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Mejor lo nuestro y confianza en el futuro

José Antonio Younis Hernández / José Antonio Younis Hernández

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Nuevo salto y veo más. Veo que hay una bandera canaria, sin las siete estrellas verdes, una bandera tapando un cuerpo más blanco que la pared y que parecía no tener ya más sangre: ¿una bandera-mortaja? Así, amortajado con la bandera de la patria, el muerto parecía tener una identidad mortecina, lívida diría yo, casi de trasmundo espiritual, como todas las identidades inventadas que sólo sirven para decirle al muerto que está vivo, que no se preocupe, que no pasa nada. Sí, pero al de la bandera-mortaja alguien tuvo que matarlo y me temo que fue el mismo que escribió en la pared “Mejor, lo nuestro”. El muerto, claro, a estas alturas, no se queja de que le hayan sacado la sangre.De nuevo brinco para alcanzar el interior con la vista y, ¡oh!, rarezas de la percepción, la frase se había convertido en “Confianza en el futuro”. Pero esta vez no estaba escrito a sangre, sino con tinta verde, el color ese de la canción más antigua de la España cañí: “Billetes, billetitos verdes, que nos aclaran la razón. Billetes, billetitos verdes, pero qué bonitos son. Billetes, billetitos verdes, los que nos dan la solución”. Y otro salto más, y ¡zas!, en la bandera-mortaja aparecen siete manchones, -y de verdad que siguen sin ser las famosas siete estrellas verdes-, que son siete billetes verdes cosidos a la gran bandera canaria.Así continué, salta que salta, y cada vez que miraba adentro las frases se alternaban. Veces “Mejor, lo nuestro” y veces “Confianza en el futuro”. Y cada vez que saltaba me acuciaba un pensar, el pensar del que piensa que el futuro verde de Canarias no se refiere al ecológico, que la sangre del muerto no se refiere a la campaña de la Cruz Roja “Dona Vida, Dona Sangre”. Que el futuro del muerto es la corrupción, pero la mortaja viene bien porque disimula el color ausente de la sangre robada para escribir en las paredes “Mejor, lo nuestro” y “Confianza en el futuro”. ¿Y el hedor? Está bien pensar, me dije pensando, que la ausencia de la sangre robada se disimula tapando el cuerpo con la bandera canaria, pero qué pasa con el hedor. El hedor no pasa como si nada, que pasa por las narices. ¿Cómo disimular el hedor? ¡Con el futuro!, pensé a la voz de ya. Claro, ahora huele y en el futuro dejará de oler. El olor del hedor es como el dolor de muelas o cualquier otro dolor: se olvida. Después de padecer un dolor, uno olvida como era, gracias a dios, ese dolor. A lo mejor los canarios de la bandera canaria terminan olvidando la sangre robada, en el futuro, claro.Pero como no dejaba de saltar, la suspicacia me iba creciendo con cada salto. La de veces que tuve que saltar hasta el ventanuco para desechar definitivamente la idea de un futuro sin hedor. Me explico. La extenuación y el agotamiento de tanto salto hicieron mella en mi espíritu. Gracias a que dejé de botar como una pelota de goma en un patio de recreo, pude darme cuenta de que había elecciones políticas a mí alrededor. La gente pasaba y nadie se tapaba la nariz. Qué buena salud y qué bien disimulado tienen el cuerpo del delito, pensé, que a nadie sofoca la pituitaria. Si no lo hace ahora en el presente, ¿cuándo empezará a oler la auténtica identidad? Si la identidad huele, ¿por qué no huele ahora a ese olor al que sabe toda identidad inventada para la ocasión y la venta? Así fue que llegué a la conclusión contraria: el hedor aparecerá en el futuro. Ahora, como se suele decir, “nos dejaron el muerto”; un muerto que no huele, una identidad amorfa y de conveniencia, una identidad en la que hay que confiar en el futuro para olvidar el pasado; aunque después, en el futuro, sólo nos espere un olor-dolor inesperado, como de muelas, intenso, abocado al olvido hasta las próximas elecciones.

José Antonio Younis Hernández

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