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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

'Meatsplaining': el secreto de la ganadería para silenciar a sus críticos

FOTO: La represión contra quienes denuncian lo que ocurre en las granjas va a más

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En el fantástico mundo de Harry Potter apenas nadie se atreve a pronunciar el nombre de Lord Voldemort, el malo malísimo de la historia. J.K. Rowling toma la referencia del folclore inglés que dice que debemos ser cautos porque al mencionar al diablo se le invoca en persona. Sin embargo, Jason Hannan cree que si queremos combatir directamente al mismísimo demonio no debemos tener miedo a nombrarlo. Todo lo contrario.

El doctor Jason Hannan es profesor de retórica, escritura y comunicación en Canadá y le ha puesto nombre a las armas que usan la ganadería y sus acólitos para desacreditar la lucha animalista y climática. Lo llama 'meatsplaining' y junto a otros académicos desarrolla el término en su libro 'Meatsplaining: la industria ganadera y la retórica de la negación (2020)'.

De hecho, nombrar lo que no tiene nombre es algo que la academia hace para visibilizar aquello invisible y dar así un toque de atención a la sociedad a la que sirve. Según Hannan, cuando los científicos acuñaron el concepto “cambio climático” –una forma de nombrar al diablo para poder confrontarlo– lo que hicieron en realidad fue exponernos a una verdad universal que como especie tenemos el deber moral de aceptar y combatir: los humanos somos responsables de alterar drásticamente las condiciones climáticas del planeta y somos los únicos capaces de mitigar esta situación. Además, estudios recientes –y no tan recientes, también– certifican los vínculos entre la ganadería y el cambio climático y cómo de importante es desmantelar lo primero para frenar lo segundo.

Claro está que los hay que prefieren asegurar sus privilegios, negar la evidencia y seguir a lo suyo. Negacionistas del cambio climático –y del sufrimiento animal– comparten la retórica de aquella derecha reaccionaria que Donald Trump hizo archiconocida. Hablo de sembrar dudas sobre la ciencia –luego resulta que hay cientos de millones de antivacunas–, alimentar una falsa controversia científica sobre el cambio climático y la sintiencia animal, demonizar a las organizaciones ambientales y animalistas o tildar la acción climática y los derechos de los animales como una amenaza al progreso y la libertad –la de los humanos, se entiende–.

En este sentido, nada mejor que una blandita campaña reduccionista del Ministerio de Consumo para –no hablar del precio de la luz– sacar a flote un sinfín de cuñados nada dispuestos a renunciar a sus privilegios como carnistas. Desde el presidente del Gobierno y su chuletón al punto hasta el ciudadano que defiende las hamburguesas de ternera de dos euros y no los estofados de lentejas que cuestan la mitad y no dejan a nadie atrás. Esos días del mes de junio en que los del #YoComoCarne desprendían el mismo olor a rancio que los que pedían un #OrgulloHetero fue un buen momento para ver la retórica que Hannan insiste en estudiar y denunciar. Al fin y al cabo, es la herramienta con la que la ganadería ha conseguido imponer un sistema de explotación, negocio y consumo que está desatado en el Estado español.

La retórica de la negación a la que se ha aficionado la extrema derecha contamina todos los frentes. A menudo oímos a sus líderes decir que España no es un país racista o que las mujeres no tienen menos derechos que los hombres o que el toro no sufre en la plaza. La interseccionalidad de las víctimas que viven oprimidas y el ahínco con el que se ceban contra las animalistas, feministas, personas racializadas y LGTBI+ nos da una pista de que el sistema de opresión siempre es el mismo. Por eso 'meatsplaining' se inspira en el famoso 'mansplaining', el término con el que Rebbeca Solnit puso nombre a su particular Voldemort para que podamos enfrentarnos a él.

Jason Hannan vio demasiadas coincidencias con el discurso de la ganadería: “En muchos sentidos, la dinámica de hombres desagradables y excesivamente confiados que explican las cosas a las mujeres tiene una similitud sorprendente con la forma en la que la ganadería explica las cosas a sus críticos. La extrema condescendencia a la hora de abordar cómo se producen los productos de origen animal sirve para menospreciar a los críticos de la industria cárnica. El 'meatsplaining' los reduce a niños enfadados e ignorantes para expulsarlos de la esfera del discurso racional”.

El caso es que Hannan se encontró infinidad de veces con esta provocadora actitud paternalista. Estaba harto de que cada vez que daba una conferencia sobre ética animal siempre hubiera alguien en el público que intentara desacreditar al ponente vegano. A todo un académico del antiespecismo, activista por los derechos animales y criado en el campo. “¿Has trabajado alguna vez en una granja?” le decían, dando por hecho que los ganaderos y nadie más tiene autoridad para determinar si en las granjas se maltrata a los animales. En fin, lo de querer ser juez y parte o, mejor dicho, el zorro que vigila a las gallinas.

