Gran expectación en la apertura de Lidl en Jinámar

Cientos de compradores, un atasco monumental en los accesos al supermercados, colas kilométricas para entrar, aplausos a los clientes, flores de regalo y hasta el agotamiento de algunos productos horas después de la apertura de puertas han caracterizado el primer día del que dicen es el centro comercial más barato. Lidl llegó, vio y venció. Dos horas antes de la apertura de su centro en Jinámar, una veintena de personas aguantaban las bajas temperaturas para ser los primeros en comprobar si esta cadena tiene, realmente los precios más baratos. Media hora antes, este número ya se elevaba a varios centenares y el atasco en la zona era monumental.

La expectación o “el positivismo” de la gente, como decían los responsables de la cadena, fue en aumento lo que provocó la apertura de puertas diez minutos antes de lo previsto. Los aplausos de los trabajadores y un ramo de tulipanes recibieron a la primera clienta, que con paso lento y mirada asombrada entró y se encaminó decidida hacia la zona de panadería.

Detrás de ella entraron un centenar de personas que colapsaron todos los pasillos. En pocos minutos fue imposible caminar sin tropezarse con alguien o algo, porque la mayoría compraba de manera compulsiva, casi sin mirar los precios. Estaban en el templo de lo barato, según la santa publicidad, y comprar aquí se convierte en un acto de fe.

Sin embargo, siempre hay gente que no pudo dejar la crisis, el desempleo o la desconfianza en casa, y catálogo en mano examinaban todo al detalle echando mano de la memoria para comparar con otras grandes superficies. Conclusión: hay unas cosas que merecen la pena y otras que no, como siempre.

Una mirada rápida a los carros bastaba para descubrir los productos estrella de hoy, los hornos microondas, las minicadenas y las almohadas, cada uno por menos de 30 euros. ¿Quién da más? Así que aunque no sea una necesidad crucial, a la cesta y a pasar por caja. Setenta personas, distribuidas por todo el supermercado se preocupaban de guiar a los clientes y atenderlos con una sonrisa y alguna que otra lágrima, porque la cajera de la terminal para compras de menos de 10 artículos no pudo evitar emocionarse cuando vio que las puertas se abrían, y por fin, iba a poder empezar a trabajar después de meses soñándolo.

Este jueves, en Lidl, después de pagar todavía queda algo por hacer antes de volver a casa. Recoger el regalo que le corresponde al cliente que haya gastado más de 10 euros. Podrá elegir entre un ramo de flores, una sombrilla o un globo.

Mientras, cientos de personas continúan esperando a la intemperie, en una cola que se pierde de vista fuera ya del recinto del supermercado, aguantando temperaturas de hasta 22 grados y sin esperanza de poder entrar antes de media hora. “¿Ahí regalan algo, mi niña”? pregunta un transportista asombrado. “No, pero las cosas están baratas”, le responden desde la cola. “¡Qué crisis más mala!”, y se va.

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