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El milagro de los 14 millones de pinos en Gran Canaria
Los pinares que conocemos son jóvenes -abrumadoramente-. Pocos quedan que superen los 75 años, cuando pueden vivir más de 500. Pero hace 550 años los pinares y sus históricos ejemplares, así como la selva de Doramas o las Vegas satauteñas fueron cayendo bajo el hacha. Sin embargo, este año hemos celebrado el 75 aniversario del cambio de rumbo en el que la deforestación dio paso a la repoblación, consiguiendo que el pinar joven haya multiplicado su extensión hasta alcanzar más de 14.374 hectáreas en la isla (unos 14 millones de ejemplares de Pinus canariensis), a lo que se añade una gestión que es ejemplo insular e internacional en muchos aspectos: prevención (rebaños bomberos, Gran Canaria Mosaico, Día Internacional del Bombero Forestal); excelencia en la comunicación en emergencias, modernización tecnológica con el sistema Alertagran… En definitiva, hoy contemplamos los montes con emoción, sobre todo aquellas personas que hace más de cinco décadas vieron la construcción de las grandes presas y las repoblaciones de aquellos páramos cumbreros. La isla inició una profunda transformación hace 75 años que quedó opacada por el esplendor del éxito turístico. Pero sus frutos siguen creciendo.
1950 es el año clave. La deforestación de la isla alcanza niveles alarmantes con Los Llanos de la Pez y Cruz de Tejeda despojados de pinos en una realidad que hoy nos resultaría increíble. La imagen era la de una tempestad petrificada monocolor, dominada por la roca calcinada y desnuda. Como consecuencia, se aceleraba la erosión y desertificación. El agua seguía escaseando y desaparecía rápidamente en caideros por los que se vomitaba la escasa tierra fértil.
La puesta en marcha por el Cabildo del plan de Simón Benítez Padilla es el inicio de un cambio de cultura y de modelo. Un erudito propio de la Ilustración en la línea de Viera y Clavijo, formado en aquel Colegio San Agustín donde se preparó a generaciones de ilustres grancanarios. Benítez Padilla elaboró un proyecto pionero en 1946, como técnico del Cabildo, y tras su tramitación fue aprobado en 1947, impulsado bajo la presidencia de Matías Vega Guerra quien lo puso en marcha, paralelamente a la creación de la Casa de Colón que realizó Néstor Álamo conSantiago Santana, y del Jardín Canario bajo la dirección de Eric Sventenius con Jaime O’Shanahan, lo que evidencia una cierta visión turística del paisaje interior y del patrimonio histórico que tenía el entonces presidente insular y ‘buen cacique’.
En esos momentos llega a la isla el ingeniero de Montes, Juan Nogales, para sustituir a José Hidalgo en la gestión de los recursos hídricos de la isla, una necesidad vital debido a la escasez natural, marcando el inicio de una planificación formal que evolucionaría con la Ley de Aguas de Canarias de 1990 y planes hidrológicos posteriores, enfocándose en el uso de pozos, galerías y, más tarde, la desalación para complementar los limitados recursos subterráneos.
Nogales complementa un grupo con peones y con técnicos como Ortuño o Ceballos y ponen a toda potencia la actividad de los viveros creados en ese momento (Tafira, Tamadaba, Inagua, Ñameritas y Bailadero de Las Brujas), la compra y repoblación de los cortijos del Cabildo (Pargana, Llanos de la Pez, de Huertas, La Retamilla, Mesa de las Vacas, de Ana López, Los Cascajales, Lomo Enmedio…), la creación con Manuel Díaz Cruz (funcionario del Instituto para la Conservación de la Naturaleza, Icona) de los consorcios con propietarios particulares para repoblar, así como la recuperación de parte del Monte Público que había sido privatizado gracias a la connivencia de algunos funcionarios, como sucedió con el de Tauro y Playa del Cura, cuyos documentos ‘desaparecieron’ de los archivos de Zaragoza.
