Porque por mucho que tantos políticos de pacotilla se apoyen con excesiva frecuencia en la frágil memoria del público municipal y espeso, suena a recochineo que el PP de Tenerife se pronuncie alrededor de alguna cosa que tenga que ver con la presunta o no tan presunta corrupción en el muy sureño y sandunguero municipio de Arona. Vaya por delante nuestro respeto a las decisiones suicidas de cada cual, pero del mismo modo que nos pronunciamos así de permisivos, permítasenos también a nosotros descangallarnos ante la tremenda temeridad de algunos. Porque hay que ser muy temerario (políticamente, enfatizamos, como hace don Pepito cuando insulta a sus malditos) para atreverse desde el PP tinerfeño a exigir la dimisión de José Alberto González Reverón, todavía alcalde de Arona a pesar de la condena por prevaricación que lo condena a dos pares de años de inhabilitación. Y a mandarse a mudar de la política para siempre, añadimos nosotros extrajudicialmente, porque sería lo aconsejable tras la disparatada trayectoria del munícipe en cuestión. Pero lo que desautoriza al PP a meterse en este laberinto es la participación directa en los desaguisados de Arona de significados compañeros de ejecutiva de Cristina Tavío, a la que van a sacar de este mundo de tantos disgustos que le dan.