En definitiva, el sector ganadero sabe muy bien cómo desacreditar a sus críticos y caricaturizarlos como irracionales, emocionales e ignorantes. Hannan nos cuenta apasionadamente desde su despacho en la Universidad de Winnipeg que los ganaderos han conseguido replicar un modelo que históricamente ha tenido éxito para el lado opresor: “Lo que los hombres han estado haciendo con las mujeres, lo que Occidente ha hecho al resto del mundo o lo que los ricos han hecho a los pobres ¡Otra vez! Cuando la gente de abajo lucha por la igualdad hay un mismo patrón que se reproduce. Por eso cuando los animalistas, en nombre de los animales, denuncian la brutalidad de su sufrimiento, la gente que tiene poder sobre ellos –y que nunca va a dejar ese rol de dominación voluntariamente– les llama extremistas, locos, violentos y terroristas. Esa es la forma más exitosa de minar la autoridad de alguien y restarle validez a sus argumentos”.

Tres negaciones para controlarlos a todos

A los animales no se les trata mal. La ganadería no es responsable del cambio climático. El consumo de productos de origen animal es necesario para estar sano. Estas son las tres negaciones que se han acreditado falsas mil y una veces pero que los ganaderos repiten en todas partes, todo el rato, porque se atribuyen la única autoridad para hablar sobre la cuestión animal. No importa si pertenecen a un modelo extensivo o a uno intensivo: todos insisten en defender estas mentiras y, al mismo tiempo, blindan sus explotaciones para que nada ni nadie pueda informar sobre qué pasa en una granja o un matadero.

¿A quién interesa, entonces, la desconexión entre el campo y la ciudad? En lo que respecta a la alimentación, sin duda, a la ganadería. Y como muestra está la opacidad del sector, las campañas de bucolización en los medios y la obsesión para que periodistas y activistas no difundan las atrocidades que cometen para llenar las neveras de la carnicería de los supermercados. Ahí la ganadería ha encontrado un aliado en gobiernos como estadounidense, el canadiense y el catalán, que han aprobado auténticos protocolos represivos que amenazan con multas de hasta 100.000 euros –o dos años de cárcel en algunos estados de EEUU– a quién ose entrar en una granja para denunciar lo que ocurre en ellas. El poder y el 'status quo' contra el periodismo honesto y la denuncia legítima.

Además, hemos normalizado que la represión contra el movimiento por la liberación animal venga de sectores conservadores y a desesperarnos con el silencio cómplice de las izquierdas. Pero cuando, por ejemplo, las activistas de 'Meat the Víctims' hicieron un acto de protesta exponiendo el abuso y explotación que descubrieron en el interior de una granja de Sant Antoni de Vilamajor (Catalunya), aquellos que no quieren renunciar a sus privilegios pusieron el grito en el cielo: “Queremos dar todo nuestro apoyo a la ganadería de este país y condenamos cualquier tipo de asalto de granjas por parte de sectas animalistas. Esperamos que los Departamentos correspondientes actúen con contundencia”. Este tuit, que llama explícitamente a la represión y tilda a los activistas de secta, no lo firma la Convergència de turno sino la CUP, orgullosa abanderada de la causa antisistema y con más represaliados de los que puede contar. Denunciar la opresión a la que nos someten “los otros” es una cosa, admitir y reparar la que ejercemos contra los demás es otra muy distinta. Tenemos que tener claro que el privilegio de especie existe y que ningún humano quisiera estar en la piel de los 2 millones y medio de animales que se asesinan cada día en los mataderos del Estado español.

Así que entre una cosa y la otra el círculo se cierra. La ganadería se adjudica la potestad para determinar qué hay que hacer con los animales y luego aleja a los críticos de su aberrante sistema de negocio con la complicidad de las autoridades y de una izquierda acomplejada. Para que no haya grietas en el círculo, los poderosos lobbies que la doctora Núria Almiron denuncia en el libro de Hannan ponen el dinero que haga falta para que siga girando la rueda del matadero.

A su vez, la mayoría de medios de comunicación presentan este sistema brutal de dominación al que llamamos ganadería como si fuera algo normal y, por lo tanto, quien lo critique o denuncie será uno de esos urbanitas locos, radicales y violentos que no han degollado nunca un cerdo con sus propias manos. De modo que, con la oposición silenciada y habiendo creado un sistema casi perfecto de descrédito, la ganadería ya tiene vía libre para difundir las tres mentiras con las que asienta su poder y perpetua la opresión.

Vaya, que no nos queda otra que romper el círculo. Debemos señalar el 'meatsplaining' como un sistema retórico falaz e interesado. Debemos denunciar la opacidad que imponen la ganadería y los poderes que representan el 'status quo' y el especismo. Debemos seguir plantando cara al lobby ganadero y 'eco-friendly' que tan bien juega sus cartas en esta Unión Europea de mercados. Debemos apoyar a los medios de comunicación que ponen el foco en la cuestión animal desde una ética no antropocéntrica. Debemos decir alto y claro que los violentos son ellos y radicalizar –sí, radicalizar– a los que dudan sobre si deben alimentarse o no de productos de origen animal. Pero, sobre todo, debemos perder el miedo a señalar a los culpables y a llamar a las cosas por su nombre. Solo así pudo Harry derrotar a quien-no-debe-ser-nombrado.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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