El incendio de La Palma como excusa para seguir hablando del presente y futuro de La Palma
El incendio forestal que se originó en días pasados en el municipio de Puntagorda y que está arrasando parte del territorio insular, ya ha generado, a la espera de los datos concretos que faciliten las administraciones públicas, una crisis social, económica y ambiental gravísima, que se añade a las consecuencias de la crisis sanitaria del COVID y la reciente erupción volcánica.
Con este artículo de opinión, queremos volver a incidir en la tesis de que la gran dimensión que están alcanzando los incendios forestales en Canarias, en los últimos años, es una consecuencia directa del modelo socioeconómico dominante en el Archipiélago. Una estrategia de desarrollo económico equivocada que le ha dado y le sigue dando la espalda a la realidad territorial y ecológica de las islas.
Detrás de la ‘fotografía’ de parcelas abandonadas para el cultivo y ocupadas por el matorral y el monte bajo, se esconde un trasfondo económico y poblacional, que nos debe servir para analizar las medidas de desarrollo económico que se han llevado a cabo en diversas islas y así obtener algunas conclusiones a la hora del diseño de las políticas públicas a aplicar en La Palma.
El hecho de que un porcentaje importante del PIB de Canarias, esté vinculado con el sector turístico denominado ‘de sol y playa’ o ‘de masas’ y con una actividad importadora muy relevante de alimentos y otros insumos productivos, ha ocasionado progresivamente el abandono de las medianías y por tanto, incidiendo en la mayor gravedad de los incendios forestales cuando éstos se producen.
Un modelo turístico que destruye, de manera irreversible, el mejor suelo agrícola de Canarias, generador de poco empleo neto, con alta temporalidad y bajos salarios, creador de situaciones graves de precariedad social, vulnerable ante shocks externos, dependiente de agentes foráneos en los procesos de toma de decisiones y responsable del deterioro de las condiciones de vida de más del 30% de la población.
Esta situación de precariedad social y económica, no se debe exclusivamente a crisis coyunturales, como la que se inició en España en el tercer trimestre de 2008, o la derivada del COVID, sino tiene que ver con factores y elementos de carácter más estructural y que están vinculados directamente con el modelo de crecimiento económico dominante en el Archipiélago, basado en la construcción, el turismo y la importación.
Al igual que sucedió a raíz de la crisis volcánica, nos tememos que con la excusa del desastre generado por este incendio, algunos responsables públicos de la isla, tendrán una nueva oportunidad para argumentar la necesidad de que La Palma se introduzca, de manera definitiva, en una economía donde el sector turístico sea el estructurante de su tejido productivo.
Pero está decisión ya está tomada y lo veremos en la presente legislatura. Los grupos políticos que conforman el actual Pleno del Cabildo de La Palma, junto con una delegación sindical, autodenominada como representativa de los trabajadores de la isla, firmaron antes de las elecciones del 28 de mayo, un documento impulsado por una parte del empresariado insular denominado
“Pacto por el desarrollo del turismo de La Palma”, un documento donde se señala textualmente, que se “...tiene la firme voluntad de apostar por el desarrollo turístico de la isla de La Palma, como motor principal del empleo y la economía...”.
Los ciudadanos deben saber que las tres formaciones políticas representadas actualmente en el Pleno del Cabildo de La Palma, piensan lo mismo y son lo mismo respecto a algunos proyectos e ideas que, de manera conjunta, van a reorientar la estructura productiva de la isla, hacia el mismo modelo turístico que ha colapsado en Canarias.
Estas tres formaciones políticas, pretenden sustituir gran parte del suelo platanero del Valle de Aridane por 6.900 camas nuevas y un campo de golf además de un complejo hotelero en Las Manchas. Estas tres formaciones políticas están de acuerdo en construir una nueva carretera que una El Remo y La Zamora. Estas tres formaciones políticas están ejecutando y apoyando el desastre estratégico derivado de la ejecución del nuevo acceso al Puerto de Tazacorte. Estas tres formaciones políticas están ejecutando o han apoyado la denominada “carretera de la costa” y han hecho actuaciones que han destrozado de manera irreversible, parte del delta lávico generado en la erupción volcánica.
