Subiendo a lo más alto. Una visita al cielo de Nueva York desde el Empire State

El Empire State emerge entre las azoteas de Nueva York.

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No es el edificio más alto de la ciudad; tampoco el que ofrece las vistas más espectaculares o vertiginosas (de moda tras la apertura de varias nuevas atalayas donde e cristal te permite acercarte a la sensación de vacío total). Para nosotros, y aquí entra el factor subjetivo, tampoco es el rascacielos más bonito de la Gran Manzana, un honor que creemos se merece su antagonista Chrysler. Pero el Empire es el Empire. Este veterano de los tiempos de la Gran Depresión (se construyó en un tiempo récord de 14 meses entre el 22 de enero de 1930 y el 1 de mayo de 1931) fue durante 40 años el edificio más alto del mundo (381 metros sin contar las antenas) y el primero en superar la frontera de los 100 pisos. Las malogradas Torres Gemelas le arrebataron ese privilegio en 1971. Pero algo que pone de manifiesto el verdadero alarde de ingeniería de este gigante (que se logró gracias al uso del acero como esqueleto) es que tras el atentado del 11-S volvió a ser el techo de Nueva York hasta el 30 de abril de 2012, cuando se inauguró la nueva sede del World Trade Centre. Hoy seis grandes edificios neoyorquinos lo miran desde arriba, pero ninguno ha logrado lo que el Empire State Building: ser, per se, un icono cultural, histórico y popular de Nueva York. Y también es una atracción turística de primer orden.

El gigante se encuentra en un lugar privilegiado enmarcado por la mítica V Avenida, la W34 y la W33. Hay entradas por las tres calles pero la primera foto hay que tomarla frente a la puerta principal de la Quinta Avenida (número 350). Dos falsas columnas coronadas por águilas en forma de gárgolas enmarcan una enorme vidriera de más de cuatro pisos de altura. Justo encima, en letras doradas, el nombre de Empire State da la bienvenida a los visitantes. En sus tiempos fue un alarde de la tecnología del acero. Pero el gigante no tiene la frialdad de sus primos modernos de cristal. La piedra y el ladrillo aquí dejan espacio para la filigrana elegante y ese diseño tan característico de ese Art Decó que tanto nos gusta. Pasar por la puerta de la calle 34 (que oficia de acceso turístico) es hacer un viaje alucinante hacia el pasado. El mármol y el granito son los soportes en los que se incrustan el bronce bruñido, el cristal y las maderas nobles. Los diseños recargados típicos del modernismo (con otros ejemplos sublimes en la ciudad que hay que visitar sí o sí como el propio Edificio Chrysler o el Radio City Music Hall) crean una atmósfera casi onírica en la que el uso de los símbolos y diseños tienen como único objetivo hacer aún más grande al edificio y lo que representa.

La historia e intrahistoria del Empire.- Una de las más mejores sorpresas del Empire es su flamante centro de interpretación. La segunda planta se ha convertido en un gran museo en el que se hace un repaso a la ‘biografía’ del rascacielos y su impacto en la cultura popular. Aquí vas a conocer los secretos de su construcción (como la historia de los indios mohawk canadienses que fueron contratados por la compañía constructora por su pericia en la forja de hierro), curiosidades de su existencia (como la del bombardero B-25 que se estrelló en julio de 1945 matando a 13 personas y convirtiendo a la ascensorista Betty Lou Oliver en la mujer que ha sobrevivido a la mayor caída de ascensor de la historia -75 pisos y un par de sótanos-) o el papel que ha jugado la construcción en la cultura popular. El cine es, sin duda alguna, uno de los elementos fundamentales para explicar la trascendencia del Empire como hito cultural. En el Museo puedes hacerte una foto junto a la mano gigantesca del mismísimo King Kong y explorar las veces que esta aguja ha sido protagonista de escenas inolvidables en películas y series de televisión.

Subir hasta lo más alto.- Los miradores del Empire Estate se encuentran en los pisos 86 (el más famoso y a cielo abierto) y 102 (un pequeño mirador cerrado con vistas aún más espectaculares). Una de las cosas que sorprenden de Estados Unidos es la capacidad que tienen para convertir cualquier tontería cotidiana en una experiencia. Para subir hasta la planta 86 hay que hacer dos tramos. El primero es hasta la planta 80 y el ascensor se convierte en una pequeña sala audiovisual en la que podemos ver una simulación de la construcción del edificio. El viaje apenas dura un minuto y te acerca a un lugar realmente mágico que anticipa, a través de las ventanas, lo que nos espera en la terraza más famosa del mundo. Piso 86. Nueva York a 360 grados. El East Side quizás sea el ‘menos’ atractivo desde el punto de vista pero ahí, entre las torres emerge el rival histórico del Empire: nuestro admirado Chrysler. Desde aquí se ve casi todo Manhattan; enumerar los edificios, parques y rincones de Nueva York que puedes ver sería tediosamente largo. A diferencia del mirador del piso 102, aquí puedes estar el tiempo que te dé la gana. Para nosotros, la mejor hora es al atardecer y quedarte hasta que sea noche cerrada. Es alucinante. Los famosos binoculares plateados son gratis. ¿Merece la pena subir hasta la 102?  Si no eres un mitómano no creemos que valga la pena. Además, los reflejos en los cristales no dejan hacer buenas fotos cuando hay sol. Otro de los atractivos de la visita es salir del edificio por el lobby principal, de los mejores alardes art decó de la ciudad, de la Quinta Avenida.

Entradas, consejos y sugerencias.- La entrada no es barata (y todas incluyen acceso al museo). El acceso a la terraza de la 86 cuesta 44 dólares y la combinada a ambos miradores sube hasta los 77. Al amanecer la entrada es mucho más cara (125) y hay un pase de 64 dólares que permite subir hasta la 86 de noche. También hay una entrada de 113 dólares que permite acceder a los dos puntos de observación sin hacer colas. Todo tiene un precio en la Gran Manzana. Para los más fanáticos hay un tour guiado con altas dosis de glamour que cuesta 500 dólares. En la web oficial del edificio, curiosamente, los tickets son un poco más caros que en otras aplicaciones que venden excursiones. Es conveniente reservar con antelación ya que los accesos están muy controlados. Si sumas el Empire en las visitas a través las tarjetas turísticas que dan acceso al edificio (City Pass; New York Pass; Sightseeing Pass; Go City) comprueba antes si hay que reservar la visita previamente. Las aglomeraciones son frecuentes y sólo hay dos momentos clave para evitar colas larguísimas: a primera hora de la mañana y después del atardecer. ¿Cómo llegar? Las estaciones de metro más cercanas son la de 34 Street – Herald Square (Líneas B, D, F, M, N, Q, R) y la de 33 Street (Líneas 4, 5 y 6). ¿Comer en el Empire State? Hay varios restaurantes y cafeterías. El más tradicional es el State Grill and Bar y también tienes el mexicano Tacombi. Ambos locales están a pie de calle.

Fotos bajo Licencia CC: Sam valadi; Sue Waters; Swaminathan; James Petts; Jazz Guy

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