Análisis
El efecto Casimiro

Fernando Clavijo y Casimiro Curbelo se saludan en la Sesión Constitutiva del Parlamento

Carlos Sosa

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“Un pacto de perdedores”. No es la primera vez que un dirigente socialista emplea esa expresión para etiquetar un pacto entre Coalición Canaria y el Partido Popular para la formación de un gobierno en las Islas. Ya lo hizo Juan Fernando López Aguilar en 2007 tras ganar ampliamente las elecciones a Paulino Rivero y José Manuel Soria, que ya venían de casa con el pacto cerrado después de que el candidato socialista dedicara gran parte de su campaña a avisar de que iba a levantar alfombras para acabar con la corrupción que por entonces campaba más a sus anchas que ahora.

Pero es una definición correcta, mucho más depurada ahora que entonces, porque en esta ocasión hasta se puede calibrar mejor el respaldo popular a los candidatos oficiales a la presidencia del Gobierno gracias a la llamada lista autonómica, donde Ángel Víctor Torres superó ampliamente con 285.000 votos los 167.000 de Fernando Clavijo, quien pretende sustituirle al frente de la presidencia en una reedición de aquel pacto de perdedores, pero con nuevos agentes y circunstancias muy distintas. Clavijo ha perdido las elecciones y a más distancia del ganador, esto es evidente. Y el PP ha quedado tercero, por lo tanto, nada que objetar al calificativo de “perdedores”, por poco original que sea.

Ahora nos encontramos con un Parlamento realmente peculiar, con diez diputados más (70) con la presencia (da igual la ley electoral que se aplique) de la plenipotenciaria Agrupación Socialista Gomera (tres diputados) y la inquietante entrada por primera vez de Vox (cuatro diputados). Y estos dos, ASG y Vox, amenazan con ser los factores verdaderamente decisivos en el actual panorama político insular, sobre todo si se combina con la imprevista convocatoria de elecciones generales y las consecuencias que eso podría deparar casi de inmediato.

Casimiro Curbelo habría preferido siempre reeditar el pacto de las Flores. En mayo pasado, en plena precampaña electoral, firmó un goloso acuerdo con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en presencia del presidente Torres. Se llama Estrategia Gomera 36, un conjunto de acciones a ejecutar en los próximos 14 años, “orientadas a impulsar la transformación hacia una isla verde, de la mano de un modelo de economía circular que incluye el ciclo del agua, la gestión de residuos, la movilidad sostenible, y las energías renovables, unidos a la innovación, la investigación y la digitalización”, según resaltaron los presentes al término de tan solemne acto. La inversión, que es lo que realmente importa, alcanza la nada desdeñable cantidad de 114,7 millones de euros.

Ese plan no lo tiene garantizado Casimiro Curbelo con un gobierno que no sea el de Pedro Sánchez, o por no ponernos muy dramáticos, con un gobierno que no sea del PSOE. Se supone que esa habría de ser una de las condiciones que pondría para sumarse a un pacto entre Coalición Canaria y el PP, que este último partido le garantice esa morterada de pasta si finalmente Feijóo accede a La Moncloa. Clavijo no se lo puede garantizar, pero debe estar haciendo todo lo posible para que su socio lo haga.

No está sin embargo en manos de Clavijo ni del PP de Manuel Domínguez otro compromiso que Casimiro Curbelo había recibido del PSOE de Ángel Víctor Torres y Pedro Sánchez: su progresivo regreso al Partido Socialista para garantizarse una transición tranquila desde su partido, la Agrupación Socialista Gomera, hacia la casa madre, de la que fue traumáticamente expulsado por aquellos sucesos de la sauna madrileña de los que no terminará nunca de arrepentirse. Curbelo sabe que ha construido un partido tan presidencialista, tan a su imagen y semejanza, que su relevo se torna imposible sin pensar en una guerra intestina que acabe en disolución. El regreso al PSOE al menos le garantizaría un retiro tranquilo, una transición serena hacia la reconciliación socialista de la isla se La Gomera.

Los gestos entre el PSOE y Curbelo han sido tan generosos que incluso se ha hablado estos días de la posibilidad de que pactar con el líder gomero el nombre de la persona que habría de concurrir a las elecciones al Senado por la isla de modo que se garantizara el máximo apoyo de ambas fuerzas.

Nada de esto se lo puede ofrecer con solvencia Fernando Clavijo, que hasta el momento de escribir esta pieza no había logrado convencer a Casimiro Curbelo de las bondades de su futuro gobierno, sobre todo porque las exigencia del PP no le dejan mucho margen para el reparto de consejerías, entes públicos, empresas, organismos y canonjías.

Si no logra incorporar a Curbelo al pacto con el PP y con la Agrupación Herreña Independiente (AHI), Fernando Clavijo se enfrenta a una coyuntura muy complicada. Todo apunta a que el diputado en liza en Lanzarote se mantendrá definitivamente del lado de Nueva Canarias y no viajará a la saca del PP. Por lo tanto, hasta estos momentos, Clavijo solo cuenta para su investidura y para gobernar con los 19 diputados y diputadas de Coalición Canaria, los 15 del PP y el de AHI, en total, 35, la mitad exacta de la cámara.

A pesar de habérselo pedido a cambio de una incierta negociación para la confluencia en las generales, Clavijo no puede contar con los cinco votos de su enemigo íntimo Román Rodríguez sin darle entrada en el Gobierno con los honores de ordenanza, es decir, con al menos la Consejería de Hacienda. 

Así las cosas, el ala izquierda, es decir, votando en contra de una investidura de Clavijo, estarían los 23 del PSOE, los 5 de Nueva Canarias y los 3 de ASG, en total, 31. 

Los 4 diputados de Vox, por lo tanto, serían decisivos para inclinar la balanza. Si en la primera votación para la investidura el aspirante Clavijo no obtuviera al menos 36 votos (y solo tiene confirmados 35), habría que ir a una segunda votación 48 horas después en la que solo sería necesaria la mayoría simple, es decir, un voto sí de más sobre los noes.

Sería más pacto de perdedores que nunca el que se cierne sobre el futuro gobierno de Canarias si Clavijo tuviera que ser investido con los votos o la abstención de Vox. La investidura y todo lo que venga detrás: presupuestos, leyes, derogación se leyes…

Y un baldón para la ultraderecha hacer presidente de Canarias a un supuesto nacionalista que un día de 2009 proclamó al mundo que lo suyo sería que Canarias fuera declarada estado libre asociado a España. “¿Y la independencia?”, le preguntó el periodista Pomares, “perfecto, ¿y qué miedo hay?”

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