Estas tres formaciones políticas apoyan la construcción de una nueva carretera entre Las Tricias y Llano Negro, en Garafía. Estas tres formaciones políticas están impulsando o apoyando la operación urbanística de 2.600 camas al sur del Hotel Sol en Puerto Naos en una superficie equivalente a 40 campos de fútbol. Estas tres formaciones políticas apoyan la operación urbanística en La Pavona de Breña Alta, con la construcción de un campo de golf y 1.400 camas. Estas tres formaciones políticas están hablando de seguir ampliando un muelle en Tazacorte, que para lo único que ha servido su ampliación, es para que los niños aprendan a montar en bicicleta o venga un barco una vez al año con espectadores al Love Festival.
Este tipo de proyectos, ahonda y configura un modelo turístico, del que hemos hablado en otros escritos, causante de graves perjuicios sociales, ambientales y económicos para las islas y es causa también, de la gravedad de los últimos incendios forestales en Tenerife, Gran Canaria o La Palma.
Pero el turismo, tal como lo conocemos en diversas zonas de Canarias, no es la solución para La Palma. Ese turismo no va a ser nuestra salvación, por más que lo repitan, de manera machacona, algunos responsables políticos y empresariales de nuestra isla. No se nos puede seguir obligando a elegir entre lo malo y lo peor.
Si queremos evitar que La Palma sea un territorio fallido en los próximos años, necesitamos transitar por otro camino que suponga dar un giro de 180º a la economía de nuestra isla.
Por ello, es necesario y urgente, el diseño y la ejecución en el tiempo, de una “estrategia insular”, que posibilite una reconversión ecológica de la estructura económica de La Palma, con el objetivo de adaptar el tejido productivo, la estructura administrativa de la isla y la gestión de los asuntos públicos, a un entorno geopolítico complejo, amenazante e imprevisible y a los cambios que ya se están produciendo en el planeta, derivados de las alteraciones del clima, cuyas repercusiones negativas en la economía, el territorio y las personas, ya estamos observando en la actualidad y que se agravarán, irremediablemente, con el paso del tiempo.
Se trata de adaptar de una manera progresiva, la economía de La Palma a la realidad ecológica de la isla y a la dinámica de un entorno cambiante y no seguir profundizando en un modelo de desarrollo fracasado en otras islas y regiones españolas, que nos va a conducir inexorablemente a un futuro de mayor precariedad social y laboral, generando un deterioro irreversible en el territorio insular y dependiendo peligrosamente, de las circunstancias y decisiones externas.
En definitiva, ha llegado la hora de que la evidencia científica y la buena gestión, condicionen e influyan en la acción política de nuestros gobernantes y así poder enfrentarnos con mayor probabilidad de éxito, a un presente complejo y un futuro incierto y lleno de incógnitas.
En definitiva, se está poniendo a La Palma en la necesidad de elegir entre el mismo modelo turístico que el resto de Canarias o la precariedad y la ruina y ante esta elección falsa, interesada y perversa, debemos y podemos decir, que existe un tercer camino, difícil y complejo, pero es el único sensato, basado en un nuevo paradigma territorial y económico, que haga posible la construcción de un entramado productivo y social en nuestra isla, fuerte y capaz de afrontar las sacudidas que nos está dando la realidad y que, indudablemente, se van a seguir produciendo en el futuro.
En definitiva, podemos afirmar que si la economía de La Palma, va orientándose hacia la misma forma de entender el turismo que otras islas, nuestro futuro social, económico y ambiental estará muy comprometido. Ojalá nos equivoquemos, pero es casi una certeza matemática.
*Pedro Higinio Álvarez Rodríguez es economista
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