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Emprendimiento social en equipo en Cantabria. Con liderazgo femenino y principalmente rural. La nueva manera de hacer economía. Por Sandra Castañeda Elena.

Amica: un referente europeo en innovación y economía social

Paquita Gómez, Carmen Narváez e Isabel Rodríguez, cofundadoras de Amica junto a Tomás Castillo, en la sede de la asociación.

Sandra Castañeda Elena

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Como muchas de las personas que le conocen, tengo un afecto especial a Tomás Castillo, director gerente de la asociación Amica, una de las entidades referentes en economía social y acompañamiento a personas con discapacidad que existen en Cantabria. Sin embargo, el día que nos acercamos a visitar al equipo fundador en Torrelavega, grabadora y cámara en mano, él estaba de viaje. Nos quedamos entre mujeres y resultó un momento de lo más especial. Paquita Gómez, Carmen Narváez e Isabel Rodríguez son las tres profesionales que, junto con Tomás, impulsaron esta organización en la primavera de 1984. Durante unas horas, ellas nos abrieron su círculo cómplice para hacernos partícipes de recuerdos compartidos y logros imposibles. La ilusión que desprenden, aún tras sus 40 años de historia, resulta contagiosa.

A mediados de los 80, con apenas 25 años y recién iniciadas en el ámbito de la educación especial, este equipo logró convencer a un puñado de familias para poner en marcha un proyecto transformador. Sabían que la atención institucional para personas con discapacidad se podía mejorar. Intuían que, si se enfocaban en las necesidades y deseos individuales en lugar de ofrecer servicios genéricos aplicados con rigidez, lograrían acompañar vidas más dignas y plenas. “En aquella época, lo que se hacía desde el entorno de la psicología y la psiquiatría era identificar todo aquello que las personas no podían hacer. Nosotras quisimos darle la vuelta a esa mirada y enfocarnos en lo que quieren y pueden realizar”.

Empezamos con un proyecto loco, pero las familias vieron nuestra determinación y se dieron cuenta de que íbamos a estar con ellas a las duras y a las maduras. Decidieron confiar en nosotras y asociarse

Los deseos vitales de cada persona son el centro del trabajo de Amica. El desarrollo de una profesión, un grupo de amistades con el que salir o lograr ser parte activa de una familia, son algunos de los temas que han ido dando forma al crecimiento de la asociación. Una aproximación artesana que hoy es tendencia pero que, al inicio, era pura innovación social. “Empezamos con un proyecto loco, pero las familias vieron nuestra determinación y se dieron cuenta de que íbamos a estar con ellas a las duras y a las maduras. Decidieron confiar en nosotras y asociarse. Desde entonces, hemos ido juntas: familias, profesionales y personas que participan de los apoyos, como una sola voz”.

Amica atiende hoy a más de 1.700 personas con discapacidad y emplea a unas 600 personas a través de la asociación y sus cuatro centros especiales de empleo: lavanderías industriales en Torrelavega y Maliaño que se ocupan, por ejemplo, de todo el textil del Servicio Cántabro de Salud, un centro de confección de prendas de trabajo en Torrelavega, centros de reciclaje y recuperación de materiales en Santander y Reinosa y, el más rompedor, el Campus Diversia: una finca de 412 hectáreas en la que se producen vino, aceite y mermeladas, con espacios para el encuentro de grupos y el intercambio de experiencias, sustentado sobre la base de la inclusión y la regeneración rural y ambiental.

Este Campus representa especialmente el espíritu innovador y la visión que caracteriza a Amica. No se trata solo de ofrecer oportunidades de desarrollo y autonomía a las personas con discapacidad, sino de hacerlo siendo conscientes de lo que el planeta y el resto de la sociedad necesitan. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible orientan la actividad de la asociación, que mide el impacto de su actividad a través de la contabilidad social como parte indisoluble de su exquisita gestión. “Ahora ya somos muchas personas trabajando y tenemos una administración compleja y de doble vertiente. Por un lado, está la atención individual a las personas y su seguimiento y, por otro, la mejora de procesos. Somos exigentes con la planificación y la evaluación de los resultados. No nos interesa tanto el número de personas que se han formado con nosotros, sino cuantas finalmente han conseguido empleo”.

Esa visión centrada en los derechos, los deseos y la autonomía de cada persona y, a la vez, situada en una realidad más amplia, ha marcado la cultura de Amica. Pero una cultura no se hace sola: “Hemos invertido mucho tiempo en crear un lenguaje común, algo que se palpa al hablar con cualquiera de las personas asociadas, incluidas las familias y las personas usuarias. Nos ocupamos de que cada una tenga la información que necesita para tomar las decisiones. Dedicamos momentos específicos debatir y dialogar las propuestas y decidimos de manera consensuada. Al final, todas conocemos lo que está pasando en la organización, incluso temas delicados como los financieros. La práctica de la transparencia es fundamental para crear un vínculo sano con los valores y una cultura compartida”.

Al principio, de hecho, todo se compartía, desde los viajes por Europa para conocer otros proyectos o la primera feria en Madrid. “Funcionábamos como una gran familia con el remolque acuestas. Cuando no se daba abasto en los primeros momentos de la lavandería, íbamos todos y todas a doblar y separar ropa. O cuando se ponía en marcha un centro, trabajadoras y familias acudíamos a limpiar. Ese vínculo de tribu es lo que nos ha dado la fuerza”.

El registrarse como asociación fue una decisión consciente y ha marcado el ambiente que se vive en Amica: “Todas somos socias, tanto trabajadoras, como familias y personas que participan de los apoyos, y nos importa el devenir de la organización”. La forma asociativa es, por naturaleza, participativa y, por otro lado, separa el poder y la toma de decisiones del dinero: “Nadie es dueño de nada y las decisiones las toma la junta, que se renueva por mitades cada cuatro años”.

Actualmente, el equipo fundador está centrado en preparar una buena transición generacional. “El intercambio de conocimiento ha sido siempre fundamental y sabemos por experiencia que la riqueza mutua que se crea tiene un valor incalculable. Nosotras hemos aprendido muchísimo de otras iniciativas y ahora nos toca transmitir nuestro conocimiento y pasar el testigo a las personas que realizarán nuestros roles cuando nos jubilemos”.

Paquita, Carmen e Isabel traspasan un legado rico y poderoso que han ido construyendo junto con todas las personas que, en algún momento, han formado parte de Amica. Un legado plagado de barreras que han conseguido alzar, alianzas tejidas con complicidad, aprendizajes derivados de logros y frustraciones por igual y, sobre todo, de cientos de vidas mejores gracias a una visión transformadora y una ilusión infinita. Quién tuviera unos mimbres así para continuar.

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Emprendimiento social en equipo en Cantabria. Con liderazgo femenino y principalmente rural. La nueva manera de hacer economía. Por Sandra Castañeda Elena.

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