus jaulas. Estamos hablando de jaulas frías, siempre húmedas, con casetas de plástico y paredes de hormigón, sin mantas ni ningún tipo de enriquecimiento ambiental.

El paseo no es un lujo para los perros, es tan importante para su salud física y mental como comer. Es una forma mínima de paliar el tormento que sufren en sus oscuros zulos de 1x2,5m y de compensar la injusticia que sufren por la desidia humana.

Algunos animales pierden la cabeza, se vuelven locos. Muchos son medicados con altas dosis de antidepresivos para mantenerlos “calmados”. Un animal eminentemente gregario que no puede socializar manifiesta su dolor emocional autolesionándose o mediante movimientos repetitivos llamados estereotipias, muy habituales también en los zoos.

El paseo contribuye a tener perros más equilibrados y, con ello más adoptables. El paseo es socialización, salud, ejercicio físico y mental. Un paseo diario, o como mínimo dos a la semana, deberían ser un derecho fundamental de cada perro cautivo. Si las protectoras, con muchísimos menos medios, lo consiguen, ¿cómo es que no es capaz de hacerlo la ciudad que se considera referente en bienestar animal?

Casi 100.000 personas han firmado ya esta petición en Change para acabar con el maltrato que supone la falta de paseos, de confort térmico y de ayuda para encontrar un hogar en la perrera de Barcelona.

5. El nuevo CAAC, la eterna promesa incumplida

Hace más de una década que se habla de un traslado inminente a un emplazamiento adecuado para los animales. Han ido cayendo, una detrás de otra, ubicaciones como Santa Perpetua, Oreneta, Montjuïc o Zona Franca. En el 2013 se prometió la apertura de un centro modélico en Montcada y Reixac. Las obras se iban a iniciar el pasado septiembre, pero Montcada no ha ni recalificado el terreno. A día de hoy, el centro no tiene ni los permisos de obra.

Pero es que, además, el nuevo centro tampoco ofrece mejoras significativas: está más lejos de la ciudad, en un Parque Natural, con sus correspondientes restricciones medioambientales, y el diseño no sigue los dictados de especialistas con experiencia en la creación previa de refugios funcionales.

Creemos que no es mucho exigir que una nueva inversión de ese calado tenga como prioridad máxima el bienestar de los animales y esté avalada por expertos, no por políticos o técnicos que, aunque seguramente con buenas intenciones, carecen de los conocimientos necesarios.

Quizás esto implicaría escuchar más a las protectoras o mirar al exterior, ya que en España parece no haber equipos interdisciplinares que diseñen centros de adopción para perros que sean adecuados para animales, trabajadores, voluntarios y visitantes.

6. Una buena red de casas de acogida

Existen entidades de protección animal que trabajan de forma exitosa desde hace muchísimos años con redes de casas de acogida. Sin embargo, esa fórmula sigue siendo una novedad para la mayoría de ciudadanos. Cuando paseaba con Matilda por mi barrio y le contaba a la gente que estaba en acogida y buscaba familia, las reacciones eran de desconocimiento y sorpresa.

Adoptar a un perro a largo plazo no siempre es asumible por cuestiones logísticas, económicas, emocionales o incluso de edad, en el caso de las personas mayores. Sin embargo, si la atención veterinaria y la alimentación están cubiertas, muchísimas familias ofrecerían un techo, cuidados y cariño a los animales necesitados.

La administración está obligada a mantener a sus perros, gatos y otros animales bajo su tutela hasta que no se desarrollen campañas eficaces de tenencia responsable. Pero una fría jaula no tiene por qué ser la única opción y gran parte de esos animales podrían vivir en familias.

La casa de acogida es una promotora inigualable del animal que alberga y permite a vecinos, amigos y familiares conocer a nuevos compañeros, así como a aquellos que no se sienten capaces de acudir a la perrera por miedo al dolor emocional, o a no saber elegir. Un animal en acogida puede llevar, por ejemplo, un bonito arnés que publicite su adoptabilidad. No solo lo verá más gente en un parque que en una jaula, sino que sabrán cómo se comporta de verdad en un hogar.

Sería tan fácil como contratar a una persona competente en el tema que se encargue de esta labor. Muchas protectoras lo consiguen, sin apenas medios económicos y humanos, simplemente porque de verdad les importan los animales.

En otros países se sustituyen los muros de las perreras por una red de acogida, en España hay ejemplos de duplicación de la capacidad de tutela de animales mediante una comunidad de familias que acogen de manera temporal y ofrecen un techo y cuidados, pero sin un gravamen económico, pues los gastos los cubriría la administración.

7. Ofrecer los cuidados veterinarios necesarios, no solo servicios mínimos

Todo el que tenga un animal sabe que los cuidados veterinarios van mucho más allá de la vacunación, el chip y la pipeta. Todos los animales bajo la tutela de la administración deben estar esterilizados y tienen derecho a recibir el tratamiento adecuado (y en la posología adecuada de los fármacos) para las diferentes dolencias. Esto, a día de hoy, no se está cumpliendo.