También es cierto que la carpintería de ribera está en franco retroceso, la construcción también prescinde de la madera y la electricidad o las cocinas de gas reducen la demanda de madera y carbón. El monte y la agricultura de medianías y cumbres decae por el auge de las zafras tomateras, a donde se dirigen familias de la cumbre para ganar algo de dinero. Una migración que se completa con la irrupción del turismo de chárter y la demanda de mano de obra para construir bungalós y cubrir los nuevos empleos del servicio. Se abandonan los minifundios de subsistencia y el monte es ocupado por especies invasoras y se acelera el deterioro de los muros y estructuras que durante siglos fueron levantando las manos de los agricultores.
En ese escenario, hace 75 años, el Cabildo inicia una de sus actuaciones más importantes desarrolladas en la isla para frenar la pérdida de tierras, de biodiversidad y el avance desolador de la desertificación. Se realizan en ese año las primeras repoblaciones siguiendo los criterios establecidos en los orígenes del Plan Hidrológico de Gran Canaria, que incluye la construcción de grandes presas que hoy son objeto de un proyecto que dará a la mayoría de ellas la totalidad de sus capacidades mediante el uso para el almacenamiento hidroeléctrico mediante bombeos reversibles. Una actuación que será posible (inimaginable hace 75 años) gracias al aprovechamiento de las energías renovables para desalar agua y elevarla al vaso de las presas, garantizando agua para la red de grandes embalses del Cabildo y para recuperar el nivel freático de cumbre a costa.
Canarias ha sido uno de los históricos laboratorios de la gestión del agua. La aparición de las Heredades de Agua fue uno de los organismos pioneros en la organización del reparto y aprovechamiento del agua desvinculada de la tierra para cultivos como la caña de azúcar. Lo mismo sucede con la desalinización de agua que sitúa a Canarias hasta finales de siglo XX como un gran laboratorio y referente mundial en la explotación de plantas desaladoras con un abanico muy amplio de tecnologías, siendo la primera de Europa la inaugurada en Lanzarote en 1964, capaz de producir 2.300 m³/d, lo que propicia que se trabaje en el binomio agua–energía. Actualmente disponemos de centenares de desaladoras públicas y privadas entre Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura, Tenerife, Lanzarote y El Hierro. Se han instalado todos los tipos de sistemas comerciales de desalación existentes, abarcando desde tecnologías de destilación hasta de membranas de última generación.
Y no menos importante es el papel de la sociedad civil. De las asociaciones ecologistas, como ASCAN, el Grupo Universitario de Montaña (GUM, impulsor y organizador del ya tradicional Día del Árbol), el Centro de Iniciativas y Turismo con sus campañas de concienciación o el mismo Patronato de Turismo, preocupado desde sus inicios por el necesario embellecimiento de las rutas de la isla, o los más recientes colectivos Fénix Canarias y la Fundación Foresta.
Laasociación Fénix Canarias, surgida en 2019, se ha convertido en una fuente informativa de referencia y conocimiento relativo a los incendios forestales, riesgo volcánico, desertificación…, con campañas sociales de seguimiento de los impactos con iniciativas como Totem, de pedagogía con la Mesa del fuego que les permite hacer demostraciones a los escolares sobre cómo actúan los incendios, la recuperación del ecosistema para aves migratorias que bautizaron como Microislas en la charca de Maspalomas, o la lucha contra la desertificación y la mejora de la biodiversidad con el proyecto ‘Brinzal‘ que permite que las propias aves puedan sobrevivir y dispersar semillas.
La Fundación Foresta, creada en 1998 y con casi 600.000 árboles plantados en su haber, es un ejemplo de implicación privada y apoyo público. Dedicada a larecuperación, mantenimiento y conservación de los bosques de las islas, combatiendo la desertificación y erosión mediante la reforestación con especies autóctonas, involucrando a la sociedad (empresas, escuelas, voluntarios) y desarrollando proyectos de empleo verde y sensibilización ambiental.
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