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Ennui

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Ennui político o estar hasta el gorro. El ennui es desinterés y es aburrimiento. La música mediática asesinando al silencio del sosiego social. Los medios, y en concreto la radio y la tele, son el lugar escogido para empollar todas las mentiras que no merece el planeta tierra pero que nadie necesita. La sociedad del espectáculo en versión subtitulada para alimento de aquellos a los que creen tontos.

Sintonizando cierta radio he encontrado un programa de mañana conducido por Alsina, contrasanchista de guardia, pero gran profesional. Pero por la tarde el micrófono cae en unas manos, que pico y pala, toneladas de hierro para pico-pala, que hacen pensar a cualquier ciudadano que no soporta lo insoportable en la opción de adherirse al canal de las Berrocal. Toda la tarde un ostinato pelma-cutre contra el Gobierno, variaciones de la misma crítica, un bolero de Ravel opción macarra casi interminable. Imposible saber si es síntoma o es enfermedad.

Y siento pena que es tristeza y lástima por unos. Y siento por otros, entre ellos me encuentro, compasión que también es tristeza, pero de ánimo positivo porque en la compasión comprendemos las dificultades y nos animamos a su superación. He leído al filósofo Morales, canario, que dice que quienes pretenden erradicar la corrupción no son reformadores sino ingenuos. Y he oído a otro, Gortázar, que no es canario y es del Partido Popular, decir que la corrupción es síntoma y no enfermedad y encomendarse solo a la policía al delito es como recetar aspirina a una terrible enfermedad. Coincido con uno y con otro. Esta dicotomía de síntoma y enfermedad viene del Largo Adiós, novela negra de Chandler cuando se entona por un protagonista que el crimen no es enfermedad, es un síntoma, el precio que pagamos por una América grande y rica, se dice, el reverso sucio de la grandeza del dólar. ¿y cuál es la cara limpia del dólar, responde el otro?, nunca la he visto, se obtiene por respuesta.

El ciudadano tiene la última palabra. Los partidos corruptos pueden no ser votados, pero la corrupción no debe ser la forma como liquidar a los gobiernos. Porque si echamos a este gobierno vendrá el Partido Popular con la corrupción puesta de corbata pendiente de juzgar. Y después de Ábalos volverá Gürtel, Púnica y quince más. Esto va a resultar insoportable, inútil e ingenuo. Ir de moción a moción de censura por corrupción es hacer del gobierno y la oposición los dos duelistas de Pushkin que se posicionan en un precipicio y resulta muy fácil que se despeñen los dos al primer lance. Siempre existió la contraprestación al partido por adjudicaciones, negarlo es solo hipocresía melancólica y es la cara sucia del sistema libre de partidos, pero no sabemos que hay en la cara limpia.

Somos nosotros, el cuerpo social, quien debe saber y hacer saber. Debemos saber que a veces se utiliza al partido para financiarlo y a veces para robar. Y esa frontera invisible es deseable para corruptor y para corrompido. Monederos falsos y baile de máscaras. Arreglo un asunto o una adjudicación y me voy al limbo porque me engaño, pienso que no he sido protagonista de un sucio episodio, de un asunto criminal, no soy corruptor ni corrompido, sino que en realidad se trata de una ayuda al partido a cambio de algo justo.

Los ciudadanos somos lo principal, y podemos hacer saber que queremos ser el tercero incluido. Necesitamos una mirada nueva para no aceptar el destino que lo llaman así, pero que en realidad somos nosotros mismos sometidos a unas leyes desconocidas pero infalibles. Vivimos un mundo como tercero excluido. Una proposición o posición, nos cuentan, solo puede ser verdadera o falsa. Solo dos bandos y solo dos verdades incluyentes que excluye a ese tercero excluido. Como tercero excluido pido que se me incluya y poder dejar claro el color del dinero que financia de forma legal el sistema de partidos para que ante otro color no haya hipocresías melancólicas y se acredite por uno y por toda la forma criminal de la operación. Si le damos color a ese dinero sucio no podremos confundir al perro Minos que en el infierno de Dante se enroscaba tantas veces la cola como círculos debía bajar el condenado.

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