¿Cómo se medica a un animal cada 8 horas, si no hay ningún auxiliar disponible que pueda hacerlo? Los trabajadores y trabajadoras del centro, de empresas subcontratadas, hacen más de lo que pueden y llegan hasta donde llegan. Esto no es un cuestionamiento a su labor, sino todo lo contrario. Ellos también son víctimas de la deficiencia de la gestión.

De todas las profesiones presentes en el CAAC, sólo la veterinaria está regulada. Hace años, una empresa vinculada a la Agencia de Salud Pública de Barcelona hizo una evaluación de riesgos laborales y el CAACB, junto a Mercabarna, destacaba por su vulnerabilidad. Es muy duro trabajar en una perrera, es muy difícil gestionar la frustración y la incomprensión. A fin de cuentas, los trabajadores son los testigos de todo lo que no funciona en la infraestructura, con el voluntariado, con los gestores y con los escasos visitantes. Son ellos quienes ven envejecer, y a veces enloquecer, a los animales en las jaulas.

8. Rescatar animales es algo más que recogerlos

Actualmente, la recogida de animales en la vía pública se limita a gatos en trasportín y perros atados. Y eso a pesar de que, según nuestras fuentes, podría significar un gasto de algo más de 700 euros diarios. ¿Qué pasa con los rescates? ¿Qué ocurre con un animal que no se deja coger?

Habitualmente, esos casos acaban siendo resueltos por la propia ciudadanía o por voluntarios de protectoras. Una vez más, la gente haciendo el trabajo que corresponde a la administración.

El pliego de condiciones establecidas a la empresa que operaba hasta 2014 incluía algo más que el traslado. Es decir, los profesionales que eran requeridos desde la calle operaban, con o sin ayuda de los bomberos o la guardia urbana, en la recuperación de un gato dentro de un motor, en una alcantarilla o un árbol. Se incluía en el contrato el establecimiento de una rutina para atrapar perros o gatos asustados o heridos. Se ofrecía un servicio más completo que prevenía accidentes y atropellos. Se ha limitado el servicio, pero esto no ha incluido un abaratamiento del contrato, es más, el Ayuntamiento de Barcelona podría estar pagando unas de las facturas más elevadas de España.

9. Reinversión de las multas

¿Cuánto se recauda anualmente en una ciudad como Barcelona por multas a propietarios que llevan, por ejemplo, el perro suelto en un área infantil o sin bozal en el metro? Hay una inversión anual para la persecución de esas faltas y la apertura de expedientes. Esa recaudación, ¿se reinvierte en promoción de tenencia responsable y bienestar animal?

10. Los gatos, los grandes olvidados

Los gatos son los más vulnerables dentro de la perrera. Los que vienen de la calle son los que peor lo tienen, en ocasiones sacrificados según su aspecto, basta con decir que son positivos a leucemia o inmunodeficiencia. Parecen todos iguales y muchos no llegan ni a tener un nombre.

Me cuentan de situaciones surrealistas, como la de una persona que avisó al servicio de recogida por un gato abandonado, pero pasó la noche buscándole una posible acogida o adopción. Al llamar al día siguiente al CAAC para sacar al animal, la respuesta fue que ya no estaba.

En 2009, una veterinaria del centro anunció en un acto público que la probabilidad de dar positivo en un test de dos de las enfermedades que pueden sufrir (o no) los gatos es motivo suficiente para acabar con su vida porque “el CAAC no es un lugar adecuado para ellos”. Parece claro que, a día de hoy, el CAAC no es el lugar adecuado para ningún animal.

Veterinarios consultados afirman que los test son falibles y que solo son verdaderos positivos si entre un test y otro pasan algunas semanas. Y además, sabemos que gatos positivos a inmunodeficencia o a leucemina felina pueden vivir mucho y bien si reciben la atención necesaria. Muchas personas, informadas de lo que realmente supone “ser positivo”, están dispuestas a adoptar a esos animales si pueden conocerlos y acceder a ellos. Y sin embargo una legaña, un exceso de saliva, un pelo poco lustroso o un manto vulgar pueden significar la sentencia de muerte para un gato.

Analizados todos estos aspectos, quizás valdría la pena estudiar la posibilidad de ceder la gestión de la perrera de Barcelona a una entidad protectora con experiencia, bajo una supervisión transparente y cercana del Ayuntamiento.

En el año 2004, la entonces responsable Inma Mayol aseguró que la gestión municipal sería transitoria, una vez cancelado el acuerdo con la protectora Altarriba. Han pasado 15 años de aquello, se han hecho obras y se ha contratado a gente, pero los animales siguen hacinados, pasando frío y sin paseos suficientes. No hay ni nuevo CAAC, ni buena gestión.

Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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